¿Una identidad metropolitana?
Metrópoli abierta
La relación entre identidad y ciudad no ha recibido suficiente atención académica a pesar de que esta relación ha sido fundamental en la historia para entender ambos conceptos. La identidad articula la relación entre individuos, grupos y espacios, siendo un factor de cohesión y cooperación social y legitimando la existencia de espacios de decisión colectiva. Todos estos procesos históricos han tenido en las ciudades como uno de sus principales escenarios. En el contexto actual, entender cómo los habitantes de entornos urbanos establecen un sentimiento de pertenencia con su entorno o cómo este escenario multinivel puede articularse son cuestiones donde la relación entre identidad y ciudad enriquece las preguntas y debates en torno a la región metropolitana de Barcelona, sus retos y sus posibles expresiones institucionales.
La identidad y las ciudades
Las ciudades han sido un escenario fundamental en la formación del concepto de identidad. Las ciudades han sido clave en el desarrollo de los vínculos entre los individuos y la comunidad política, desde la transformación incipiente del etnos al demos en las polis griegas de la época clásica, hasta la incorporación a nuestro lenguaje coloquial de atributos positivos a términos como civilización o urbanidad. La politización del triángulo entre individuo, grupo y espacio se expresa en la condición de ciudadanía, al menos desde el punto de vista de la teoría política. A medida que las comunidades políticas se hacían más grandes y complejas, la identificación en adscripciones más amplias fueron cumpliendo con mecanismos de cooperación de mayor alcance. Por ejemplo, la identificación de desconocidos como miembros del mismo grupo más allá de las relaciones cara a cara serían fundamentales para la construcción de los estados-nación modernos y más recientemente por la legitimidad de los grandes programas de políticas redistributivas del estado de bienestar-educación , salud, pensiones, infraestructuras, etc. Este modelo de pertenencia a la comunidad política culmina en lo que podríamos llamar ciudadanía nacional.
Bajo este modelo, las identidades locales, de barrio, municipal o regional irían tomando con el tiempo una posición jerárquicamente subordinada a identidades colectivas de mayor alcance. Ahora bien, la adscripción más primaria al entorno físico inmediato sigue siendo fundamental en la configuración de espacios de decisión política colectiva, el de la vida del día a día, las interacciones personales dentro de un espacio público de proximidad, servicios públicos básicos, etc. Por otra parte, una ventaja de las identidades locales es que son amontonables. No son excluyentes, sino concurrentes, compatibles con otras adscripciones e incluso más permeables. Así, la literatura ha establecido en diferentes ámbitos que el sentimiento de pertenencia a las comunidades locales -sean barrios o municipios en su conjunto- está asociado a mejores prácticas sociales, desde la participación social y política en general (Dekker 2007) a la implicación en políticas específicas como el reciclaje (Pei 2019).
Sin embargo, la relación entre los individuos y los lugares en el ámbito urbano señala importantes matices que hay que tener presentes para pensar las ciudades, por ejemplo distinguiendo entre el 'vínculo con el sitio' y 'la identidad del lugar' (Casakin, Hernández, y Ruiz 2015) . El vínculo con el lugar (place attachment) es una vinculación emocional con el lugar de residencia derivado del bienestar que se percibe por el hecho de vivir con él. La identidad del sitio (“place identity”) deriva del conjunto de creencias, valores y actitudes asociados a un lugar determinado y que los individuos expresan en términos del sentimiento de pertenencia al sitio. Si bien la literatura discute la relación entre estas dos dimensiones, esta distensión es relevante para pensar en cómo los ciudadanos interactúan con su entorno y cómo configuran diferentes formas de vincularse a ellos. El vínculo con el sitio tiene un componente más funcional, donde asociamos el entorno con una cierta manera de vivir, en términos de calidad, oportunidades, seguridad, etc., mientras que la identidad con el sitio tiene un alcance más amplio y estable, pero también más complejo que establecer.
