Transitando hacia la ciudad circular
- Irene Navarro - Gabinete técnico del PEMB
- 02-10-2018
- 415 Lecturas
El concepto de economía circular no es nuevo, pero se está dotando cada vez de más contenido y se está ampliando su alcance y significación. Hoy en día, además, empezamos a hablar de ciudades circulares. Transitar hacia una ciudad circular implica incorporar la economía circular en la estrategia de ciudad desde el punto de vista de las actividades y el sistema productivo, pero también desde la ciudadanía y de las propias políticas locales. Tal y como se afirma en el informe Circular Glasgow: “Para las ciudades, la economía circular tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos a través de la creación de puestos de trabajo y el estímulo de la innovación, reduciendo la demanda de recursos”.
“Imagine cities equipped with flexible factories, which supply chains are based on locally-sourced materials from waste, which can manufacture products digitally customized by citizens”
Fab City Iniciative
n los próximos años será necesario realizar un esfuerzo importante en materia de reducción, gestión y tratamiento de los residuos y uso de materias primas si se quieren alcanzar los objetivos fijados por la Unión Europea que marcan que, en 2020, el 50% de los residuos tendrán que estar destinados a reciclaje y preparación para reutilización (Directiva 2008/98/CE) y la propuesta de lograr niveles del 65% en 2030 (Paquete de Economía Circular). Es por este motivo que, como solución y respuesta, aparece el concepto de economía circular, que se focaliza en el ciclo de vida de los recursos y plantea un modelo basado en reutilizar, reparar, remanufacturar, reciclar y valorizar los materiales y productos. Concepto asociado a menudo al de economía verde, por la complementariedad que supone.
En el mundo empresarial, el aprovechamiento de recursos hace tiempo que se conoce y se practica en mayor o menor medida ya que, al fin y al cabo, supone un ahorro en recursos o un retorno que puede hacer variar los costes de producción. Según el Eurobarómetro de la Comisión Europea, el 85% de las empresas españolas ha aplicado acciones para una economía circular en los últimos 3 años. Pero el concepto de economía circular está ampliando su alcance y se le están añadiendo más actores. La creciente sensibilización y la constatación de la importancia de la escala local y de las ciudades como agentes de cambio donde “sucede la innovación”, entre otros, nos está llevando a hablar de sistemas circulares y, por lo tanto, también de ciudades circulares.
Según el informe Cities in the Circular Economy de la Fundación Ellen Macarthur (FEM), la ciudad circular incorpora los principios de la economía circular en todas sus funciones, estableciendo un sistema urbano regenerativo, accesible y basado en el diseño. Estas ciudades pretenden eliminar el concepto de residuo y mantener el valor de los productos y recursos en todas sus fases, facilitado a través de la tecnología digital. Una ciudad circular debe generar prosperidad, incrementar la habitabilidad y mejorar la resiliencia para la ciudad y la ciudadanía, mientraa procura desacoplar la creación de valor del consumo de recursos finitos. Así, una ciudad circular tiene que incluir una serie de premisas e innovaciones con las que alcanzar casi un ideal de ciudad como sistema sostenible, y que afectan tanto al medio construido como al sistema energético, la movilidad, la economía urbana y la producción local.
Upcycling, ecodiseño, proximidad, digitalización, economía colaborativa, tecnologías 3D y blockchain, smart city o empoderamiento ciudadano se encuentran en el nuevo paradigma de la ciudad circular. Para Sladjana Mijatovic, responsable de Innovación Circular de la ciudad de Ámsterdam, las ciudades deben pasar a devenir laboratorios vivos, o living labs, donde experimentar y testear las diferentes soluciones. “Nuestra estrategia se basa en el learning by doing. Al fin y al cabo, nadie sabe exactamente como será una economía circular”. Un ejemplo es la iniciativa de reconversión urbanística del distrito de Buiksloterham, donde una veintena de organizaciones y empresas firmaron en 2015 un manifiesto para trabajar conjuntamente con el objetivo de transformarlo en un distrito sostenible y circular, poniendo en funcionamiento proyectos que son testeados, para acabar escalándose al conjunto de la ciudad, metrópoli o país.
La ciudad circular, por lo tanto, también debe alcanzar un equilibrio entre globalidad y localidad. Si bien es interesante la filosofía de laboratorio urbano y testeo, la escalabilidad, y también la cooperación, son fundamentales para hacer frente al reto de la circularidad. Tal y como se afirma en el número 4 de la revista Papers del Pacto Industrial: “No quiere decir que se evolucione hacia un modelo de autarquía local, sería imposible y poco deseable, simplemente la proximidad, si es eficiente, será valorada y deberá ser favorecida”.
