La concertación no está de moda, pero es necesaria

Se debe aprovechar este cambio de ciclo tecnológico, ambiental, social y económico para dar un nuevo impulso a la concertación, clave para el progreso de nuestra sociedad

Podemos decir que es un tema que no está de moda, ya que en tiempos de polarización y simplificaciones, la invocación al diálogo, a los acuerdos y a nuevos modelos de cooperación y colaboración no está especialmente en voga, más allá de declaraciones, soflamas y argumentaciones retóricas. La experiencia nacida como diálogo social en Suecia en los años treinta y que se adopta y generaliza en el mercado común después de la Segunda Guerra Mundial, parece que no está pasando por su mejor momento.

Mesa de trabajo participativo con los #asistente aportando ideas a los paneles. Foto: Curro Palacios

Esta compleja situación se da como resultado de la influencia de fuentes diversas, siendo la principal la crisis política y social que tan oportunamente el populismo de todo signo, especialmente las extremas derechas, ha sabido explotar. Este populismo ha aprovechado la crisis de legitimidad política y de los movimientos sociales en su aspecto más representativo, que fueron los pilares de la construcción del estado de bienestar de la posguerra, y significativamente del periodo de lo que se llama los 30 gloriosos.

Estamos en un complejo momento histórico en el que las incertidumbres, las severas transformaciones del entorno, la emergencia de nuevas realidades y contradicciones determinadas por los aceleradísimos cambios tecnológicos exigen –quizás mucho más que en otros momentos de la historia– una gran voluntad de llegar a puntos comunes. Y son momentos de necesarias complicidades y de construcción de espacios de interacción entre los diversos actores que forman parte de los sujetos históricos más activos de estos procesos, ya que los retos son de una magnitud enorme.

Estos retos, sin jerarquía, pero si muy punzantes, son las desigualdades extremas, el cambio climático, la transformación de la economía a raíz de la industria 4.0, el cambio que habrá en la organización del trabajo y en los perfiles profesionales como resultado de la incorporación de la inteligencia artificial, la digitalización, los enormes movimientos migratorios, con multiplicidad de situaciones –emigrantes por razones políticas o económicas,  refugiados, gente que huyen de las guerras, movilidad del talento– , entre otros factores.

Debe impulsarse la concertación recogida en nuestro marco constitucional, con un papel relevante, ya que como tal está reconocida en el artículo 7. Por otra parte, la propia existencia del Consejo Económico y Social de España es garantía de poder desarrollar este principio constitucional. Quizás lo único que habría que reformular –sin por ello apelar a un cambio constitucional– es la necesidad de incluir nuevas variables como pueden ser el cambio climático, como parte sustancial de nuevas realidades.

Polarización política y necesidad de acuerdos efectivos

Ahora bien, la polarización, con una política sumergida en un proceso crítico bastante generalizado – con razón o sin ella por parte de los que la critican– ayuda poco a veces. El ámbito político es uno de los actores necesarios para esta concertación, sobre todo si es el responsable de aplicar las propuestas que surgen de los acuerdos, desde el momento en que la descalificación de algunas iniciativas se hace más por razones de 'el emisor' que por su contenido o, simplemente forma parte de las contradicciones entre fuerzas antagónicas, con poca preocupación de si es necesaria o no la medida a tomar. Ejemplos recientes en España, Francia, Alemania e Italia son evidentes.

Obviamente el salario mínimo, los convenios, el tratamiento de ciertos temas vinculados a las migraciones, por poner tres ejemplos recientes de la agenda política, requieren la concurrencia del poder político por la aplicación efectiva de los acuerdos a los que llegan los agentes sociales. Pero estos temas pueden estar sometidos a escrutinios absolutamente ajenos al objetivo a acordar, sobre todo cuando el objetivo ulterior es debilitar la posición del gobierno, que es quien debe convertir estos acuerdos en instrumentos a aplicar, en normativas, reglamentaciones, aumentos salariales, o nuevas condiciones de trabajo. Quizás, como en otros países de la UE, hay temas que no deberían estar sometidos a cuestionamientos si han alcanzado acuerdos estratégicos por parte de los agentes concertantes.

