La contribución del PEMB a la gobernanza metropolitana

Nuevas alianzas, nuevas herramientas y nuevos procesos del Compromiso Metropolitano 2030

En las últimas semanas parece haberse reactivado el debate sobre la gobernanza metropolitana, en particular a partir del acto de presentación del documento La hora de la Barcelona metropolitana que el Círculo de Economía publicó conmemorando los 50 años de un libro, Gestión o caos: el área metropolitana de Barcelona, considerado una de las contribuciones clave a la construcción de la metrópoli barcelonesa.
 
En el documento actual, el Círculo reclama que la forma de gobernar el territorio responda más a una realidad que ya supera los límites administrativos, no sólo municipales, sino incluso del área metropolitana, que cuenta con una institución de gobierno desde 2010. Se trata de lo que habitualmente se ha llamado región metropolitana, que abarcaría las comarcas de El Maresme, los dos valleses, el Baix Llobregat al completo y, en según qué formulaciones, al menos parte de la veguería del Penedès.

Regió metropolitana de Barcelona

En este debate se detecta un amplio consenso –municipio arriba, municipio abajo– en el reconocimiento de esta realidad que en el PEMB identificamos como 'la ciudad de los cinco millones'. Otra cosa es la manera en que se debe gobernar un ámbito metropolitano de este peso demográfico y esta extensión en un país pequeño como es Cataluña. Y aquí es donde corremos el riesgo, una vez más, de caer en la parálisis por análisis y en el enquistamiento por querer encontrar la solución a un reto que aún hoy ninguna ciudad del mundo ha sabido resolver de manera plenamente satisfactoria.

Vamos paso a paso. Lo primero que hay que constatar es que no existe algo parecido a una gobernanza metropolitana que se pueda aislar de otras gubernaturas. Dicho en otras palabras, la única gobernanza efectiva en cualquier territorio, en cualquier momento y ante cualquier reto es la gobernanza multinivel, la acción compartida desde todos los ámbitos de gobierno contando, además, con los canales de participación correspondientes para incorporar la mirada y la acción de los actores del territorio.

Hablamos, pues, de la contribución de una escala territorial determinada a la gobernanza del conjunto. Y en este sentido hay que constatar, en segundo lugar, que la escala metropolitana es habitualmente la última en llegar a un sistema de gobernanza multinivel preexistente. Es cierto que en nuestro caso podemos considerar que lo serían las veguerías, pero el hecho de que no se hayan desplegado como preveía el Estatuto deja esta consideración en suspenso.

Por ello, tanto la Corporación Metropolitana de Barcelona en 1974, como las agencias metropolitanas y la mancomunidad en 1987, como el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) a partir del año 2010 tenían que encontrar encaje en un entramado de límites administrativos, de competencias y de reparto de recursos que necesariamente se tenía que reorganizar para hacerles lugar. Ninguno de estos procesos, lógicamente, fue sencillo.

Todavía nos falta una tercera constatación, y es que si hay unos territorios difíciles de delimitar en un momento dado (¿dónde acaba la metrópoli y dónde empieza el resto, y al revés?) y con unas dimensiones elásticas y cambiantes, son las metrópolis. De este modo, cualquier delimitación administrativa que las quiera contener puede quedar obsoleta en cuestión de años si se producen nuevas inversiones en movilidad o si se extienden los trasiegos en el mercado de la vivienda.

Si a todo esto le añadimos un clima de polarización y de falta de entendimiento político en muchos temas de gran relevancia para nuestro futuro como es el actual, tenemos ya sobre la mesa suficientes elementos como para considerar que la respuesta a la gobernanza metropolitana no puede pasar de nuevo por sobreponer una nueva capa institucional a las ya existentes. Al fin y al cabo, la creación de nuevas estructuras administrativas para gobernar un territorio no deja de ser una receta del siglo XIX que, en gran medida, aplicada a los retos urbanos del siglo XXI tiene cada vez menos sentido.

