Hacia una diplomacia urbana: un Pacto Verde Metropolitano

Metrópoli abierta

El rol creciente de las ciudades globales ha hecho emerger una nueva forma de diplomacia urbana, en la que las ciudades globales se conectan entre sí para definir las respuestas a los grandes retos mundiales: desde la emergencia sanitaria de la COVID-19, a la crisis social, económica y climática. Se hace necesario un plan de recuperación común que haga frente a todas estas crisis al mismo tiempo. Algunas ciudades globales han empezado a trabajar en un Pacto Verde Global. En este artículo se propone trabajar en un Pacto Verde Metropolitano que permita una visión de recuperación conjunta, justa y verde, para el área metropolitana de Barcelona.

Pacto verde metropolitano

Las ciudades como agentes de cambio

En las últimas décadas, las grandes ciudades del mundo han visto incrementado su peso global. Las ciudades globales, un término definido por primera vez por la prestigiosa socióloga Saskia Sassen, han emergido como nuevas formas de poder cultural, económico o, en palabras de la propia Sassen: “el terreno en el que la multiplicidad de los procesos de la globalización asume formas localizadas y concretas” .

De las antiguas polis griegas, mucho antes de que los estados-nación florecieran y se convirtieran en las estructuras de poder político que son ahora, en las mega-ciudades de hoy, las grandes ciudades del mundo han emergido como centros urbanos estratégicos a nivel político, económico y social gracias a varios factores, entre ellos (Sassen, The Global City):

  • El incremento de la población urbana en detrimento de la rural. Hoy en día, 4.000 millones de personas viven en zonas urbanas. Según Naciones Unidas, podrían llegar a ser 6.000 en 2050, el 80% de la población mundial.
  • La internacionalización de la economía de las ciudades, llegando a generar hasta un 80% del PIB mundial hoy en día.
  • El papel creciente de las ciudades en un mundo globalizado que ha producido un cambio en el peso de las relaciones de las mismas con sus estados-nación.
  • El rol creciente de las ciudades en la sostenibilidad ambiental, siendo responsables de la generación del 70% de los gases de efecto invernadero hoy en día.
  • La generación de un nuevo ecosistema de interconexión entre las grandes ciudades del mundo basado en la colaboración y el apoyo mutuos, en muchos casos de forma independiente de los estados donde estas ciudades estén basadas.

Aparte de su importancia geopolítica, las ciudades han demostrado ser aglomeraciones urbanas con un poder y capacidad de cambio en las adversidades vertiginoso. Se han sabido adaptar de forma mucho más ágil que sus estados a las diversas crisis que estamos sufriendo de forma paralela: desde la crisis sanitaria de la COVID-19, que ha hecho emerger otra profunda crisis económica y social, a la revolución climática que da respuesta a la grave crisis climática planetaria.

Por ejemplo, la ciudad de Barcelona declaró la emergencia climática en enero de 2020, reconociendo la necesidad de actuar de manera urgente y contundente ante los efectos del cambio climático en su territorio y en sus alrededores, mientras pocos meses después actuaba con celeridad por a garantizar la seguridad de sus ciudadanos ante la emergencia sanitaria de la COVID-19 reasignando el uso del espacio público dando prioridad a los peatones sobre los usuarios de vehículos a motor. Otras ciudades del mundo tomaban medidas similares en tiempo récord, como el programa Strade Aperte, de Milán de reasignación de espacios del coche a los ciclistas y peatones para garantizar una distancia física segura entre personas o el proyecto del área metropolitana de París de crear 650 km de carriles bici temporales para facilitar los desplazamientos de los ciudadanos una vez que las medidas de confinamiento comenzaban a relajarse.

Los grandes retos globales requieren de una nueva diplomacia urbana

La pandemia mundial del virus COVID-19 que estalló en 2020 se ha sumado a una larga lista de retos sin precedentes a nivel mundial: una grave amenaza de recesión económica, el estallido del malestar debido a las injusticias sociales (como la injusticia racial, encabezada por el movimiento Black Lives Matter), y los graves efectos de la crisis climática que ya se notan a nivel global con un aumento de los efectos devastadores de los fuegos, las inundaciones, los huracanes y otros eventos climáticos extremos. En Europa hemos visto un buen puñado este verano. Retos comunes que están bien presentes en las agendas de países, ciudades y comunidades en todo el mundo.

