El cuarto poder, la quíntuple hélice

Los medios de comunicación después de la pandemia de la COVID-19

Mucho se ha hablado del personal sanitario, el de la alimentación, servicios de protección civil, salvamento o extinción de incendios —por citar unos cuantos de esenciales—, pero poco se ha hablado de los/las periodistas, que en ocasiones también podríamos considerar héroes y heroínas. ¿O tal vez muchos de ellos no siguen jugándose la salud en las calles, hospitales y los lugares donde pasan las cosas para ofrecernos la información que leemos y consumimos día a día desde nuestro confinamiento?

Imagen cedida al PEMB

Jornadas interminables, ruedas de prensa simultáneas, contraprogramación, titulares que cambian a última hora por la publicación in extremis del BOE, lucha contra las fake news, baile de cifras y fuentes diversas de información y datos. Esta es la batalla diaria de miles de 'plumillas', fotógrafos y ENG desde hace casi dos meses. 'Es un orgullo que el periodismo se haya visto como un servicio esencial', decía Cristina Salvador mientras moderaba una de las 'Conversas Confinadas' organizada por el Colegio de Periodistas. Un orgullo poco reconocido.

El periodismo, como muchas otras profesiones estos días, se ha tenido que reinventar. Se han trasladado los micrófonos, las cámaras, los portátiles y los platós a los hogares de los trabajadores/as, desde donde se hace radio, televisión, prensa, entrevistas y programas de todo tipo. Muchos fotógrafos, cámaras y redactores, sin embargo, todavía salen a la calle tapados de pies a cabeza para cubrir la noticia en el lugar de los hechos exponiéndose día sí día también al virus COVID-19. Los diarios han creado nuevas secciones, han reforzado su presencia online y están siendo también un pilar para contribuir al entretenimiento, el acompañamiento y la participación ciudadana. El lector es más protagonista que nunca, el periodismo social está tomando fuerza a través de lo que denominan 'muros de participación', que hasta ahora habían enseñado la patita tímidamente, pero que últimamente han cogido carrerilla y ocupan buena parte de las parrillas y las páginas de los periódicos. De nuevo, parece que dar voz, bienestar y esparcimiento a la ciudadanía es también un papel poco reconocido, como el que juega la cultura.

Desinformación, sobreinformación y fake news

La población tiene necesidad de saber, quiere información veraz, contrastada, interesante y entretenida. 'Somos esenciales, pero paradójicamente nuestro trabajo es precario y más inseguro que nunca', alertaba la presentadora de FAQs en TV3, Cristina Puig, invitada en uno de los debates anteriormente mencionados. 'El periodismo es muy precario y se resentirá mucho, porque es muy vocacional y los periodistas tenemos mucha culpa. Debemos poner en valor el trabajo que hacemos', sentenciaba. Blanco y en botella. La principal razón de ser de los medios de comunicación es la credibilidad y, por tanto, deben ser críticos (y no siempre lo son), y además, estar muy pendientes de no caer en la trampa de las fake news que ya invadían todos los canales antes del coronavirus, pero que ahora parece que se ha agravado. En esta pandemia la batalla de la veracidad la han ganado los medios de proximidad, o así lo aseguran sus representantes, pero quedan muchas otras como la relación emocional con el público: 'Que la gente de tu territorio te reconozca como una parte de su vida será el elemento clave para nosotros (la supervivencia de los medios locales), una vez superada la crisis de la COVID-19', explicaba Juan Cal, director ejecutivo del Grupo Segre en una conversación entre varios medios del territorio catalán.

Aún así, la credibilidad sigue siendo un combate complicado y más cuando se ponen palos en las ruedas al trabajo del informador/a. En febrero de 2013, el ex presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fue todo un pionero en el arte de hacer ruedas de prensa unilaterales desde una pantalla sin derecho a pregunta y, por supuesto, sin derecho a réplica. Al inicio del estado de alarma, pudimos ver cómo los políticos volvían a aplicar sin miramientos esta práctica tan criticada. Si no se puede preguntar, ¿dónde queda la esencia del periodismo? Nos encontramos en un escenario similar con las entrevistas por videoconferencia que muchas veces con cierto delay, o retraso en el sonido, y dificulta mucho repreguntar o interrumpir al entrevistado. Por otro lado, el confinamiento ha hecho aumentar el consumo mediático muy notablemente, pero la parrilla es prácticamente monotemática, lo que provoca desinformación por sobreinformación, lo que el sociólogo Pierre Bourdieu llamaba 'ocultar mostrando'. Es decir, ofreciendo un montón de datos, números, actualizaciones y rectificaciones continuas que terminan por crear una nueva realidad, saturando el oyente, lector y/o espectador que no sabe qué información retener.