Esta distinción puede ser muy útil cuando pensamos en las relaciones que establecen las personas con su entorno, especialmente en el caso de los entornos urbanos contemporáneos, más aún teniendo en cuenta que las ciudades no tienen los mecanismos de los estados para distinguir las fuentes distintas de lo que pueden ser derechos similares entre residentes y 'ciudadanos'. Así, las regiones metropolitanas que atraen a población sea temporal, desde vacaciones a estudios o trabajo, que pueden ser además de duración variada, se enfrentan a retos particulares sobre cómo mantener y promover ciertos valores de vínculo e identificación. ¿Qué valores pueden ser suficientemente abiertos como para que población que viene de entornos diferentes pueda acomodarse, participar, etc., teniendo en cuenta que quizás no se convertirán en habitantes a largo plazo como para que reconfiguran sus identidades?
¿Existe una identidad 'metropolitana'?
Partiendo de los elementos que hemos visto hasta ahora, cuando abordamos la cuestión de una 'identidad metropolitana' debemos observar qué rasgos básicos nos responden a si existe y cómo es esa identidad. Con este ejercicio inicial podremos debatir si la región metropolitana es una 'unidad', en qué sentido lo es, cómo podemos establecer sus límites o sus criterios de vínculo e identidad, etc., y en un siguiente nivel, plantear cuestiones sobre la posible institucionalización. Además, debe tenerse presente que el debate metropolitano no se produce cerrado en sí mismo sino que ha estado en buena parte marcado tanto por el papel de Barcelona en el conjunto de España como en la relación Barcelona-Catalunya.
Una mínima caracterización de la región metropolitana de Barcelona nos señala un territorio de geometría variable, en el que existen instituciones consolidadas como los municipios y otros ámbitos de representación indirecta como comarcas y diputación, además de diversos ámbitos de planificación de políticas públicas. Si entendemos a los municipios como sus unidades constituyentes observamos también una gran diversidad en términos de población, composición o actividad económica. También encontramos que la tradición histórica de los municipios resulta en identidades locales fuertes con un grado de identificación relativamente entre sus habitantes, compatibles con altos niveles de identificación nacional –sea catalana o española. Incluso existen niveles de referencia simbólica a nivel supramunicipal por encima y por debajo de las comarcas, desde los 'Vallesos' al 'Barcelonès nord' o los vínculos geográficos, económicos y sociales de la vertiente sur y norte de la región metropolitana con el resto de Cataluña.
Por otra parte, la propia estructura de la población catalana dibuja un modelo en red con varios ejes. Si bien el nodo principal es siempre Barcelona y su entorno, existen geografías variables ya menudo superpuestas que concentran de diferentes formas alrededor de tres cuartos de la población catalana. Así, tres cuartas partes de la población catalana vive en la región metropolitana, al tiempo que una proporción similar lo hace en el arco de la costa más urbanizado entre Tarragona-BCN-Palamós. El eje del Llobregat-Cardener y el Besòs articula el espacio de la provincia de Barcelona en similares proporciones. De hecho, por el conjunto de Cataluña encontramos una proporción similar de población concentrada en las comarcas litorales, densamente urbanizadas entre el Delta del Ebro y el Cap de Creus. Estas cifras reflejan que Cataluña es una zona fuertemente urbanizada, donde más del 90% de la población vive de hecho en entornos urbanos.
A la dificultad de establecer unos contornos nítidos en el fenómeno urbano se añade que no muchos estudios han caracterizado la identidad metropolitana a nivel comparado, es decir, yendo más allá del ámbito municipal. Según datos de 2012 del proyecto Making Electoral Democracy Work (Blais 2010), dos terceras partes de los habitantes de la provincia de Barcelona se identifican con un 7 o más sobre 10 tanto con su municipio como con Cataluña. Son por tanto identidades compatibles, solapadas y no competitivas. No se encuentran a mayores diferencias entre el tamaño del municipio. De hecho, aunque la escala del tamaño del municipio es de percepción subjetiva del encuestado, esta doble identificación intensa llega a quienes dicen vivir en una 'gran ciudad' casi al setenta por ciento, es decir, no encontraríamos una gran diferencia entre el hecho de vivir en Barcelona o en el resto de municipios de la región.
