Las mujeres son el 50% y aún es necesario recordarlo

Hacer creer que el feminismo se está imponiendo es una manera de debilitarlo. No estamos tan cerca como quieren que parezca en términos de igualdad

Un reciente artículo en La Vanguardia explicaba que el número de mujeres ocupando lugares de responsabilidad en algunos de los principales organismos económicos internacionales (FMI, Banco Mundial, OCDE, BCE…) ha crecido significativamente en los últimos años. Una buena noticia, sin duda. Quizás deslucida, eso sí, por el tono un tanto triunfalista del titular escogido: “La economía es de ellas”.

Manifestación 8M Granada (2018). Fotografía: J.M. Grimaldi / Junta de Andalucía

Que la economía se encuentra aún lejos de ser de ellas se constata no sólo con el hecho que únicamente el 5% de las empresas de la lista Fortune 500 sean dirigidas por mujeres, o que en las empresas españolas ocupen únicamente el 15,4% de los lugares directivos y, además, cobren un 18% menos que los hombres en posiciones similares; lo comprobamos estadística a estadística, hecho a hecho en el funcionamiento cotidiano de nuestras economías.

Trabajos como la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos o el Informe sobre el Bienestar Económico y Material de la Fundación ‘La Caixa', por ejemplo, alertan sobre la posición especialmente vulnerable de las mujeres en el contexto de crisis y en la pobreza que ésta ha generado y persiste: desde una tasa de riesgo de pobreza 4 puntos más elevada que en el caso de los hombres, hasta el 40% de mujeres de 46 a 55 años que no disponen de ingresos propios o son inferiores a 500 euros mensuales. Las mujeres, como también reconocía hace poco un diario, se encuentran, en general, en una situación económica peor que en el año 2008: más paro, más de larga duración, mayor brecha salarial, más precariedad… Las mujeres recién llegadas y las que forman familias monoparentales aún lo sufren con más crudeza.

Pero esta idea de anunciar que estamos en “el momento de las mujeres” y que ya tenemos a tocar la práctica normalización de su situación en la sociedad se está reproduciendo bastante en los medios. Así, en otro artículo reciente, Bloomberg destacaba que 26 de las 100 ciudades más grandes de los Estados Unidos tienen alcaldesa y afirmaba que, con estas cifras, el 2018 se podía proclamar como el “Año de la mujer”. Sin duda es un porcentaje importante teniendo en cuenta que el año pasado eran 20 o que en Cataluña el porcentaje de mujeres alcaldesas es, hoy en día, del 19%.

Pero es que es necesario insistir (¡todavía!) que las mujeres son el 50% de la Humanidad y que, en consecuencia, estamos a gran distancia de noticias que conduzcan a desatar ninguna euforia ni a proclamar ningún año triunfal. Lo constatan día a día, por ejemplo, las impulsoras de la Asociación 50 a 50 cuando quieren llevar a cabo su tarea de lobby por la igualdad en lugares de responsabilidad: la buena acogida de la iniciativa y las palabras conciliadoras de las declaraciones públicas del sector dirigente masculino raramente encuentran repercusión en las salas en las que se reúnen para negociar medidas concretas.

La realidad es que la mitad de la población, aquí y en el resto del mundo, sigue lejos de la visibilidad, la influencia y las oportunidades de la otra mitad, como recuerda el Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas nº 5: “Conseguir la igualdad entre los géneros y empoderar todas las mujeres y niñas”. No sólo eso, sino que sufre discriminación expresa y violencia sistemática, en volúmenes y formas insoportables. También en nuestro entorno inmediato.

Se trata de una situación de desigualdad en la que el ser humano lleva instalado desde hace milenios (al menos desde la Revolución Agrícola, como nos recuerda Y.N.Harari en Sápiens) y que, como señala la antropóloga de la UB Mercedes Fernández-Martorell en su último libro Capitalismo y cuerpo, adquiere unas características de especial injusticia en la era capitalista. Es por ello por lo que, reconociendo que movimientos como el #MeToo este último año contribuyen a hacer más visible esta situación, es necesario alertar sobre cierta tendencia en los últimos tiempos al sobredimensionamiento rallando a veces la sobreactuación en los medios cuando se presentan determinados hechos que impactan en la opinión pública, pero que en términos reales no se traducen en los avances esperados.

