Un par de cosas a recuperar del Plan Barcelona 2000
Reemprender la parte social del plan o la idea de Barcelona como epicentro de la Eurorregión mediterránea, cuestiones igual de actuales 30 años después
- David Rodríguez - Secretario técnico del PEMB
- 06-12-2018
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Este año celebramos el 30º aniversario del inicio de los trabajos que cristalizaron en el Plan Estratégico Económico y Social Barcelona 2000 y que fueron el origen de nuestra actividad como asociación. Gracias al proceso de digitalización que emprendimos años atrás, actualmente podemos bucear en los archivos de manera rápida, lo que nos ha permitido navegar entre miles de documentos y dictámenes de comisiones técnicas o actas de reuniones y tener una idea precisa de cómo se gestaron los primeros planes estratégicos.
Personalmente me ha sorprendido la clarividencia con la que se expresaron los expertos que participaron en las distintas comisiones del primer plan, tanto en lo que respecta a la diagnosis como también en las propuestas. Por ejemplo, en una ciudad de escasa atracción turística, en la que los turistas de la costa sólo venían en días nublados para hacer una visita rápida, se detectó el gran potencial que tenía si se promocionaba el turismo urbano, hasta el punto de poder convertir la actividad turística en una de las actividades de servicios que relevaran a la ya entonces declinante industria manufacturera tradicional. Pero al mismo tiempo, ya se alertaba de los problemas de convivencia que podía generar ésta con los residentes. Algo parecido puede afirmarse de la necesidad de reducir la contaminación atmosférica y la receta de sacar vehículos privados del centro de la ciudad, un debate actualmente candente (sólo hay que ver el revuelo que ha generado Madrid Central), pero que en aquellos momentos era bastante revolucionario.
El modelo de ciudad que se deriva de aquellas diagnosis y propuestas, traducidos en ejes y objetivos estratégicos, se ha mantenido bastante estable a lo largo del tiempo. Durante estas tres décadas (y cinco planes estratégicos) se aspiraba a tener una ciudad suficientemente atractiva a nivel global en lo que respecta a la actividad económica, con la economía del conocimiento y sus variantes como principal eje impulsor. La concreción de esta visión fue una larga lista de proyectos, la mayoría de ellos ya completados, para llevar a cabo infraestructuras que eran condición necesaria para poder ser mínimamente atractivos económicamente hablando.
Sin embargo, este primer Plan también planteaba otras ideas estratégicas que, por una razón u otra, fueron ocupando un papel más secundario en los sucesivos planes hasta prácticamente desaparecer en alguno de los casos. Algunas de ellas, sin embargo, son plenamente vigentes en la actualidad y en algunos casos tienen una fuerza incontestable. Me gustaría citar un par de ellas:
La primera es la recuperación de la parte social del Plan. Una de las grandes novedades que aportó Barcelona a la planificación estratégica de ciudades fue precisamente incorporar los temas y actores sociales en del proceso de planificación, que hasta entonces se había centrado únicamente en temas estrictamente económicos. Esta sensibilidad se concretó en que una de las tres grandes estrategias se dirigía a la mejora de la calidad de vida y el progreso de las personas, concretada en los objetivos de mejora del medio ambiente, incremento del capital humano, y aumento de las oportunidades sociales. Aspectos como la reducción de la contaminación atmosférica, la disuasión del tráfico de vehículos, la construcción de 8.000 viviendas protegidas anuales en el área metropolitana o los planes integrales los barrios más necesitados, ya figuraban entre las prioridades de la agenda del Plan.
Estas buenas intenciones, sin embargo, se fueron diluyendo a lo largo del tiempo. La razón no fue tanto una falta de voluntad o de sensibilidad de los redactores de los sucesivos planes, sino sencillamente la desaparición del problema durante una larga temporada. Por ejemplo, en el caso del acceso a la vivienda, que tanto había preocupado a la opinión pública en el momento de redacción del Plan, los precios se estabilizaron durante una década al tiempo que los tipos de interés se redujeron drásticamente, permitiendo a su vez la prolongación del plazo de pago de las hipotecas, y por tanto, la reducción del esfuerzo de acceso a la vivienda. Asimismo, la mejora de la red viaria y de la red ferroviaria de cercanías, facilitó una fuerte expansión residencial fuera del área metropolitana, empujada por unos precios muy atractivos.
No obstante, una parte de estos problemas han vuelto a emerger. El acceso a la vivienda vuelve a ser una gran complicación para amplias capas de la sociedad y difícilmente se contará con burbujas de oxígeno como con las que se contó en su día. Asimismo, los elevados niveles de contaminación atmosférica vuelven a ser un tema candente, al evidenciarse cada vez más la relación que tienen con numerosas enfermedades o el hecho de que socialmente están menos aceptados de lo que lo estaban en su momento. No debería sorprendernos, pues, que estas dos cuestiones reaparezcan con fuerza.
La segunda es la recuperación de la idea de Barcelona como epicentro de la Eurorregión mediterránea. Uno de los grandes ejes del plan fue también la idea de la capitalidad de Barcelona dentro de una región amplia, aprovechando la oportunidad que brindaba la incorporación plena al Mercado Único Europeo, prevista para el 1993. Esta región económica, que en algunos círculos europeos se llamó la 'Golden Banana', se fue configurando de facto durante aquellos años hasta el punto de constituir ya una mega región que llega por el norte hasta Lyon.
Sin embargo, esta realidad económica no ha ido acompañada de una voluntad política consistente a lo largo del tiempo, a pesar de los esfuerzos que se hicieron en su día para promover una red de ciudades (la red C6) que permitiera intercambiar experiencias, promover proyectos comunes o actuar como lobby, por ejemplo, en la reclamación de un corredor mediterráneo de otras prestaciones.
Desgraciadamente en este caso, la coyuntura no fue la más favorable. Los cambios de signo político en las elecciones municipales de España a partir de 1991 iniciaron una época de escasa, cuando no inexistente, cooperación entre los municipios, una situación que ha durado, en mayor o menor grado hasta 2015 y que, muy probablemente, explique la paradoja de que la creación de un corredor mediterráneo ferroviario de altas prestaciones haya sido la última de las prioridades de los gobiernos estatales.
Con independencia de las coyunturas políticas futuras, la potenciación de la Eurorregión, cualquiera que sea la forma que adopte, debería figurar también en la agenda estratégica de Barcelona. Nunca sabremos a ciencia cierta las potencialidades que se desperdiciaron por la poca coordinación en las dos décadas precedentes, una situación que no deberíamos permitir nuevamente.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.