Un estudio dedicado específicamente a la cuestión de la identidad metropolitana (Vallbé, Magre, y Tomàs 2016) observaba una mayor identificación con el municipio y menor con el área metropolitana y con España. Uno de los principales resultados del estudio es que esta identificación metropolitana era más alta en Barcelona ciudad que en el resto del territorio, y que esta identificación de hecho bajaba a medida que los municipios son más pequeños. Pese a que la movilidad residencial tanto dentro del área metropolitana como de población recién llegada parecía tener ciertos efectos en una identificación metropolitana o incluso en la elección de un alcalde 'metropolitano', ese efecto parecía poco relevante a medio plazo y no hacía prever grandes cambios de cara al futuro.
¿Qué marca, qué identidad?
Barcelona no ha sido objeto de una política el estado para dotarla de capitalidad (no sólo en sentido político, sino también económico, industrial, de comunicaciones, etc.). La agenda de nacionalización del estado ha estado basada en la construcción y refuerzo de Madrid como gran capital siguiendo un modelo centralista de corte francés. Barcelona y por extensión su área metropolitana se han visto a menudo obligadas a explorar mecanismos alternativos para adaptarse a los cambios sociales y económicos y posicionarse en los flujos sociales y económicos globales. Estas estrategias han pasado a menudo por la movilización de capital político social y económico en torno a grandes proyectos y eventos.
Esta movilización de recursos, a menudo con partenariados público-privados, si bien por su carácter tenían efectos limitados en términos institucionales, acompañaban en todo caso momentos clave en la evolución de Barcelona. Permitían por ejemplo afrontar los retos urbanísticos derivados de su momento. De hecho, cada uno de los grandes eventos se puede asociar a un espacio de la ciudad, desde la Ciutadella de 1888, Montjuïc en 1929 y la salida sur de la ciudad que después continuará con la Fira, la fachada marítima por los Juegos Olímpicos y la expansión del entramado urbano hacia el norte con el Fórum de las Culturas en 2004, pero también podríamos incluir otros proyectos de ciudad que tienen rasgos similares como el 22@. Así, a nivel internacional se ha identificado este conjunto de prácticas y modelos de gestión y decisión pública distintiva -incluso una 'manera de hacer'- como 'Modelo Barcelona' en diferentes vertientes, del urbanismo a las políticas sociales o más recientemente en la Smart-City o la participación ciudadana (Charnock, March, y Ribera 2019; Blanco 2009)
La conexión con las propias complejidades de Barcelona, su área de influencia, o el papel capital que podía jugar en relación a Cataluña y el contexto español ha resultado en un cierto 'modelo' que se caracteriza entre otras cosas por la estrecha relación entre los grandes eventos y la construcción de una marca Barcelona, asociada no sólo a elementos tangibles sino también a una serie de valores. Desde la perspectiva de la que partimos aquí, podemos entender esta relación como una forma de articulación del triángulo individuo-grupo-espacio. Sus límites nos señalan retos y preguntas relevantes.
Podemos establecer un vínculo entre la idea de 'marca' y la de 'vínculo al sitio' que exponíamos anteriormente. La idea de 'branding' se ha extendido a ciudades y países bajo la etiqueta de 'city' o 'national branding', y pese al gran número de casos donde encontramos estas estrategias de marketing, también ha sido objeto de críticas (Volcic y Andrejevic 2011). La marca asocia una serie de valores positivos e intenta generar una vinculación con los consumidores en un marco de mercado. Este paradigma 'competitivo' asume que las ciudades, los países o las identidades 'compiten' por atraer, implicar, y en última instancia legitimar cierto espacio de decisión a través de un imaginario compartido.
