La metropolización de las agendas globales
- Maria Cortada - Gabinete técnico del PEMB
- 16-01-2019
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La mayoría de retos urbanos a los que quieren responder los ODS encuentran un espacio de intervención más adecuado en las áreas metropolitanas que en los municipios de manera aislada. Y pasa algo similar a la hora de implementar las directrices que propone la NAU. Pero ¿Cómo tiene que ser esta respuesta de las áreas metropolitanas? ¿Qué políticas se pueden desarrollar cuando una parte importante de las metrópolis del planeta no dispone de entidades institucionalizadas y muchas otras tampoco tienen un gobierno legitimado democráticamente? O, como es el caso de la AMB, ¿qué sucede cuando la complejidad del mapa de actores que contribuyen al desarrollo urbano no está articulada con suficientes mecanismos de gobernanza vertical (gobierno multinivel), ni de gobernanza horizontal (con sector público, privado, 3r sector, medios de comunicación, etc.)?
Tanto la ONU como el resto de los actores participantes en el desarrollo sostenible reconocen el rol destacado de los gobiernos locales en la implementación de las políticas derivadas de la Agenda 2030 y los ODS. Más allá del ODS 11, que propugna un modelo de ciudad sostenible, todo el conjunto de objetivos cuenta con medidas que hay que poner en marcha en el ámbito urbano. Las ciudades son los espacios donde se dará la transformación. Como decía Baumann, “son el problema y, a la vez, la solución”.
Pero cuando nos damos cuenta que buena parte de los retos futuros y disfuncionalidades urbanas que quieren resolver las agendas globales tienen un alcance más metropolitano que municipal, y cuando, tal y como decía la Dra. Mariona Tomàs en su paper “Tendencias metropolitanas en el mundo” (Observatorio Metropolis, 2016), precisamente las áreas metropolitanas se han convertido en el campo de batalla de los derechos humanos y, en concreto, del “derecho a la ciudad”, es cuando claramente surge la necesidad de “metropolizar” las agendas globales, de afrontarlas conjuntamente por todo el territorio de cada área y con todos los actores involucrados.
No obstante, ¿Cuál es el gran problema, el caballo de batalla de las metrópolis? La gobernanza. ¿Qué pasa en aquellos sistemas de ciudades o áreas metropolitanas que no disponen de una institución que cohesione y lidere la gobernanza metropolitana y ni tan solo de mecanismos ligeros pero consolidados de codecisión política y cooperación interinstitucional? Pues que, a primera vista, se puede augurar que emergerá el problema clásico: la falta de mecanismos de gobernanza metropolitana hace que, pese a que se pueda avanzar en la cooperación puntual en determinadas áreas de actuación pública, no se llegue a tener una aproximación por todo el territorio, integral, coherente y sincronizada en el tiempo en la construcción de las nuevas bases para el desarrollo sostenible, que justamente es lo que pide la Agenda 2030.
Éste ha sido y sigue siendo el gran obstáculo argumentado para posponer el abordaje de problemas urbanos importantes como la desigualdad social en el territorio o la insostenibilidad e ineficiencia de muchos sistemas urbanos (energético, alimentario, económico, la convivencia y seguridad, etc.). Pero este problema clásico de las áreas metropolitanas ya no puede servir de excusa. “Ahora” es el momento. La Agenda 2030 y la NAU dan la oportunidad a todas las metrópolis de ser ambiciosas en el planteamiento de su desarrollo futuro, de ser la muleta para transformar el paradigma del metabolismo urbano y justificar únicamente planteamientos sostenibles en el tiempo y con los recursos regenerables. Y incluso, ¿Por qué no?, ir más allá de lo que proponen los ODS y la NAU. Pero esta oportunidad, al mismo tiempo, pide también hacer un salto y seguir avanzando en la construcción de la gobernanza metropolitana, con los mecanismos y formas que sean útiles en cada caso.
Y en esta construcción, es importante no confundir la gobernanza con la disponibilidad de una institución. Como ya deja entrever el ODS 17, sobre alianzas para alcanzar los objetivos, es ingenuo pensar que los estados o todo el conjunto de gobiernos de un estado podrán transformar el paradigma de desarrollo por si solos. Por lo tanto, no es tan importante que existan instituciones metropolitanas con elevada capacidad de actuación, sino que importan más los mecanismos de cooperación metropolitana y la gobernanza soft. Pero eso sí, tiene que haber una mayor cultura de gobernanza metropolitana compartida: diálogo, codecisión y cooperación entre todos los actores de la cuádruple hélice, añadiendo también, a los medios de comunicación y creadores de opinión.