Governanza metropolitana

¿Cuál debe ser, pues, la fórmula para conseguir llevar a cabo políticas de manera más coordinada, diríamos que incluso compartida, en esta ciudad real de cinco millones de habitantes?

En primer lugar, el requisito esencial para hacer frente a un problema es reconocer que existe este problema. Y, a pesar de los toques de atención al respecto que suelen recibirse ocasionalmente desde algunas instituciones (como ha sido en este caso desde el mundo económico y empresarial), todavía hay demasiadas reticencias y demasiadas excusas por parte de algunos de los actores más relevantes a la hora de entender que los límites administrativos interfieren en muchos aspectos de las vidas cotidianas de las personas y pueden afectar al buen funcionamiento de las empresas o a la acción adecuada de entidades sociales.

En segundo lugar, hay que ser conscientes de que aplazar la búsqueda de soluciones a este problema supone mantener disfunciones que cada vez serán más difíciles de revertir y, al mismo tiempo, conlleva perder oportunidades que pueden pasar de largo. Aunque existiera consenso sobre cómo formalizar una nueva gobernanza, el proceso se alargaría un tiempo del que no disponemos a la velocidad a la que se suceden los cambios en nuestro entorno y en la propia metrópoli.

Se necesitan, pues, respuestas rápidas y flexibles, orientadas a la resolución de problemas más que al lamento inacabable sobre las dificultades del camino.

El Compromiso Metropolitano 2030 es la herramienta que el PEMB ha puesto sobre la mesa para avanzar desde ya en la gobernanza de la ciudad de los cinco millones a partir de las administraciones y las instituciones hoy existentes, incorporando, además, organizaciones ciudadanas y actores del sector privado y de la academia. Y lo hace mediante ocho misiones que suponen la definición de un objetivo estratégico compartido por cada uno de los ocho grandes retos a los que se enfrenta la región metropolitana y que tiene sentido abordar desde esta escala, con o sin –como es el caso– un gobierno específico.

Cogiendo, de manera alineada con las prioridades de todos los gobiernos, la misión 'Vivienda adecuada' como central, la oficina de coordinación del PEMB ejerce el rol, desde la aprobación del Compromiso Metropolitano 2030, de plataforma para la colaboración multiactor para diseñar respuestas de alcance de región metropolitana a las diferentes dimensiones de esta problemática.

Así, en el trabajo con la Red Metropolitana de Inclusión Residencial se abordan aspectos como la coordinación de las bolsas de alquiler social, en la colaboración con el Pacto Industrial de la Región Metropolitana de Barcelona se ponen sobre la mesa las posibilidades de la construcción industrializada o en el marco la estrategia RIS3Cat se contribuye a definir una política de descarbonización de viviendas que no expulse a las personas que residen en ellas.

Igualmente, el PEMB está llamado a incorporar la mirada de la ciudad de los cinco millones tanto al plan de la Generalitat para construir 50.000 viviendas hasta 2030 como a los planes locales de vivienda de municipios metropolitanos, como el de la propia Barcelona.

En nuestro trabajo cotidiano constatamos que muchas de las respuestas a las problemáticas a las que nos enfrentamos pueden venir de la construcción y la dinamización de alianzas entre actores muy diversos, del desarrollo de nuevas herramientas de trabajo (empezando por datos e indicadores adecuados) y de impulsar nuevos procesos de trabajo que beban de nuevas metodologías de resolución de retos como las que utilizan, por ejemplo, los laboratorios ciudadanos.

Por ello, la tarea que una organización pequeña como la nuestra puede llevar a cabo en estos ámbitos debería ser un exponente de lo que se puede conseguir con la voluntad de colaboración de los diferentes actores de la metrópoli. Si somos capaces de escalar y replicar esta forma de actuación desde otras instituciones, tendremos buena parte del camino de una nueva gobernanza metropolitana recorrido.

 

Consulta la resta d'articles d'Oriol Estela Barnet al blog

 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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