Ahora bien, la búsqueda de rasgos distintivo, diferencial, único, auténtico que buscan las marcas nos remiten a un vínculo al sitio que es especialmente débil. Lo que genera desde una adhesión más superficial (una marca es fácilmente intercambiable a través de mecanismos de mercado) a una más duradera que sirva de espacio de decisión colectiva es no sólo la capacidad de diferenciarse externamente sino la generar una identificación fuerte que puede transformar o no los vínculos de vínculo en identificación, pero que en un continuo de valores. Este continuo, dentro de una concepción de marca, no va más allá de la retórica, puesto que el objetivo es el consumo. Si rompimos la retórica de mercado, las ciudades no compiten ni son actores unitarios, poniendo de manifiesto que marca e identificación pueden generar tensiones, ya que obedecen a modelos distintos.
Estas preguntas deben plantearse además en el contexto metropolitano particular de Barcelona y su región. Algunas grandes ciudades globales se proyectan de forma independiente e incluso en algunos casos tienen elementos de ciudades-estado. Históricamente el modelo de ciudad-estado tiene semejanzas positivas -desde la polis griega, aunque no eran sólo 'ciudades'- en la liga hanseática. Pero en el modelo de competición global contemporáneo a menudo estas grandes metrópolis tienen en su entorno geográfico un hinterland de recursos -sea energía, agroalimentario, o incluso en el caso del gran Madrid, de recursos humanos sólo las ciudades-estado son autónomas, o bien su participación en redes globales les permite desconectarse de su entorno. Por otra parte, la mayoría de grandes capitales estatales combinan su dimensión de marca de ciudad global con ser el principal exponente de sus estados nacionales, un fenómeno que también encontramos en ciudades que no son capitales políticas como Nueva York, Milán, Munic o Shanghai, que son a la vez grandes metrópolis globales y exponentes fundamentales de sus países.
Elementos para el debate. La región metropolitana; un vínculo 'fuerte' con una institucionalización 'débil'?
A modo de síntesis para plantear los debates que surgen de estos elementos por la reflexión, podrían resumirse de la siguiente manera:
- Articulación entre 'vínculo' e 'identidad' en el lugar dentro de un marco de referencia estable y reconocible: Se pueden hacer compatibles los mecanismos de vínculo e identificación en una metropolitana caracterizada por a) su diversidad (tamaño, estructura social y económica, etc.) yb) movilidad, tanto interna -residencial, laboral, etc.- como externa -residentes a medio y largo plazo?
- Valores deseables: ¿Tienen valores las ciudades? ¿Cómo se articulan con una realidad multinivel? ¿Cómo promoverse desde las instituciones más allá de los discursos?
- Instrumento: ¿Se puede coordinar sin institucionalización representativa y al mismo tiempo ser transparente y rendir cuentas? ¿Existen soluciones imaginativas que no generen un nuevo nivel administrativo?
- Contexto: En un contexto ya con muchas divisiones administrativas y políticas, ¿es viable y es eficiente generar nuevas estructuras? ¿Pueden promoverse mecanismos de vínculo, identificación o institucionalización de 'arriba abajo'?
Hay que discutir la articulación entre “lazo” y “identidad” en el lugar como un continuo que permita un proyecto abierto e inclusivo, y que ofrezca las posibilidades por diferentes itinerarios vitales dentro de un marco de referencia estable y reconocible. Este continuo debe hacer énfasis en valores deseables que deben hacerse explícitos y someter a discusión. En cuanto al instrumento, problematizar las acciones que ponen énfasis en 'modelos' o 'marcas' por su tendencia a concebir las relaciones individuo-grupo-espacio empleando una retórica de mercado. Respecto al contexto y la institucionalización, la geometría variable del ámbito metropolitano dibuja escenarios de institucionalización a partir de la coordinación y la deliberación institucional más que la creación de un ámbito de representación directa, que tendría grandes retos de viabilidad debido a la existencia de espacios de decisión colectiva consolidados. Quizás el debate en torno a estas cuestiones se podría resumir de la siguiente manera: La región metropolitana; un vínculo 'fuerte' con una institucionalización 'débil'?
Para saber más, puedes encontrar otros documentos relacionados con la metrópoli abierta aquí, donde también podrás consultar el paper original entero de este artículo.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.