Las ciudades globales están bien posicionadas para afrontar estos retos y cuentan, en muchos casos, con poder y competencias claras en múltiples de las grandes áreas de actuación ambiental, económica y social: edificios, transporte, energía, espacios verdes, gestión de residuos ... Donde no tienen competencias, tienen el deber y la necesidad de aliarse y levantar sus voces para pedir a quien las tenga, regiones o estados, que actúe con urgencia y celeridad. Es necesaria una nueva versión de la diplomacia tradicional entre estados, una diplomacia urbana, de ciudades y sus áreas metropolitanas de influencia para canalizar estas necesidades de forma cohesionada, con una única voz representativa de las necesidades urbanas.

Varias redes de ciudades están trabajando ya para dar forma a esta nueva diplomacia urbana, aportando la plataforma necesaria de conexión entre entidades locales. Los objetivos de estas redes son, en gran medida, comunes dentro de las especificidades de cada plataforma: intercambiar conocimientos y aprendizajes, facilitar un diálogo directo entre alcaldes globales, y trabajar en conjunto para llevar la visión de las ciudades a los grandes órganos de decisión internacionales. La ciudad de Barcelona está muy presente en muchas de estas redes como, por ejemplo: Eurocities, Metropolis, C40 Cities o CGLU.

Además, los retos globales y la crisis climática entre ellos deben resolverse teniendo en cuenta las ciudades y dotándolas de los recursos y competencias necesarias y, a la vez, teniendo en cuenta las diversas perspectivas de los actores clave de las ciudades. En este sentido, las ciudades son el eje facilitador más cercano a estos actores para invitarles y facilitar el diálogo entre ellos para trabajar conjuntamente en una solución que permita salir de las distintas crisis que sufrimos de forma sostenible y consensuada: los sindicatos, las PYMES, las grandes empresas y la sociedad civil.

Hacia un Pacto Verde Global

Las grandes ciudades del mundo son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero que generan el cambio climático. Por eso la acción en los núcleos urbanos es de gran importancia. Esta acción debe estar basada en hechos científicos. La comunidad científica lleva años alertando de las consecuencias de no poner freno a la crisis climática que vivimos. La ciencia está clara: el momento de actuar es ahora, como alerta de nuevo el sexto informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático). El propio Secretario General de Naciones Unidas, SR. Antonio Guterres, ha definido este nuevo informe como un 'código rojo' para la humanidad.

El cambio climático es además injusto. Como decíamos antes, la crisis climática ha sido seguida (algunos estudios) dicen que incluso facilidad) de la terrible pandemia del COVID-19, una crisis sanitaria que ha llevado a una crisis económica y social que ha afectado profundamente a la forma en que habitamos nuestras ciudades. Han sido los sectores más vulnerables de la población aquellos que han sido golpeados de forma más aguda por todas estas crisis: pérdidas de vivienda, de trabajo, de vidas... Y ha empezado a arraigar la idea de que es necesario trabajar conjuntamente en una solución única para salir. No se puede hablar de una crisis sin hablar de las demás. Ésta es la razón por la que necesitamos un nuevo pacto global que hable de descarbonización mundial, alineado con los Acuerdos de París de 2015, que incluya dejar de usar combustibles fósiles, de una transición justa que no deje a nadie atrás, de una transición verde que garantice que cualquier crecimiento económico quede desligado de un crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Necesitamos un Pacto Verde Global entre las ciudades del mundo basado en unos principios comunes que se traduzcan en Pactos Verde Locales que tengan en cuenta las especificidades de cada territorio. Un Pacto Verde Global que sea capaz de llevar a la mesa una gran coalición de actores que ayuden a diseñar una hoja de ruta para las nuevas generaciones: líderes políticos, jóvenes, sector empresarial, inversores, sindicatos y vecinos, unidos en la necesidad trabajar conjuntamente en un futuro verde, próspero y justo que ate prosperidad con el respeto a los límites del planeta.

Un Pacto Verde Global que se base en el principio de que cualquier crecimiento económico debe basarse en el principio de circularidad y respeto de los recursos naturales, desacoplándolo de la emisión de gases de efecto invernadero. Por esta razón, es necesario que las ciudades que se unan al Pacto lo hagan dando un paso adelante y proponiendo planes creíbles de descarbonización antes del año 2050 (como ha hecho la ciudad de Barcelona con el Plan CLIMA) basados en la ciencia.

