Reindustrialicémonos (paulatinamente)

La necesidad de incrementar el peso relativo de la actividad industrial en nuestro país ha sido una de las tesis que en los últimos años ha generado mayor número de consensos. Esta tesis también ha sido valorada por el departamento de Empresa y Empleo de la Generalitat de Catalunya, que se ha fijado como objetivo estratégico alcanzar el 25% del VAB total en actividades industriales para 2020, frente al 20% que representa actualmente (17% si sólo se tiene en cuenta las actividades manufactureras).
 
 

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La economía catalana ha sufrido durante las últimas décadas un importante proceso de pérdida del peso relativo de la industria en el conjunto de la actividad económica, una situación que se aceleró especialmente a partir del año 2000. Pese a que la evolución ha sido similar a la de otras economías desarrolladas, la pérdida de posición competitiva en el periodo 2000-2007 y la crisis posterior, han provocado que la intensidad haya sido superior.

¿Es realista la hipótesis de la reindustrialización?

Los cambios tecnológicos, las estrategias empresariales o los diferenciales de costes laborales juegan a favor de esta hipótesis. Sin embargo, tenemos un problema y se llama cualificación profesional. Este hecho queda patente si se comparan los datos de la población mayor de 16 años de Cataluña con otras regiones europeas de referencia.

A partir de los datos censales de 2011 de los «Cuatro Motores de Europa» (Baden Württemberg, Cataluña, Lombardía, Rhône-Alpes), cuatro economías relativamente similares en cuanto al número de habitantes y estructura económica, pueden observarse importantes diferencias en cuanto al nivel formativo. Pese a tener un peso de la población con estudios superiores comparable en Baden-Württemberg, el peso de la población adulta con estudios secundarios postobligatorios es casi treinta puntos inferior en el caso catalán. Una situación que también se observa, si bien algo más matizada, si la comparación se realiza con la región del Ródano-Alpes.

Desgraciadamente estas cifras no son una novedad. El profesor Josep Oliver las ha ido mostrando en numerosos estudios. Lo que las hace preocupantes son dos cosas: la primera, el hecho de que estas cifras permanezcan estables a lo largo del tiempo, lo que sugiere que no se trata de un asunto meramente generacional. Una segunda, el hecho de que si se quiere transición hacia un modelo industrial enfocado a actividades de mayor valor añadido y donde la estrategia empresarial dominante sea la diferenciación (y no el coste), este déficit de profesionales cualificados se convertirá en un importante factor limitador del crecimiento empresarial.

Resolver esta situación no será fácil, si queremos alcanzar (aunque sea de forma aproximada) el objetivo del 25% para el 2020. A corto plazo, hay que aumentar de manera significativa el peso de población entre 18 y 25 años en programas de formación profesional inicial, entendidos sobre todo como enseñanzas terminales y no como vía lenta de acceso a la universidad, algo en lo que desgraciadamente a menudo se han acabado convirtiendo. La formación dual, aunque incipiente, puede ser la principal aliada para alcanzar este objetivo, pero no es un proceso sencillo ni inmediato, al implicar un proceso de matching entre empresa y aprendiendo, que ya sabemos por la experiencia de algunos países que no es fácil.

La otra vía pasa por la mejora de las calificaciones de las personas que ya están dentro del mercado laboral, una de las asignaturas pendientes del sistema. Aunque se están dando pasos para dignificar estas enseñanzas, integrándolas de facto dentro del núcleo de las enseñanzas profesionales, la realidad es que estas son demasiado tímidas.

 

David Rodríguez
Secretario Técnico 

 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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