La cultura en tiempos de pandemia
- Lluïsa Guàrdia - Relaciones Institucionales del PEMB
- 23-02-2021
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Con el mundo enfrentado a la pandemia de la covid-19 hoy y la necesidad de reconstruir nuestras sociedades mañana, la cultura debería estar en el centro de la respuesta. La cultura aporta inspiración, consuelo y esperanza a la vida de las personas.
Campaña #culture2030goal (abril 2020)
Justo cuando la cultura empezaba a superar la crisis económica de 2009, se ha visto, de golpe, inmersa en otra, ahora de origen sanitario, pero con fuertes repercusiones económicas y sociales que ponen en riesgo su estabilidad y supervivencia. Mientras otros sectores también dirigidos a grandes audiencias, como el deporte o el turismo, disponían de un cojín económico que les ha permitido sortear los primeros momentos, éste no es ni de lejos el caso de la cultura que ya sufría una situación precaria. ¿Podemos decir, pues, que llueve sobre mojado? Sí, sin duda. ¿Qué podemos hacer? Revertir los efectos negativos de la pandemia no solo en pro de la cultura sino también de la sociedad. ¿Cómo? Ésta es una pregunta difícil de responder ya que pide mucha reflexión y un cambio de planteamiento profundo. Aunque son los gobiernos los que articulan las políticas culturales, la ciudadanía tiene mucho que decir como consumidora de bienes culturales que es.
Concierto de 'Seward: Hoveller' dentro de La Mercè es Música en el Teatre Grec. Mercè 2020
Autor: Xavi Torrent. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona
Si aceptamos que las crisis pueden ser una oportunidad de mejora, resulta más fácil hacer frente al complejo panorama cultural. De todos modos, no se trata de autocompadecernos, sino de volver a plantear preguntas no resueltas y de paso evidenciar las fuerzas, a menudo contrapuestas, a las que debe hacer frente la cultura: la económica y la social.
El confinamiento decretado por el Gobierno de España en marzo de 2020 a consecuencia de la covid-19 nos llevó a una situación del todo inesperada. Para hacer frente a las largas horas de estar en casa, recurrimos a aquello que tenemos más cerca: la cultura en sus múltiples formas (lectura, música, series y películas, teatro online…). En ese momento de incertidumbre, y tal vez de soledad, fueron de gran ayuda las plataformas digitales, así como el altruismo de muchos artistas que ofrecieron cultura de manera gratuita. Desafortunadamente, su buena intención reforzó la errónea percepción sobre el coste de la cultura. ¿Por qué damos por buena la gratuidad cultural cuando sería impensable en otros sectores?
Las restricciones de movilidad supusieron el descenso del consumo cultural y pusieron en entredicho el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) que dice que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Para contrarrestar las secuelas de la covid-19, los socios de la campaña #culture2030goal publicaron, en abril de 2020, una declaración sobre cultura y pandemia que llama a los gobiernos a la acción y se enmarca en el compromiso con la agenda 2030 y el alcance de los ODS. En octubre de 2020, la Comisión de Cultura de CGLU y el Ayuntamiento de Roma redactaron la Carta de Roma que recuerda a los gobiernos nacionales y locales el deber legal de garantizar la participación de la ciudadanía en la cultura para favorecer el desarrollo de las ciudades.
Para preservar el acceso a la cultura, la Generalitat la declaró como bien esencial en setiembre de 2020. Acuerdo que tenía que impulsar la elaboración de un marco normativo que garantice y regule el acceso y los derechos culturales de la ciudadanía. El objetivo de esta declaración era protegerla de las restricciones aplicadas hasta el momento, que la habían conducido a la ruina casi total. Cuesta entender que la Declaración de los Derechos Humanos garantice el derecho a la cultura, pero que ésta no se haya reconocido como bien esencial hasta la llegada de una pandemia.