Portland, Oregon Impeachment March, 01/20/17, rally at Terry Schrunk Plaza and then march through downtown Portland to Tom McCall Waterfront Park

Un ejemplo: el editorial de uno de nuestros diarios tildaba de “Nobel en clave feminista” el galardón de la Paz otorgado a Nadia Murad y Denis Mukwege por su lucha contra los crímenes sexuales contra mujeres y niñas en los conflictos bélicos, como si hiciese falta apelar a los valores feministas para entender que el atropello de los derechos humanos más básicos es inadmisible. ¿A quién interpela, entonces, un titular así?

Para no hablar del “tsunami feminista español” anunciado a doble página en otro rotativo con motivo de las movilizaciones por el caso de “La Manada” o el 8 de marzo, que da la impresión de que se esté produciendo toda una revolución cuando de lo que se trata es de un grito colectivo de rabia y desesperación en un país que, por ejemplo, ya registra 39 mujeres asesinadas por violencia machista este año, acercándose a pasos de gigante a las 1.000 en los últimos 15 años.

Querer hacer creer que el feminismo se está imponiendo es también una manera de debilitarlo, y más cuando lo que se va consiguiendo con mucha lucha y esfuerzo cuesta tanto de mantener y cuando la capacidad de contraataque de la visión patriarcal del mundo se muestra implacable, poniendo Kavanaughs en frente del #MeToo o el aparato del Estado delante de la “marea verde” argentina. Seguir perpetuando la desigualdad es un hecho que la sociedad, en su conjunto (por lo tanto, incluyendo a la otra mitad), no se puede permitir. El cambio, en definitiva, se tiene que hacer de manera conjunta, pero especialmente debe ser real y sin ambigüedades entre los que ocupan ahora posiciones de poder o influencia.

Pañuelazo por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito - Santa Fe - Santa Fe - Argentina - Hospital - Iturraspe

Porqué el camino que queda por recorrer es aún muy largo e intrincado, teniendo en cuenta que, en las condiciones actuales, el Informe de Brecha de Género Global del Foro Económico Mundial estima que la igualdad efectiva se podría llegar a conseguir en 217 años. Evidentemente no nos podemos resignar a esperar tanto. Nuestra generación quiere vivirlo o, al menos, dejar este mundo con la certeza que lo podrán vivir nuestras hijas e hijos. Y por ello hay que actuar de manera más expeditiva y contundente, como reclamaba Sara Berbel en la clausura de la jornada “La equidad de género, éxito del buen gobierno metropolitano”, organizada por la Agencia de Transparencia del Área Metropolitana de Barcelona. Se debe hacer efectivo todo aquello que se encuentra ya contemplado en leyes y regulaciones, inspeccionar, evaluar y sancionar cuando sea necesario. Y seguir ampliando el campo de acción.

Desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona tenemos el firme compromiso de contribuir a que Barcelona se encuentre en la primera fila de las metrópolis que avanzan en la equidad de género. La feminización, como uno de los vectores clave de la transformación de la ciudad hacia el futuro, debe ser impulsada también desde el nuevo plan estratégico como una cuestión transversal y de manera efectiva, no desde los titulares. Queremos trabajar, en el horizonte 2030, para revertir desde la base las situaciones de falta de equidad en la economía y la política, como también en el urbanismo, la movilidad, la universidad y la investigación, la cultura y el deporte, y en otros campos capitales como la justicia, la participación y la gobernanza metropolitana, como persigue el programa Deméter del AMB.

Se trata, no sólo de promover una mayor visibilidad, presencia y participación de las mujeres en el proceso de elaboración del propio plan, como por ejemplo en una comisión asesora que vele por la atención a la perspectiva de género, sino de acompañar el proceso de cambio en todos los ámbitos que tienen que ver con la planificación y la gestión de la metrópoli para introducir nuevos parámetros y nuevas maneras de hacer que tengan en cuenta la necesidades hoy no atendidas y que perpetúan situaciones de desigualdad para la mitad de la población.

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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