La Barcelona metropolitana y la nueva crisis urbana
- Oriol Estela - Coordinador general del PEMB
- 18-05-2017
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Las reflexiones en la literatura de Richard Florida, y de manera particular en su último libro The New Urban Crisis, suelen basarse fundamentalmente en la realidad norteamericana, con incursiones esporádicas en algunas de las principales ciudades globales, en especial Londres. En esta ocasión, Barcelona no aparece entre las ciudades analizadas (sólo su clasificación en un par de rankings). Sin embargo, sí podemos identificar algunos de los elementos que más encajan en los debates actuales sobre el hecho urbano en Barcelona y su ámbito metropolitano.
Así, por ejemplo, Florida afirma que hoy en día la identidad de clase en Estados Unidos viene determinada no sólo por el tipo de trabajo que se tiene sino también, cada vez más, por el lugar donde se vive. Lo mismo se puede considerar que sucede en nuestro entorno, configurándose como un factor clave de demanda que explica el fenómeno de la gentrificación, que el autor identifica con varios nombres: plutocratització, oligarquización, skyboxificació (para las zonas donde los super -ricos globales invierten, pero no viven), youthification (gentrificación causada por los jóvenes urbanitas solteros, parejas sin hijos o con criaturas muy pequeñas) o Brooklynització.
Entre los factores clave para el lado de la oferta, encontramos la escasez de suelo y de vivienda disponible en las zonas más codiciadas: Florida destaca como definitivo (e inevitable) en la explicación de los procesos de valorización del espacio urbano lo que llama 'el papel de la geografía', que hace referencia a las limitaciones físicas que impiden que determinadas ciudades puedan expandirse. En este sentido, el núcleo de la Barcelona metropolitana (primera corona) es un territorio ya altamente urbanizado sin capacidad de incrementar la oferta de vivienda de manera significativa.
Otro factor que acompaña la gentrificación es la actividad de los Nuevos Luddites Urbanos, que son aquellos que se oponen a determinados proyectos de incremento de la oferta de vivienda en las zonas que habitan el fin de mantener la exclusividad (y los altos precios). Si bien este comportamiento parece más identificable en Estados Unidos que en nuestro país, sí encontramos muestras de un cierto luddisme urbano entre algunos de los opositores a proyectos de transformación del espacio público, desde la conexión de los tranvías hasta las supermanzanas.
Asimismo, los estudios sobre la segregación urbana en la región metropolitana de Barcelona realizados en el marco del proyecto Barrios y Crisis, muestran un territorio compartimentado en zonas y suburbios ricos y pobres, siguiendo el modelo de Patchwork Metropolis que Florida detecta en las ciudades norte -American.
Slumburbia es otro de los términos presentes en el libro, para nombrar la degradación y empobrecimiento acelerado y profundo de los suburbios, un proceso que se viene dando en muchas urbanizaciones metropolitanas y que ya en 2010 mereció el otorgamiento de ayudas específicas para la regeneración por parte de la Generalitat. El envejecimiento de las primeras oleadas de habitantes estables que recibieron estas urbanizaciones es un factor que cada vez más obliga a poner el foco en soluciones específicamente pensadas para evitar los graves problemas sociales y económicos que pueden ir relacionados.
Constatadas estas semejanzas, también se pueden identificar algunas diferencias. Así, por ejemplo, Florida apunta a las mega-fortunas globales como las causantes del efecto original que provoca los desplazamientos en cascada de los ricos locales, las clases medias y la clase trabajadora en las ciudades 'superstar'. En casos como el nuestro, que quedan en otro nivel, parece que son más los fondos de inversión (que se alimentan de los ahorros de gente de toda condición, quien sabe si de las mismas personas que se ven desplazadas) y los operadores turísticos -legales y ilegales- los que más empujan al alza los precios en las zonas clave de la ciudad.
Florida señala la gentrificación como un síntoma inherente al 'éxito urbano', y lo presenta en general como un proceso exento de ideología o incluso de intencionalidad. En este punto, contrasta claramente con explicaciones como las de Sorando y Ardura a First We Take Manhattan: la destrucción creativa de las ciudades. Gentrificación no es el simple cambio de composición demográfica y social resultante de la regeneración urbana: es un proceso deliberado de degradación y posterior revalorización de espacios urbanos basado, como tantos otros fenómenos que alimentan el sistema, en la socialización de pérdidas y la privatización de los ganancias.
El autor habla también de la obsesión (incluso mediática) por la gentrificación; considera que en realidad desplaza mucha menos gente de lo que se suele pensar, y que se desvía así la atención de un problema mucho más importante: la pobreza urbana crónica y concentrada, por lo que hay que dedicarse más a mejorar las opciones de vivienda, las oportunidades económicas y las condiciones de los barrios para los más desfavorecidos. En los casos que analiza, y en algunos de nuestro entorno, la gentrificación quizás no afecta tanto a los que ya viven (sobre todo si son antiguos barrios industriales que tienen mucho espacio para regenerar) pero sí a sus hijos e hijas, que no se pueden quedar cuando se emancipan.
Sea como sea, en última instancia hay que coincidir con Florida que según cómo hacemos frente a la nueva crisis urbana determinará si generamos más división y caemos en el estancamiento económico o somos capaces de construir una nueva era de prosperidad más sostenible e inclusiva. Y eso quiere decir que hay que aplicar nuevos enfoques y nuevas políticas.
Teniendo en cuenta que actualmente parece utópico plantear a gran escala la que sería la solución más clara y directa, la desmercantilización de la vivienda, los instrumentos propuestos por Florida son razonables (renta básica, salario minimo de ciudad, impuesto sobre el valor del suelo ...), pero no se acaba de vislumbrar la fórmula para integrarlos de una manera efectiva. En nuestra realidad, habría que pensar en la posibilidad de que barrios de incipiente gentrificación como San Antonio, en Barcelona, o de otros que lo puedan ocurrir en el futuro, como el distrito cultural de Hospitalet sean laboratorios para probar nuevas respuestas integrales . Un programa metropolitano en este ámbito tendría mucho sentido.
Ciertamente, el tratamiento de esta cuestión desde una perspectiva metropolitana debería ser una prioridad. Si Florida acierta apuntando que los barrios y las ciudades más favorecidas tienden a mantener e incluso a incrementar su ventaja sobre el resto, hay una tarea de redistribución que sólo puede hacerse desde una instancia territorial superior. En nuestro caso, el desarrollo de nuevos instrumentos de gestión del suelo y la vivienda de alcance metropolitano debería ser uno de los elementos clave a incorporar, entre otros, en los debates del Plan Director Urbanístico Metropolitano.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.