Sin embargo, la crisis de la concertación no sólo puede deberse al problema de la credibilidad política. También las organizaciones sociales, sean del tipo que sean, han ido perdiendo un cierto apoyo, insistimos en que, con o sin justificación. Nuevos actores emergen en un movimiento –parecería que irreversible– que se está imponiendo en muchas expresiones reivindicativas en toda Europa, como el movimiento de los agricultores o los chalecos amarillos franceses

Esta realidad pone en entredicho los modelos clásicos de concertación y aparecen plataformas que, normalmente, acusan a las fuerzas tradicionales de pasar de las nuevas reivindicaciones populares, que generalmente se refieren a temas muy concretos y vuelven a pecar en aquellas posiciones 'vanguardista' de la izquierda de los años setenta.

No obstante las contradicciones actuales, el tema la concertación sigue siendo necesaria en toda su complejidad, más allá de las crisis de legitimidad tanto de la política como de las organizaciones sociales representativas y, quizás ha llegado el momento de actualizar, de 'aggiornar' el sentido y objetivos de la concertación. Debemos pensar que en Europa, durante los últimos 70 años, la mayoría de los progresos sociales se han conseguido con la concertación. Ni hablar de lo que han representado en la moderna historia de España y Cataluña, desde los Pactos de la Moncloa, el Pacto de Toledo, muchas de las acciones que han acompañado las grandes transformaciones del país y, especialmente de Barcelona y su región metropolitana –la ley de 2010 fue una buena representación– en la que el trabajo común,  Concertada y consensuada fue una hoja de ruta potente en la construcción del país. Especialmente nuestra región metropolitana con varios instrumentos fue un buen ejemplo de una geometría variable de concertación de proyectos que transformaron el territorio.

En este sentido, se debe repensar cuáles podrían ser los ejes de renovación y actualización de debate en el momento actual, asumiendo que el entorno ha cambiado y que ya no se representa los intereses de la clase trabajadora o de las empresas o patronales como hace 30, 40 o 50 años, y que hay que modelizar sobre qué aspectos se debe concertar.

Nuevos retos de la concertación

Obviamente, hay aspectos que son fundamentales que tienen que ver con los modelos tradicionales como el convenio colectivo, pero aparecen muchísimas nuevas situaciones derivadas sobre todo del cambio radical en la organización del trabajo, cambios que están dando paso y lugar a nuevas reivindicaciones, nuevos esquemas salariales, a problemas de discriminación por razones de sexo, por razones de origen,  a nuevas y exigentes reivindicaciones medioambientales, etc.. Por lo tanto, la agenda cambiará sustantivamente según aparezcan nuevas situaciones que impactarán directamente en el mercado de trabajo y en la organización productiva. Algunos de los cambios más representativos serán:

