Laboratorios ciudadanos para construir metrópoli

Todo el mundo sabe lo que es un laboratorio, pero cuando hablamos de laboratorios ciudadanos, nos preguntamos: ¿Qué son?
La respuesta no parece fácil, aunque el concepto no se aleja demasiado del que se una en el ámbito científico. Lo que cambia es el entorno, las personas que intervienen en él y el material con el que se experimenta. Si, además, añadimos la idea de que estos laboratorios ciudadanos colaboran en la construcción (o diseño) de la ciudad*, resulta más difícil saber de que se trata y se hace necesario explicar qué queremos decir. Quizás parte de la dificultad reside en el hecho de mezclar dos dimensiones -la individual y la colectiva-, pero precisamente esta combinación es la que nos permite pasar de “meros” individuos a ciudadanos conscientes de lo que implica vivir en sociedad.

Imagen de una sesión facilitada del PDU Metroplitano

Podemos formular la definición de múltiples maneras, pero una de ellas podría ser la siguiente: “Un laboratorio ciudadano es un lugar de encuentro público -en contraposición a lo privado- en el que se reúne un grupo heterogéneo de personas (en edad, sexo, formación, cultura, nivel socioeconómico…) para compartir saberes y experiencias en pro de un interés común”.

Trabajan en red y participan en el diseño de ciudad, entendida como la suma de elementos diferentes: un territorio, con límites geográficos y administrativos a veces no demasiado claros; las personas que viven en ella, así como las interacciones sociales que se dan, y un modelo de ciudad que incluye la memoria colectiva, un imaginario compartido y unos valores creados en decurso del tiempo que identifican a la población como miembros de la misma comunidad y crean sentimiento de pertenencia.

Esta propuesta de definición se sustenta en tres pilares:

  1. La existencia de un lugar de encuentro público donde interactúa la ciudadanía no necesariamente de forma física sino también virtual.
  2. La creación de una comunidad heterogénea que trabaja en red, usando las TIC, en un proyecto de interés común, con estrecha vinculación a los retos y oportunidades del entorno en el que se ubica.
  3. Una metodología de trabajo que incluye técnicas de mediación/facilitación y fomenta la creación de prototipos.

Laboratorio Ciudadano

De hecho, estos laboratorios ciudadanos tienen muchas de las cualidades propias de los científicos, pero añadiendo cualidades humanas como la curiosidad, la resistencia al fracaso, la retroalimentación, el método del aprender haciendo…, pero la más importante de todas es la escucha activa.

Podemos encontrar laboratorios ciudadanos en diferentes espacios y equipamientos socioculturales, pero el caso de las bibliotecas es especial. No sólo porqué reúnen muchas de las condiciones necesarias, sino sobre todo porqué ya trabajan en red, como apuntaba en el post “Trabajo en red, cultura en marcha”. Este hecho quedó patente en el “Taller para desarrollar proyectos colaborativos en las bibliotecas”, organizado por MediaLab Prado, a finales de 2019, en el que cerca de 100 personas de diferentes ámbitos colaboramos en la creación de prototipos para 9 proyectos bibliotecarios.

Todo lo que se pueda decir sobre bibliotecas se puede extrapolar, también, a otros entornos como centros cívicos, fábricas de creación o espacios de coworking, entre otros. No sería muy complicado crear un modelo que pudiera replicarse en otros contextos.

Haciendo un esfuerzo de imaginación, si buscáramos una imagen que ayude a entender esta suma de conceptos -laboratorios ciudadanos para construir metrópolis- se podría usar la de sinapsis. En ésta, todos los puntos (neuronas) crean una red colaborativa que les permite conectarse a través de impulsos. De esta manera amplifican la señal, una de las características más interesantes de la sinapsis. Para que se cree y circule el conocimiento es básico que todos los puntos estén “conectados” con otros puntos del entorno, bien sea en el barrio, el distrito, la ciudad, la metrópoli o la región.

La creación de laboratorios ciudadanos, de todos modos, no siempre es espontánea. Es necesario dar un paso adelante como ha hecho la Red de Bibliotecas Municipales de Barcelona y pasar de un planteamiento más tradicional -que aún es válido- a uno de más complejo basado en el fomento de la participación ciudadana. Un buen ejemplo de este impulso es el Bibliolab, un programa de la Diputación de Barcelona que da apoyo a acciones que tienen como finalidad el acceso al conocimiento a través de la experimentación y metodologías innovadoras y creativas en un entorno colaborativo abierto a la ciudadanía.

Como organismo vivo que es, la ciudad se expresa a través de múltiples canales que actúan como sensores gracias a la escucha activa. Así pues, la primera fase de esta transformación es concienciar a la ciudadanía de la necesidad de expresar y hacer valer su voz, y acompañarla, en caso de que sea necesario, en el ejercicio de esta facultad.

En esta línea se enmarcan proyectos de participación ciudadana como Decidim.Barcelona, impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona, que recoge las propuestas de la ciudadanía en la mejora de la ciudad a través de una plataforma digital (también presencialmente). Este proceso participativo permitirá, por primera vez, decidir en qué se invierten los 75 millones de euros del presupuesto municipal reservados para este fin. A fecha de hoy, 10 de marzo, ya se han presentado 1.149 propuestas.

Tal y como avanzaban en el artículo “Tecnología, ciudad y democracia”, el teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia, Joan Subirats, y el director de Innovación Democrática, Arnau Monterde, se ha creado un nuevo foco de participación ciudadana en el Canódromo que podría pasar de ser un Parque de Investigación Creativa a un Ateneo de Innovación Democrática. La oficina del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona -que desde principios de año se ha trasladado también a este equipamiento- está contenta de compartir espacio con Decidim.Barcelona y -esperamos- compartir además proyectos en un futuro.

Como hemos visto, el embrión de los laboratorios ciudadanos puede estar en cualquier sitio, pero es el trabajo de todos y todas, sobre todo de las administraciones, aprovechar todo aquello que se “cuece” dentro. Ahora nos toca pensar como escuchamos, recogemos y trasladamos lo que nos dicen estos sensores ciudadanos a una esfera local, metropolitana o de región.

 

*En este artículo se usa el término ciudad en sentido genérico pero se refiere a cualquier población independientemente de su dimensión.

 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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