¿Quién alimenta los barrios? Apuntes de alimentación y vida cotidiana
- Marta Pons Cabanes - Coordinadora general de Food Coop Bcn
- 09-04-2019
- 413 Lecturas
Instagram está lleno de comida: la obsesión foodie que convierte el alimento en un objeto de consumo y por lo tanto fotografiable. ¿Qué imaginarios se ponen en juego cuando hablamos de alimentación? Las redes sociales también construyen la realidad, definen cuál es la norma y qué queda fuera. En la transición hacia un sistema alimentario más justo, saludable y sostenible, es necesario reivindicar una mirada a la cotidianeidad, desigual y periférica más allá del contexto “Instagram” y de lo políticamente correcto.
Pese a ser reconocida como una necesidad básica imprescindible para la vida, la alimentación no tiene suficiente visibilidad ni relevancia en los debates y agendas políticas. ¿En manos de quién dejamos la alimentación? Justamente porqué los mercados globales controlan el subministro de alimentos, la alimentación pasa a ser ineludiblemente una cuestión política. En este sentido, la Carta Alimentaria de la Región Metropolitana de Barcelona impulsada desde el PEMB es una apuesta para dar valor y defender la alimentación como un derecho, también en el ámbito de las políticas públicas.
Cuando hablamos de alimentación hablamos en un sentido integral teniendo en cuenta todos los actores del ciclo alimentario desde el campo al plato: producción, agroindustria, distribución, comercio, restauración y consumo final. Pero también hay que hablar de otros ámbitos más transversales como, por ejemplo: género, salud, educación, emprendeduría, servicios sociales, cultura, etc. Incidir en la alimentación es incidir en diversos ámbitos de nuestras vidas.
Comemos a diario, es un hecho cotidiano. La alimentación es una ventana a la vida cotidiana de las personas y nos interesa poner a las personas en el centro. La vida cotidiana se entiende como todas las actividades que las personas llevan a cabo de manera diaria para cubrir las necesidades fundamentales. Desde una visión inclusiva, esta perspectiva trabaja para integrar las necesidades de todas las personas y, a la vez, busca equilibrar las desigualdades existentes. Preguntar sobre alimentación es personal y sabemos que lo personal es político. No sólo nos alimentamos para nutrirnos, comer también es placer y gozo, bienestar al fin y al cabo. Por otra parte, comer es un acto social, aunque comamos solos o en compañía. En definitiva, reapropiarse de la dieta no es trivial, es reapropiarse de la vida, de las propias necesidades básicas y de cómo satisfacerlas.
Foto recurso utilizada durante la promoción de #FoodMapping
El sistema alimentario agroindustrial proporciona alimentos “económicos”, “rápidos” y “cómodos” dentro de un modelo basado en la inmediatez y en ritmos de vida poco sostenibles: en nuestra cesta básica encontramos los productos que se pueden conseguir, pero no necesariamente con los que queremos alimentarnos. Los entornos alimentarios pueden entenderse como la oferta alimentaria disponible para las personas en su entorno próximo y en su compra cotidiana, así como la calidad nutricional, la seguridad, el precio, la conveniencia, el etiquetado y la promoción de los alimentos (FAO, 2016).
El modo en el que nos alimentamos genera una dieta que puede responder o no a nuestras necesidades fisiológicas y socioculturales y en función de su adecuación generará un equilibrio o no en nuestro organismo; siendo las condiciones sociales y económicas las que ejercen mayor influencia. Llegadas a este punto, tenemos que ser capaces de darle la vuelta al discurso y articularlo en positivo, donde hay desigualdades hay oportunidades. Si el entorno alimentario influye en nuestras vidas, también al revés. Las personas tenemos la capacidad de influir en nuestros entornos alimentarios, este es “el poder de la cesta de la compra”. Desde aquí, es necesario poner de relieve como resuelven los hogares su alimentación cotidiana; teniendo en cuenta las estrategias económicas y también las no económicas. Esto supone dar más fuerza y voz a las narrativas alimentarias de los barrios y sus comunidades.
¿Cuáles son la 3 problemáticas que más afectan a tu barrio? #FoodMapping
Si el principio es incorporar la alimentación en clave de política pública, nos interesa el alcance y los impactos. Estas voces que hay que incorporar son voces contradictorias que manifiestan ciertas tensiones y conflictos que son oportunidades de cambio; por ejemplo, las personas que compramos una parte de nuestra cesta en supermercados y vamos con el “tupper” de vidrio para ahorrar el exceso de plástico, las que tenemos beca en el comedor escolar por familia numerosa, las que dejamos la cooperativa de consumo después de tener el primer hijo porqué nos era imposible conciliar precio, familia y principios; en definitiva, las que quedan fuera de los discursos de vulnerabilidad y exclusión social pero tampoco juegan en la liga de “primera división agroecológica”. El propio movimiento agroecológico impulsa este debate en torno al cambio de escala de sus prácticas para llegar a más gente y garantizar la sostenibilidad de los proyectos; haciendo germinar algunas experiencias relevantes como el proyecto Food Coop, un supermercado cooperativo en Barcelona. Y a su vez, los supermercados convencionales incorporan productos ecológicos en sus lineales, presionando los precios a la baja.