  • El cambio climático y los procesos de descarbonización, reto ineludible y quizás el más importante de la empresa en los próximos 30 años. Será un cambio muy importante en la forma de pensar y actuar con una repercusión en la cultura del trabajo y en las condiciones laborales y de la producción.
  • El tema del cambio de los perfiles profesionales y los riesgos de dualizar aún más nuestra sociedad entre la gente que trabaja directamente en relación con las economías dinámicas y con más valor añadido y la gente que prestará su fuerza laboral en el sector servicios, especialmente los personales relacionados directamente con los retos demográficos de envejecimiento de la población.
  • La implicación que el tema anterior tendrá en la formación y la necesidad de un profundo cambio en el sistema educativo y en los currículos formativos, que deberá estar acompañado de procesos de inserción (especialmente de los colectivos vulnerables) en los que se deben emplear recursos e imaginación para no excluir a nadie en los nuevos retos económicos.
  • El cambio en el modelo de organización del trabajo, con empresas más pequeñas, producción más distribuida, unidades de producción con mayor autonomía, fuerte incorporación de tecnologías de la industria 4.0 con impacto directo en los procesos tecnológicos, etc..
  • Todo este último tema puede afectar de manera importante y singular en los derechos sociales y, muy seguro los sindicatos tendrán que reclamar temas imprescindibles en el debate como son la vivienda, la movilidad, etc., que siempre han querido –especialmente CCOO tal y como nació, pero hoy en día plenamente asumido por UGT– incluir en las agendas de debate,  mientras que otros agentes, especialmente los poderes públicos, se han resistido más a la concertación en estos temas. Debe asumirse decididamente que las condiciones sociales son determinantes cuando se plantea la mejora de las condiciones de productividad, es decir salud, vivienda, educación, etc..
  • La reivindicación de la productividad como un elemento clave en la mejora salarial es un aspecto que ya entra en la concertación, pero hay que reformularla a la luz de las nuevas condiciones de la producción.
  • El debate de las infraestructuras y la movilidad, factor decisivo del desarrollo económico futuro.
  • Por último, es necesario establecer una nueva relación con los poderes públicos, ya que a veces estos han utilizado y abusado en algunos casos la concertación para legitimar sus propias actuaciones políticas, y han pactado temas dependiendo del interés específico, sin incorporar, como en los países nórdicos, una cultura permanente y constante de acuerdo y pacto, imprescindible para ensanchar la base social de las actuaciones a emprender.

En la historia de nuestro país los acuerdos entre administraciones, sindicatos y patronales han sido muy efectivos desde el propio Consejo Económico y Social hasta los acuerdos locales que ha habido por ejemplo en el Baix Llobregat, Barcelona y L'Hospitalet, por poner tres ejemplos de los años noventa y que aún perduran, o el Pacto Nacional por la Industria. Pero recordemos que, en casi todos estos casos, la iniciativa ha sido del lado de los sindicatos y consensuado con las asociaciones empresariales, que eran los que primero detectaban las dificultades y los déficits para el desarrollo económico y requerían una aproximación más innovadora en la forma de concertar, dialogar y generar nuevas propuestas.


Manifestantes sentados en el suelo y de pie siguiendo
el parlamento de Bruno Sokolowicz. Foto: Curro Palacios

 

El mundo cambia, y muy rápidamente. Ahora toca repensar cómo concertar. Toca, sobre todo, ensayar modelos de incorporación de sectores que, hoy en día, se encuentran alejados de la política y de los sindicatos porque tanto unos como otros no ofrecen alternativas a sus problemáticas. Pero a la vez, es necesaria una nueva agenda, con nuevas prioridades, con una mirada que piense en lo que no se ha concertado y en lo que se ha conseguido. Es necesario mantener lo que se tiene, es fundamental identificar lo que se necesita.

El embate del individualismo desaforado sin contrafuertes del interés colectivo, neoliberal, no tiene miramientos en socavar las alianzas sociales dominantes del siglo pasado. Una relectura de contenidos y metodologías se hace imprescindible. Y que no esté sujeto a tradiciones pasadas no actualizadas. Pero no sólo es una cuestión de los sindicatos y las asociaciones empresariales. Es hora de abrir espacios, ofrecer nuevas alianzas entre el sector público y privado, extender consensos, buscar nuevas vías de cooperación y agendas de contenidos que respondan a las nuevas situaciones desde una perspectiva comprometida con el combate a la desigualdad y al cambio climático mediante proyectos de crecimiento inclusivos y sostenibles.

Se debe aprovechar este cambio de ciclo en los ámbitos tecnológico y ambiental, en lo social y lo económico, para dar un nuevo impulso a la concertación, factor clave para el progreso de nuestra sociedad.

 

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