Las cifras publicadas hace un par de semanas por el departamento de Cultura estremecen. La caída del sector cultural es del 24% y las pérdidas de las artes escénicas y el cine llegan al 70%. A las líneas de ayuda al sector de 51,2 M€ aprobadas en la segunda ola, se les suma una subvención de 23,7 M€ de enero a marzo. Pero… ¿Será suficiente?
Patio de butacas y gradas del Teatre Romea vistos desde el escenario.
Autora: Clara Soler. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona
La falta de público y de estrenos han hecho que grandes cadenas de cine como Yelmo o Balaña hayan decidido cerrar algunas salas de proyección. Así mismo, las restricciones de movilidad y la reducción de aforo al 50% han puesto en la cuerda floja a los teatros que, pese a los esfuerzos en ofrecer parte de la programación online, no pueden eliminar el directo sin perder su esencia. Para demostrar que ir al teatro no supone ningún riesgo, la directora Carme Portacelli y otros creadores europeos piden en el manifiesto La cultura es segura la reapertura de las salas alegando que se respetan todas las medidas decretadas por el PROCICAT. Si es así ¿Por qué se mantienen estas restricciones?
Así mismo, el efecto de la covid-19 sobre el mundo editorial y las librerías también se ha hecho notar. Pese al reconocimiento de la cultura como bien esencial, las librerías de más de 400m han tenido que cerrar durante los fines de semana y no se les ha permitido reducir el espacio como en la ola anterior. A iniciativa de la editorial Comanegre y Màrius Serra, se ha publicado un libro comestible, un cuento sobre un lector voraz para reivindicar que las librerías abiertas son la mejor herramienta para fomentar la lectura. ¿Estamos frente a una comparación entre dos bienes esenciales que reciben un trato diferente? ¿O quizás se trate de una defensa de la lectura -y por extensión de la cultura- como alimento de los saberes individuales y colectivos?
Aún no disponemos de los datos de consumo del 2020, pero el informe de 2019 de la Generalitat muestra que los principales motivos para no participar en la vida cultural son tres: la falta de tiempo, la falta de interés y el precio. Curiosamente, el coste económico es el primer condicionante en las actividades más afectadas por la pandemia: el cine, los conciertos y las artes escénicas. Por el contrario, el sector del audiovisual se mantiene e incluso incrementa su consumo. Es de esperar que el 2020 y el 2021 aún sea superior ya que internet se ha posicionado como un recurso eficaz para mantener la oferta cultural. Además, ha permitido experimentar con fórmulas híbridas que esperamos se mantengan después de la pandemia. ¿Habrá llegado el momento de atraer a nuevos públicos mediante la tecnología?
Por su parte, el Consell Nacional de la Cultura i de les Arts (CoNCA) ha iniciado ya la elaboración del informe anual sobre el estado de la cultura y las artes del 2020 que este año incluye un cuestionario a rellenar por los profesionales del sector que permitirá valorar mejor el impacto de la covid-19. Tendremos que esperar a junio para conocer los resultados que analizaremos en otro post.
Los datos sobre la ocupación del sector cultural en Cataluña que publica el IDESCAT tampoco son muy esperanzadores. Como muestra el gráfico, la ocupación ha caído en picado. La pérdida de puestos de trabajo femenino es superior al masculino (11,7% mujeres y 1,3% hombres). También se observa un traspaso de trabajadores asalariados (-11,5%) que han pasado a trabajar por su cuenta (+5,3%). Esperamos que en el informe del mes de abril se mantenga la tendencia al alza y permita prever el retorno a cifras anteriores.
Fecha de actualización: 28 de enero de 2021. Fuente: Idescat
No es de extrañar las numerosas iniciativas y campañas de apoyo. Més cultura de la Generalitat fomenta el consumo y destaca la importancia de las vivencias culturales en el bienestar de la población. La plataforma de recogida de alimentos impulsada por la actriz Nora Navas ha permitido sobrevivir a los trabajadores que se han quedado de golpe sin trabajo. El movimiento Alerta Roja reclama a la Administración ayudas para los profesionales del sector de los espectáculos y eventos culturales. O el Cercle de Cultura que con la campaña “Si la cultura et toca, ara et toca a tu” anima a la ciudadanía a dar apoyo económico a un sector que la ha acompañado durante el confinamiento.