En cuanto a los discursos de exclusión y vulnerabilidad, algunas voces indican que “puede ser un error estudiar colectivos que se consideren más afectados que otros por la crisis económica, por dos motivos. De una parte, aún que sea necesario estudiar a los que se encuentran en situación más vulnerable, muchas de las respuestas a la crisis se encuentran en aquellos colectivos que reaccionan a situaciones complejas, pero no extremas. (…) De otra parte, la crisis no afecta sólo a unas pocas personas. Esten o no en una situación crítica, “los estudios indican que los hogares sin privación material también reaccionan a ella” (Molero, López, Arroyo 2018).
LAS MUJERES ALIMENTAMOS EL MUNDO
En este intento de incorporar otras narrativas alimentarias, hay que hacer mención especial a los individuos que se consideran “no organizados”. Las personas se organizan, pero no todas están en organizaciones formalizadas ni visibilizadas que requieren un tiempo que hay que ver en manos de quien está. El tiempo de trabajo productivo y remunerado se ha tomado como vertebrador de los horarios urbanos, y cuando consideramos las tareas domésticas, de cura o de ocio, observamos que estas actividades tienen una lógica temporal sincrónica y cotidiana muy diferente de la lógica diacrónica del trabajo-ocupación (Teresa Torns, 2003).
La alimentación, en la medida que se sitúa en la esfera de las curas, ha sido históricamente una responsabilidad feminizada. Hoy en día, en los informes de tareas del hogar, las actividades relacionas con la alimentación son realizadas, de media, en un 70% por las mujeres (Camas García F., 2016). Aún así, las mujeres somos el último eslabón del sistema alimentario. Es necesario un reconocimiento de todos los trabajos que sostienen el ciclo alimentario, dando visibilidad e importancia a las economías de las curas. La gestión de la vida cotidiana no se produce únicamente en el interior de las viviendas. Hay una parte de esta gestión que se desarrolla en el espacio público, espacio hasta hace poco considerado masculino. Es necesario socializar y visualizar las tareas de atención y curas tradicionalmente asignadas a las mujeres adaptando los espacios y las actividades de la ciudad (Bofill, A. 2005).
Algunas de las participantes durante la experiencia #FoodMapping
Mis compañeras, Irene Navarro, Nel·la Saborit y Paula Salvatella, apuntaban en un artículo anterior en el bloc la potencialidad de las marchas exploratorias de vida cotidiana como herramienta metodológica en el estudio de las movilidades urbanas. Las marchas exploratorias son rutas a pie y debates en los que la ciudadanía analiza el entorno urbano y detecta necesidades. Son elementos de diagnosis que permiten hacer auditorías del espacio urbano y la vida cotidiana a partir de la observación, la experiencia directa y la participación de las mujeres; y por lo tanto, incorporar la perspectiva de género en el diseño del espacio urbano y las diferentes voces relevantes en su construcción. ¿De qué manera la metodología de las marchas exploratorias surgidas desde el urbanismo puede inspirar la exploración de los entornos alimentarios? ¿Qué principios y qué prácticas pueden estimular la vitalidad social y económica de las ciudades en clave alimentaria?
Hay que promover iniciativas que no se limiten a ser consumidoras de conocimiento, sino que también sean productoras de saber. Donde la ciudadanía participa en el proceso de investigación científica, más allá de la recolección de datos, incluyendo el derecho de los agentes no científicos a ser informados, a deliberar, a codecidir. Delante la visión elitista, confrontar la democratización de la ciencia, entendida como una tarea colectiva, en la que se reconoce de entrada a todo el mundo la capacidad de participar, ser y hacer ciencia (Ecos de transformació #5, 2018).
FoodMapping, proyecto piloto de ciencia ciudadana impulsado desde el PEMB para el mapeo colaborativo de entornos y hábitos alimentarios, tiene este espíritu y es la primera fase del Big D(ie)ta, una intervención más ambiciosa que consiste en el diseño participativo de indicadores relacionados con la alimentación que puedan incorporarse a los sistemas de indicadores de calidad de vida del Área Metropolitana de Barcelona. FoodMapping quiere ser una piedra lanzada para remover las aguas de este río que es el sistema alimentario y que se nos presenta a menudo inalcanzable. ¿Quién se apunta a lanzar piedras al río?
Mapeo colaborativo de entornos alimentarios #FoodMapping
Para una metrópolis resiliente, en la que los barrios garanticen la satisfacción de las necesidades de toda la ciudadanía, hay que construir entornos y contextos que promuevan los usos equilibrados entre todas las personas que los habitan y entre las diferentes esferas de actividad, no jerarquizadas: productiva, reproductiva, comunitaria y personal.
En este sentido, la escala región metropolitana es relevante. La complejidad de las necesidades sociales requiere políticas de proximidad que no tienen por qué ser localistas; se tienen que articular a escala de los territorios metropolitanos para incidir en una auténtica política de reducción de las desigualdades sociales y de la segregación territorial que deviene el eje central del Nuevo Plan Estratégico Metropolitano Visión 2020-2030.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.