Así, en el caso del AMB, para avanzar en alcanzar los ODS y el desarrollo de la NAU, parecería oportuno y necesario trabajar los siguientes aspectos:
De contexto:
- Asegurar el compromiso estatal en el trabajo para alcanzar los ODS, tal y como pide la Agenda 2030. Y éste parece que lo tenemos con el actual gobierno, con la creación del Alto Comisionado para la Agenda 2030, así como con el resto de las medidas que han puesto en marcha desde entonces. Así como está asegurado el compromiso del gobierno de la Generalitat con el desarrollo sostenible, concretado en el CADS y su clara incidencia en las políticas catalanas.
- Velar por la coherencia de las políticas nacidas a partir de la Agenda 2030 y el resto de las políticas nacionales, autonómicas y locales. No se podía estar trabajando en favor del ODS 7: Energía asequible y no contaminante, y, a la vez, tener el mal llamado impuesto al suelo que prohibía el autoconsumo energético compartido. Y no se puede trabajar en favor del ODS 16: Paz, justicia e instituciones sólidas, y, a la vez, tener empresas fabricantes de armas y permitir su venta a países en guerra, por poner dos ejemplos de políticas estatales.
- Asegurar las capacidades competenciales suficientes en las áreas metropolitanas para llevar a cabo las transformaciones oportunas, especialmente en los ámbitos relativos a la planificación y el metabolismo urbanos, para aplicar los cambios necesarios en el modelo de desarrollo. Quizás no se trata tanto de hacer traspasos jurídicos de competencias, que también sería deseable a medio plazo, como de establecer mecanismos de habilitación y, sobre todo, eliminar los obstáculos jurídicos a la actuación municipal y metropolitana en competencias no asignadas legalmente.
De proceso de trabajo y seguimiento:
- Establecer mecanismos de gobierno multinivel (coordinación vertical) que permitan el diálogo, los acuerdos, el seguimiento y la evaluación en la aplicación de la Agenda 2030. Se trata, no sólo de conseguir mayor incidencia política de las áreas metropolitanas y las ciudades en los programas nacionales de desarrollo sostenible, sino de que el Estado necesita de los actores urbanos para poder llevar a cabo estos programas. No se debe plantear como un mecanismo de coordinación jerárquica, sino de cooperación. Es este aspecto, también es clave que sean organismos de carácter técnico en los que no sólo se debatan compromisos políticos, sino que se acuerden actuaciones de transformación relevante, en base a los conocimientos científico-sociales y con la voluntad política necesaria.
- Establecer mecanismos de gobernanza metropolitana (coordinación horizontal) que permitan el diálogo, los acuerdos, el seguimiento y la rendición de cuentas en la aplicación de la Agenda 2030. Con incentivos adecuados para la participación del sector privado y, sobre todo, para la implementación de las medidas acordadas y su contribución al desarrollo sostenible. Se tiene que conseguir identificar y marcar prioridades que impliquen a todos los actores del territorio metropolitano, como recomienda Agustín Fernández de Losada en “Las Metrópolis ante las agendas globales” (Observatorio Metropolis, 2017). Y en esta línea, el PEMB puede contribuir a esta coordinación horizontal poniendo en marcha proyectos de concertación orientados a la transformación del modelo de desarrollo que se acuerden en los mecanismos de gobernanza.
- Iniciar procesos de revisión interna en todas las organizaciones del área metropolitana de Barcelona, tanto públicas como privadas y del 3r sector, para alinear con los ODS y la NAU tanto las políticas y planes de desarrollo estratégico y sectorial (Fernández de Losada, 2017) como el propio funcionamiento de la organización. Y no se trata de limitarse a establecer las relaciones entre las propias políticas y programas y las temáticas de los ODS, a modo de etiquetas de certificación. Se trata de ir más allá y asegurar que toda la actuación de la organización contribuye activamente a establecer un nuevo modelo de desarrollo de carácter plenamente sostenible. Con la planificación y el tiempo que sean necesarios, pero en la dirección correcta. En este sentido, en el PEMB iniciaremos este 2019 un nuevo proceso de elaboración del plan estratégico, y la alineación con los ODS y la NAU vehiculará buena parte tanto del proceso como del plan resultante.
- Establecer los sistemas de información necesarios y útiles para hacer el seguimiento del logro de los ODS en el área metropolitana, de la forma más cooperativa posible y que permita la comparabilidad. En esta línea, el PEMB ha iniciado un proyecto de construcción de los indicadores locales de evaluación del logro de los ODS, que pueda ser compartido por los municipios de la RMB, y también difundido por el resto de la demarcación de Barcelona y toda Cataluña.
El logro de los ODS y la implementación de la NAU son una tarea difícil. Todos lo sabemos. Pero es necesaria y positiva por la sincronía y la integralidad que pide a todos los actores, públicos y también privados. El plazo hasta el 2030 es suficiente para programar y llevar a cabo todas las transformaciones necesarias, incluso las más grandes. Es una cuestión de voluntad política para encontrar los recursos y sensibilizar. Lo decimos siempre, nos va en ello el planeta, nos va en ello la calidad de vida y la convivencia. De todos.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.