Nueva movilidad
- Marc López-Forn - Gabinete Técnico del PEMB
- 24-12-2014
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El 10º desayuno estratégico, del 19 de diciembre de 2014, nos sirvió para conocer mejor el proyecto de la T-movilidad, pionero en el mundo. Decimos proyecto porque Ricard Font, en una excelente ponencia -como comentaron aquellos que después intervinieron en el debate-, se preocupó de dejar claro que la T-movilidad es mucho más que un nuevo título de transporte. De hecho, deberá sustituir todos los títulos existentes. Este planteamiento tiene una importante idea de fondo: la personalización de la movilidad. Cada usuario podrá adaptar el consumo a su demanda real.
Otra idea importante fue la de alertarnos para que no relacionamos unívocamente la T-movilidad con el transporte público. Sería una burda simplificación. Según Ricard Font, debemos acostumbrarnos a pensar en movilidad y no en transporte público. El sistema que se está proyectando desde la T-movilidad va mucho más allá, y presenta un potencial enorme; la tecnología tendrá la capacidad de integrar cualquier aspecto de nuestra movilidad, ya sea por tierra, mar o aire.
En este sentido, se podría usar el dispositivo -que será un chip que se podrá instalar en cualquier artefacto como los dispositivos móviles, pulseras, etc.- para coger el autobús, metro, taxi, bicing, barcos, aviones, carsharing, etc. pero la implementación será gradual. Nadie debe caer en el error de pensar que los cambios de paradigma son inmediatos y fáciles. No pretendemos inflar las expectativas; la potencialidad existe pero que se actualice dependerá de muchos factores.
El chip elimina las restricciones técnicas que actualmente impiden la adopción de medidas en políticas tan dispares como las medioambientales o las sociales. Así, por ejemplo, se podrían activar bonificaciones para el uso del transporte público en cuestión de minutos ante un episodio de alta contaminación, o por algún episodio de alta afectación en la red viaria. Del mismo modo, se pueden otorgar y monitorizar de manera más precisa y efectiva, bonificaciones en el campo social, por ejemplo a parados o estudiantes.
Otro aspecto clave, importantísimo, es que la tecnología se ha diseñada aquí. No se ha importado un sistema existente en otra metrópoli para adaptarlo a los usos que se le quiera dar en la nuestra. La investigación e innovación de la T-movilidad es propia y, al ser creada para un proyecto en concreto y aquí, acotará con las necesidades básicas del sistema. Además, al ser fabricado aquí, si el sistema se exporta representará ingresos para las arcas públicas.
No es descabellado pensar en exportar el sistema ya que - tal como se ha mencionado antes - es un proyecto pionero en el mundo; ninguna gran metrópoli tiene algo similar. Hay sistemas basados en tarjetas contactless en ciudades como Hong Kong, Londres, Seúl, etc. pero lo que se propone desde la T-movilidad es ir un paso más allá. Lo más similar sería el caso de Shanghai, la public transporte card relaciona el transporte público con diferentes servicios, como por ejemplo el aparcamiento, el aeropuerto, servicio de reparación de vehículos, etc.
El potencial de la T-movilidad es inmenso, así como las dudas que genera. El debate posterior a la poencia podría haber durado horas. Las preguntas más recurrentes trataron sobre la privacidad de los datos y su gestión, y sobre la movilidad de los menores y los transportes escolares. Temas que, como tantos otros como el de la tarifación social, quedan todavía en el aire pero que seguro que se resolverán en su momento.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.