La loca loca carrera de ciudades para atraer Amazon
- Oriol Estela - Coordinador general del PEMB
- 16-10-2017
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'Si representa a una organización de desarrollo económico regional o de una ciudad en Norteamérica y quiere hacer llegar su propuesta para alojar la segunda sede central de Amazon (HQ2), envíe un correo a nuestro equipo a amazonhq2@amazon.com. Puede ver el documento de solicitud de propuestas aquí. Esperamos tener noticias suyas'.
Con este anuncio, hecho el 7 de septiembre, el gigante del comercio electrónico Amazon ha trastornado los ayuntamientos, las cámaras de comercio y los agentes económicos en general de decenas de ciudades de Estados Unidos y Canadá, empujándolas a una carrera contra-reloj (el plazo de presentación de solicitudes termina el próximo 19 de octubre) para activar y comunicar sus armas de seducción y atraer lo que se ha presentado como una inversión descomunal para los próximos 10-15 años: 5.000 millones de dólares de inversión en 500.000 metros cuadrados de terreno donde construir hasta 8 millones de metros cuadrados de techo, generando más de 50.000 puestos de trabajo con sueldos medios por encima de los 100.000 dólares.
Las características que busca Amazon en la ciudad a seleccionar, en el que ya se denomina el 'HQ2 Derby' son:
- Un área metropolitana con un millón o más de residentes
- Un entorno estable y business-friendly
- Una localización urbana o suburbana con el potencial para atraer y retener fuerte talento técnico
- Comunidades que piensen en grande a la hora de considerar opciones de localización y de suelo
El lugar donde se edifique el complejo, además, también debe contar con servicio suficiente de transporte público y debe encontrarse un máximo de:
- 30 millas de un centro urbano
- 45 minutos de un aeropuerto internacional
- 2 millas de una autopista o nudo viario
Existen pocos precedentes de 'subastas abiertas' de inversiones como ésta; la más reciente y sonada, pero mucho más modesta, fue en 2001 el proceso de traslado de la sede central de Boeing, que finalmente fue a parar a Chicago.
Muchas de las aproximadamente 50 ciudades estadounidenses que cumplen los criterios objetivos de la convocatoria ya han manifestado su voluntad de competir. Algunas, como Baltimore, lo hicieron el mismo día del anuncio de Amazon. La declaración de la alcaldesa Catherine E. Pugh, manifestando su voluntad de 'perseguir enérgicamente esta oportunidad' dio el disparo de salida a una carrera que se prevé dura e intensa. En una semana, más de 100 ciudades (por lo tanto, muchas que ni siquiera cumplen los criterios objetivos) habían hecho lo mismo. Nadie escatimará esfuerzos: Chicago, a partir de la experiencia con Boeing, ha organizado a contra-reloj un equipo de 600 personas para preparar su propuesta. Tampoco imaginación, como refleja la página web The Ringer, que está haciendo la recopilación de los ofrecimientos y posicionamientos públicos más extraños y desesperados.
Es evidente que, a pesar de los enormes beneficios prometidos, la ciudad que resulte ganadora se enfrentará a un reto descomunal. Una de las cuestiones más controvertidas será la capacidad de garantizar vivienda suficiente, no sólo por el esfuerzo que supondrá desarrollar un nuevo parque de vivienda adecuado para las cifras que se manejan (a menos que se trate de una ciudad que pierda población), sino por la fuerte presión al alza que se producirá sobre los precios y los alquileres del conjunto de la ciudad, incluyendo el espacio para oficinas. Una presión que ya ha experimentado Seattle, donde está la única sede central actual de la empresa.
Asimismo, Seattle, de la que se dice que ha vivido un 'Amageddon' desde que la empresa inició su imparable expansión (el peso de Amazon en Seattle es descomunal, como se puede ver en este gráfico), es una ciudad que registra unas fuertes desigualdades salariales, hasta el punto que el gobierno municipal ha tenido que aprobar un nuevo impuesto sobre los salarios más elevados. La capacidad y eficiencia del transporte público es uno de los otros elementos a tener en cuenta en esta carrera.