FOTO: EFE

Si a esto le sumamos la guerra contra las fake news, ya tenemos todo un cóctel explosivo para dilapidar el oficio. Y es que las redes sociales son una vía rápida y directa para estar informadas pero, al mismo tiempo, son el espacio ideal para las noticias falsas que generan confusión. Es por ello, que quien escapa del ruido se refugia en los medios de comunicación y también en los de proximidad, como bien decía Juan Cal, porque es cuando más nos interesa saber lo que pasa a nuestro entorno más inmediato. Y los datos apoyan la teoría. Según explican los directores de los principales diarios catalanes, las audiencias de sus ediciones online se han disparado frente un descenso de la venta en papel, que casi siempre se traduce en menos ingresos. Esto hace que muchos estén replanteándose el modelo de negocio con el muro de pago como es el caso de El Periódico o La Vanguardia. Este último, según ComScore, fue el diario digital más leído en España en abril y ahora busca cómo sacarle partido a todos estos fieles lectores/as. Otros que ya habían hecho una clara apuesta por el digital, como el diario Ara, han obtenido resultados muy buenos con un aumento del 43% de nuevos suscriptores, según explicaba su directora, Esther Vera, y por tanto, han salido reforzados. La cuestión es, ¿está la ciudadanía dispuesta a pagar por unos contenidos que hasta ahora han obtenido de forma gratuita? ¿O del mismo modo que nos hemos acostumbrado a las suscripciones a plataformas digitales que ofrecen música, series, películas y libros, entenderemos que hay que pagar también por información de calidad, contrastada y trabajada por unos profesionales que hacen un trabajo esencial?

Vuelta a empezar 

'11.145 periodistas despedidos y 100 medios cerrados: el triste balance de siete años de crisis', no hace tanto de este titular. Es de junio de 2014 y era el recuento que hacía la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). La crisis económica golpeó todos los sectores, pero el periodístico, ya paupérrimo de por sí, quedó derrumbado. ¿Qué pasará ahora que parecía que empezaba a levantar cabeza de nuevo, no por los míseros sueldos que suelen cobrar los comunicadores, sino por el aumento de ofertas laborales, medios nuevos y existentes que se iban consolidando? ¿Qué pasará una vez la COVID-19 nos dé un respiro y podamos avanzar hacia la mal nombrada 'nueva normalidad'? Nos llenamos la boca diciendo que hacen un servicio esencial pero que cuando llega la hora de apretarse el cinturón y cerrar el grifo es el primero que se ve obligado a cerrar micros y ventanas, desconectar cables y parar rotativas. Si bien algunos datos dan una brizna de esperanza, como el hecho de que el 80% del consumo audiovisual aún es de televisión convencional  —lo cual puede ayudar, como mínimo, a los compañeros de la televisión —, no parece que se vislumbre un panorama muy favorable. Un día después de entrar en estado de alarma, el domingo 15 de marzo, se disparó el consumo televisivo hasta los 343 minutos diarios en el Estado (6 horas al día), cuando sólo una semana antes la media era de 244 minutos, o sea, 100 minutos menos según datos del estudio Carat Corona Report. En Cataluña, el consumo de televisión llegó a las 4 horas y 28 minutos diarios durante abril, un 39% más que en febrero, como apuntan los datos del Boletín de información del CAC. Con la desescalada pasamos menos horas frente al televisor y probablemente también de los ordenadores y teléfonos. ¿Deberán plegar velas los medios, pues, cuando se levante el confinamento? ¿Ya no estarán haciendo un servicio básico? Meditémoslo.

FUENTE: Carat Corona Report

El quinto elemento

Pues si de verdad nos creemos y apoyamos el hecho de que los medios de comunicación hacen un servicio esencial, que son un altavoz de y para la ciudadanía, y que informan, entretienen e, incluso, pueden ayudar a hacer cohesión dentro de un territorio, no podemos dejar de tenerlos en cuenta desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona. La asociación está impulsando un nuevo plan con horizonte 2030 para dibujar y crear una región metropolitana resiliente, próspera y cohesionada para hacer frente a las desigualdades y la segregación territorial. Y lo quiere hacer con un proceso compartido que se conoce como cuádruple hélice y que comprende la administración pública, el sector privado, el mundo académico y de la investigación, junto con la ciudadanía y sus plataformas.

Pero, como hemos dicho, no queremos quedarnos sólo aquí, queremos que todo este cambio sea posible y se explique a los medios, pero también deseamos su implicación. Queremos que la quinta pata la formen unos medios fuertes, independientes, críticos y que fortalezcan la democracia con la participación ciudadana. Es por ello que hemos ampliado la cuádruple hélice y la hemos hecho quíntuple. ¿El objetivo principal? Incorporar diferentes miradas, conocimientos e intereses sobre el desarrollo metropolitano para ayudarnos a cocrear y confeccionar el Nuevo Plan Estratégico Metropolitano 2030. Pero, sobre todo, pensamos que los medios de comunicación deben ser el motor que haga pedagogía a la ciudadanía sobre el hecho y compromiso metropolitano que impulsamos desde el PEMB. Conscientes de que no siempre es fácil de explicar, confiamos en la capacidad de los/las periodistas para captar la relevancia de la cooperación y coordinación entre los diferentes municipios de la región metropolitana y de la necesidad de crear identidad territorial. Además de héroes y heroínas, los tenemos que empezar a ver cómo aliados y como este cuarto poder real que son, con capacidad de influencia en los asuntos sociales y políticos de nuestra sociedad. El cuarto poder, el quinto elemento de la quíntuple hélice.

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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