Campaña 'La cultura em toca' del Cercle de Cultura
Pero como dice el actor y director del Teatro Romea, Josep M. Pou en el documental de TV3 Sobrevivir al directo: “Incluso la creatividad necesita dinero para ponerse en práctica”.
Solo una dotación presupuestaria adecuada puede salvar el sector, pero cuando la consejera de cultura, Àngels Ponsa, dice que todos los partidos políticos deben luchar después de las elecciones para destinar paulatinamente el 2% del presupuesto a cultura como se reclama desde hace tiempo, nos cuestionamos si este 2% -que ya se aplica en otros países- será suficiente después de la pandemia.
El hecho es que, si el sector cultural supone el 3% del PIB en Cataluña, ¿no sería lógico que se le devolviera una parte de las ganancias y que no tenga que contentarse con el ridículo 0,65% del presupuesto global de la Generalitat? Es evidente que el peso económico es menor que el de otros sectores, pero ¿hemos creado una sociedad que prioriza la rentabilidad por delante de los beneficios sociales? Así pues, las reivindicaciones de la plataforma Actua Cultura creada en 2019 para exigir el incremento del presupuesto de cultura hasta el 2% y la aplicación de una política que active a los públicos de la cultura están más que justificadas.
En definitiva, lo que ha hecho la pandemia es evidenciar las carencias de un sector muy tocado todavía por la crisis de 2008 y ahora herido de muerte. No se trata en ningún caso de cuestionar las medidas adoptadas por el gobierno (nacional y autonómico) para preservar la salud de la población, sino de aquellas que se han mostrado ineficaces o carentes de equidad.
Tal como afirma la Carta de Roma: “Es la cultura la que dará forma a los valores y maneras de hacer de las ciudades que deberemos renovar después del trauma de la covid-19”. Convencidos y convencidas del valor de la cultura y de su ecosistema en la reconstrucción del territorio (ciudad, metrópoli o región metropolitana), en el PEMB afrontamos los retos de la cultura dentro del proceso “Barcelona Demà. Compromís Metropolità 2030”.
En el marco de la metrópoli inteligente -una de las seis dimensiones que se plantean en el proceso Barcelona Demà- que une cultura, tecnología, innovación y conocimiento, se plantean retos en forma de preguntas que durante el proceso se convertirán en misiones (o objetivos transformadores). ¿Cómo contribuye la cultura a alcanzar unos ODS en los que no se la menciona de forma explícita pese a ser su cuarto pilar? ¿Cómo garantizamos el acceso de todos y todas a la cultura y no únicamente el de una minoría? ¿Cómo fomentamos su capacidad de cohesión de la sociedad? ¿Aprovechamos de manera suficiente el potencial integrador y de creación de identidad de la cultura con proyectos de alcance metropolitano como la “Quinzena de la Dansa Metropolitana” o “Manifesta”, que agrupa a más de una docena de municipios metropolitanos?
Como hemos visto, el panorama cultural no pinta bien y tardará en recuperar el (poco) vigor que tenía antes de la covid-19. La cultura es como un prisma, con muchas dimensiones, pero se mire como se mire no podemos dejar de preguntarnos si era necesario esperar a una pandemia para afrontar y resolver definitivamente las problemáticas de un sector que nos aporta tantos beneficios.
Haciendo un símil literario, como sociedad tenemos diferentes opciones. Ser la pariente pobre que se acoge por caridad en la casa grande, al más puro estilo de las novelas románticas de Jane Austen. O luchar encarnizadamente por el amor —en nuestro caso, la cultura— como hace el protagonista de El amor en los tiempos del cólera de García Márquez que he parafraseado en el título de este artículo. ¿Qué escogéis? La decisión es vuestra.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.