Hablando de los posibles incentivos que las ciudades puedan ofrecer, organizaciones como el Institute for Local Self-Reliance o Good Jobs First tienen puesto uno de sus focos en todo lo que ya ha conseguido Amazon y su impacto sobre las economías locales, destacando los más de 750 millones de dólares recibidos en subsidios para favorecer la ubicación de sus almacenes. Estos y otros think tanks han denunciado que la referencia explícita no sólo a ayudas económicas, sino también a cambios legislativos entre los requisitos para presentar candidaturas hace pensar en una competición feroz entre ciudades que termine haciendo, como ya se ha comprobado en la carrera para las nominaciones olímpicas, por ejemplo, que los costes reales superen los beneficios prometidos. E insisten en que, para lograr un desarrollo económico local más resiliente e inclusión, el papel de las instituciones ancla puede ser tan o más importante que el de las grandes inversiones venidas de fuera.
En cualquier caso, Amazon ha señalado, mejor que cualquier manual de economía urbana, cuáles son los factores clave para el desarrollo de la industria tecnológica:
- Capacidad de producir talento técnico competente.
- Acceso a los mercados locales y globales mediante infraestructuras modernas.
- Un entorno urbano conectado y sostenible.
- Cultura y diversidad.
Ahora bien, hay dudas de que alguna ciudad pueda reunir la experiencia o el dinero, ni saber mejor que Amazon lo qué quiere la misma empresa. Por eso existe, también, la sospecha de que la elección ya ha sido tomada de antemano y que todo este proceso no sirve más que para exprimir beneficios adicionales de la ciudad seleccionada. Hay que tener en cuenta que habrá muchas ciudades perdedoras que, en momentos de estrecheces económicas, habrán dedicado muchos recursos humanos y materiales en la competición y que se llevarán una decepción que podría acabar derivando en inestabilidad política y social. Todo ello sin que ninguna de ellas, ni ganadora ni perdedoras, estén atacando los verdaderos problemas estructurales de sus comunidades y estén, posiblemente, creando otros nuevos (gentrificación, desinversión en las zonas más necesitadas, brecha salarial, etc.).
Sin embargo, la naturaleza de la inversión propuesta (una segunda sede central no es un caso frecuente) hace que no se pueda prever cuál es la intencionalidad de Amazon. Se comenta que lo que interesa es una ciudad que le pueda ofrecer un proyecto de crecimiento compartido, tejer una alianza para disponer de una ciudad a medida (Seattle ya estaba en gran parte 'hecha'). O bien hacer una operación de imagen a gran escala contribuyendo a la recuperación de alguna ciudad en declive o que haya sufrido alguna catástrofe, como podría ser el caso de New Orleans o Houston.
Sea como sea, el debate se encuentra actualmente en cómo hacer que las exigencias de Amazon se vean correspondidas con algún tipo de beneficio que la empresa no hubiera aportado en caso de elegir directamente por sí misma, como por ejemplo contribuir a hacer crecer el parque de vivienda asequible, impulsar unos salarios mínimos más elevados en los trabajos menos cualificados, apoyar el desarrollo comunitario para la innovación y la emprendeduría o contribuir significativamente a la mejora del espacio público.
El proceso de selección es seguido con el mismo interés por las ciudades participantes que por las grandes empresas de Silicon Valley, que intuyen que la decisión final puede desvelar los motivos reales del movimiento realizado por Amazon (no se ha expresado hasta ahora una razón específica) y marcar una tendencia que tarde o temprano deban seguir, provocando un cambio en la geografía económica estadounidense y quién sabe si también a escala global.
Por ello, la pregunta clave para nosotros sería: ¿Puede marcar este movimiento una tendencia también a escala internacional? ¿Podría pasar lo mismo con la instalación de una posible futura sede europea de una empresa de las dimensiones de Amazon? El rechazo a una inversión como la que proponía Eurovegas fue muy amplio, pero ¿Lo sería en el caso de una proposición no tan éticamente cuestionable, pero que también esconde potenciales impactos negativos (aparte de los ya citados, pensamos también en el impacto sobre el pequeño comercio urbano)? Creemos, como no puede ser de otra forma desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, que hay que tener herramientas de análisis y respuestas preparadas en este tipo de circunstancias, y la mejor de ellas es disponer de un proyecto ampliamente compartido de futuro que proponga qué modelo territorial, económico y social queremos para la Barcelona de mediados del siglo XXI.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.