Algunas ciudades están dando un paso más y se están preguntando: ¿es el crecimiento económico sin control la verdadera base del bienestar? Amsterdam ha sido pionera en presentar recientemente su plan de economía circular, un plan basado en la teoría de la Economía del Doughnut  de la profesora de Oxford Kate Raworth. Como la propia Kate Raworth ha dicho muchas veces, 'en el siglo XXI no podemos seguir viendo a la humanidad separada de la vida y no podemos relegar el medio ambiente a una mera externalidad'. Su teoría del donut establece límites claros de crecimiento: los límites del planeta. Límites que, de creerse, pueden poner en peligro nuestra capacidad de supervivencia. Una sociedad próspera y sana debería respetar estos límites.

Un Pacto Verde para la Región Metropolitana de Barcelona

Principios del Pacto Verde para la RMB

  1. Reconocer la emergencia climática de la región.
  2. Comprometerse a mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 C del Acuerdo de París abatiendo las emisiones de los sectores que son los grandes contribuidores de la crisis climática: transporte, edificios y residuos.
  3. Comprometerse de poner la acción climática inclusiva en el centro de la toma de decisiones urbanas, creando comunidades equitativas y prósperas para todos.
  4. Invitar a los actores – políticos, empresas, sindicatos, inversores y sociedad civil – a unirse al reconocimiento de la emergencia climática de la región y ayudar en la implementación de acciones (basadas en la ciencia) para combatirla.


Las ciudades del área metropolitana de Barcelona no son ajenas a ninguno de los retos globales descritos en este artículo. La próxima década determinará el futuro de nuestras comunidades, ciudades y ecosistemas. Por eso, un Pacto Verde Metropolitano representa la oportunidad esencial para definir de formar conjunta una hoja de ruta hacia una recuperación verde y justa para la región, a la vez que poder reimaginar una nueva economía más fuerte y que no deje a nadie atrás.

Un Pacto Verde Metropolitano que incluya las voces de los actores clave del desarrollo de la región incluyendo un ejercicio de escucha activa de la ciudadanía, en un esfuerzo conjunto de reimaginar el futuro que queremos. Y que, al mismo tiempo, beba de los contactos con otras ciudades globales a través del posicionamiento y la participación en las redes de ciudades internacionales de la ciudad de Barcelona y otros municipios del área.

Como por ejemplo, la ciudad de Londres, que ya ha lanzado su propio Green New Deal (Nuevo Pacto Verde) para fomentar la creación de puestos de trabajo verdes, afrontando la crisis climática y ecológica, mejorar la calidad de el aire y combatir la desigualdad. El Nuevo Pacto Verde de Londres forma parte de la ambición del Alcalde Sadiq Khan de descarbonizar la ciudad antes de 2030.

Un Pacto Verde Metropolitano que, además, incluya un proyecto común de descarbonización de la región a más tardar en el año 2050, con un objetivo intermedio de reducir los gases de efecto invernadero a la mitad en el año 2030, a fin de asegurar el cumplimiento del objetivo más ambicioso de los Acuerdos de París de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados.

Este pacto, necesariamente alineado con el Pacto Verde Europeo de la Unión Europea (EU Green Deal), fortalecerá el posicionamiento de la región para salir de la pandemia de la COVID-19 y acceder a las inversiones previstas en el plan de recuperación NextGenerationEU, ya que un tercio de los 1.8 billones de euros previstos financiará la acción dirigida a reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero a cero. La región metropolitana de Barcelona puede y debe reclamar su rol para contribuir de forma decisiva a que Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutro del mundo de aquí a 2050.

Un Pacto Verde Metropolitano debería incluir, necesariamente, una visión metropolitana de transformación de la economía hacia un futuro verde, trabajando conjuntamente para facilitar la implantación de una industria alejada de los combustibles fósiles y preparando los planes de capacitación y reorientación necesarios para que ningún trabajador quede atrás. Invertir en una recuperación verde en los sectores clave (transporte público, infraestructuras de movilidad sostenible como la bicicleta, energía limpia...) creará más y mejores puestos de trabajo y protegerá mejor la salud de los ciudadanos que intentar volver al business as usual. Un pacto que, además, muestre una única visión para el área metropolitana que sirva como estrategia única de acceso a los fondos de recuperación europeos para la región, que serán claves para el desarrollo territorial en la próxima década. Pongámonos.

Para saber más, puedes encontrar otros documentos relacionados con la metrópoli abierta aquí, donde también podrás consultar el paper original entero de este artículo.

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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