Por ejemplo, la aproximación de economía espiral (spiral economy) planteada en la Fab City Global Iniciative, afronta el debate global-local, considerando que mientras los materiales (átomos) deben moverse en redes locales, los datos y el conocimiento (bits) lo deben hacer globalmente. Este reto iniciado en Barcelona en 2014 propone una cuenta atrás de 40 años para lograr un nuevo modelo de ciudad basado en producir y consumir de forma circular y local, mientras que se comparten conocimientos e innovación de manera abierta y global.
Y si hablamos de ciudades, no podemos olvidar la ciudadanía. Para Cécile Faraud, que lideró los proyectos de economía circular dentro del programa DNA Smart City de la ciudad de Peterborough, es necesario, más bien, hablar de “hacer circular la ciudad”, entendiendo que los recursos disponibles no son solo los productos, sino también las aptitudes y el conocimiento de la ciudadanía. La ciudad ha puesto en marcha un ambicioso programa que se ha convertido en una verdadera estrategia de ciudad apostando por el modelo de las 7R para cerrar el ciclo: repensar, rediseñar, reutilizar, reparar, remanufacturar, reciclar y recuperar, con el objetivo de alcanzar un funcionamiento plenamente circular en 2050, maximizando el potencial de los recursos de la ciudad y reconectando ciudadanía, espacios, negocios, organizaciones y comunidades.
En este sentido, cabe destacar el proyecto Millor que nou, impulsado por el Área Metropolitana de Barcelona, que desde el año 2016 se ha convertido en una plataforma, tanto digital como con espacios físicos, para favorecer el intercambio, la reutilización y la reparación de objetos, promoviendo actividades y talleres de reparación, poniendo al alcance profesionales, informado, promoviendo mercados de intercambio y, en última instancia, generando consciencia para la buena gestión y reciclaje de los objetos que se desechan.
En los próximos años se espera que se den pasos importantes para una transición real y compartida hacia una economía circular en Europa, sobre todo a partir de la transposición del Plan de Acción de Economía Circular de la Comisión, aprobado definitivamente el 18 de abril de 2018, y que da el disparo de salida para actualizar 4 Directivas clave en esta cuestión (Envases, Residuos, Vertederos y Aparatos eléctricos y electrónicos), de obligado cumplimiento por los estados miembros. Y como está sucediendo también en otros casos, parece que ciudades y regiones se avanzan a los acontecimientos. De hecho, aprovechando la Cumbre por el Clima de París en 2015 (COP21), la ciudad anfitriona lideró el llamamiento a las ciudades en favor de la economía circular, argumentando el potencial de las ciudades y las metrópolis para acelerar el proceso de transición hacia una economía baja en carbono, a partir de modelos de desarrollo local, basados en la innovación y la adopción de soluciones sostenibles. Ciudades como Ámsterdam, Bruselas, Copenhague, Lisboa, Londres, Milán o Roma, fueron las primeras en unirse.
Para apoyar al mundo local, la Diputación de Barcelona recientemente ha publicado la Guia sobre Economía Circular y Verde en el mundo local: Como pasar a la acción y herramientas para los entes locales, que forma parte del Plan de Trabajo 2016-2019 de Economía Circular y Verde en el Mundo Local, promovido por la Red de Ciudades y Pueblos hacia la Sostenibilidad y dirigido por la Fundación Fórum Ambiental. También el AMB lo impulsa a través de la Agencia Metropolitana de Desarrollo Económico.
Según la FEM, el camino hacia las ciudades circulares recién empieza, y plantea cuestiones y retos importantes, como por ejemplo ¿Qué tipo de actividad económica generará la economía circular en las ciudades? ¿I a qué escalas? ¿Qué rol jugará la economía circular para conseguir los objetivos de la economía baja en carbono que se han establecido en las ciudades? ¿Cómo las actividades de economía circular crearan resiliencia económica, social y ambiental en las ciudades y mejoraran la calidad de vida? O ¿Qué herramientas se necesitan para permitir el tránsito hacia la economía circular?
Teniendo en cuenta que en Europa actualmente sólo se aprovecha el 5% del valor original de los materiales y la energía utilizados, será necesaria una estrecha colaboración entre la administración pública, las empresas, los centros de investigación e innovación y la ciudadanía para lograr los objetivos marcados.
Para más información:
- Towards Circular Economy, European Comission
- Fundación Ellen Macarthur
- Programa de Impulso a la Economía Verde, Agencia Metropolitana de Desarrollo Económico del Área Metropolitana de Barcelona
- Circular Cities Network
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.