¡¡FELIZ... 2030!!
- Oriol Estela - Coordinador general del PEMB
- 14-01-2020
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La entrada en un nuevo año es siempre tiempo para hacer balances y nuevos propósitos. Si, además, el año en cuestión es un número redondo, y por tanto marca el final (recordemos, más que el principio) de una década, ampliamos inevitablemente el alcance de las miradas hacia atrás y hacia adelante y nos damos cuenta de dos cosas: de cómo han cambiado elementos esenciales en nuestras vidas en tan sólo 10 años (¡en 2010 no existía Game of Thrones!) y de qué poca idea tenemos sobre cómo habrán vuelto a cambiar en el mismo periodo de tiempo hacia el futuro (¿en 2030 habrá o no habrá taxis voladores?).
Sin embargo, estos días se están publicando infinidad de previsiones y pronósticos sobre lo que se supone que nos vendrá encima no sólo a lo largo del año que acabamos de estrenar, sino también sobre el próximo decenio. En todas ellas hay tres temas omnipresentes y habitualmente enfocados de manera pesimista: el estado del planeta, el impacto económico y social de los avances tecnológicos y la salud de la democracia.
Es indudable que desde una perspectiva local - la de la Barcelona metropolitana, en nuestro caso- en la década que tenemos por delante tendremos que hacer frente a estos tres grandes retos que compartimos con el resto de la Humanidad. Y que sabemos más o menos como nos gustaría apañárnoslas, pero necesitamos trabajar aún un poco en la acción colectiva que se requiere para ello, como proponemos hacer a lo largo de este 2020 en el marco del nuevo Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona.
Intuimos que adoptaremos más medidas y más efectivas (quizá también más drásticas), individuales y colectivas, para mitigar la crisis climática y construir un modelo de vida más adecuado a las capacidades de una metrópolis como la nuestra, sea por voluntad compartida, por la fuerza de las leyes y normativas o por la amenaza de los peligros latentes sobre nuestro hábitat.
Apostamos a que, deseablemente, nos posicionaremos, como ya reclaman muchas voces, al frente de la defensa de los derechos digitales y la tecnoética, encontrando fórmulas para hacer compatibles las maravillas de la robótica y la inteligencia artificial con unas vidas prósperas y seguras para todos.
Y confiamos que generaremos mecanismos basados en el rendimiento de cuentas y el debate público sosegados, la participación activa de la ciudadanía y la integración de todas las voces, miradas e intereses que respeten los principios básicos de la convivencia, para gobernar la complejidad de nuestra sociedad.
Desde esta perspectiva más global, incluso tenemos para este periodo una agenda compartida con el resto de ciudades, regiones y países del mundo: la Agenda 2030 de Naciones Unidas y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que se despliega.
Hay otros retos que nos afectan particularmente y que esperamos ver sustancialmente emprendidos en la próxima década: la reducción de la presión sobre los precios de la vivienda por la combinación de una mayor oferta y variedad de fórmulas de acceso, una mejor conectividad territorial y una mejor distribución de la actividad económica en el conjunto del territorio, por ejemplo, sería uno de los principales.
Pero puestos a señalar tres factores críticos para alcanzar progresos de este tipo en el horizonte del 2030, debemos mencionar los siguientes:
1) Hay que tomar decisiones lo antes posible para tener algunos de estos resultados deseados en 10 años. Lo que no faltan son ideas y propuestas, sean medidas para transformar la movilidad y mejorar la calidad del aire, posicionamientos estratégicos como el del humanismo tecnológico o cambios legislativos para abaratar los alquileres. Lo que hace falta es pasar a la acción para hacer realidad todo lo que venimos diciendo que hay que hacer desde hace años o que sabemos que nos imponen los nuevos tiempos. Hace falta firmeza, atrevimiento y asumir una cierta dosis de riesgo. Liderazgo, en definitiva.
2) El buen liderazgo, sin embargo, es compartido o, al menos, fundamentado en la contribución desde diferentes visiones, perspectivas e intereses que configuran la metrópoli. La colaboración público-privada que había funcionado tradicionalmente (con instituciones y figuras clave, como Francesc Santacana) sigue siendo necesaria, pero no suficiente. Hoy en día, no se conseguirán intervenciones urbanas transformadoras si no hay colaboración entre todos los estamentos de la sociedad: desde los diferentes niveles de gobierno hasta el mundo de la investigación, pasando por las iniciativas privadas o las plataformas ciudadanas, conformando espacios de gobernanza compartida que, como reclama Francisco Longo, contribuyan a la construcción de soluciones a partir de la experimentación y la búsqueda de evidencias.
3) Pero no hay que olvidar que, independientemente de las circunstancias, el primer y más esencial elemento para poder sacar adelante un proyecto de futuro para Barcelona es la existencia de una nueva visión del hecho metropolitano y la voluntad de articularla institucionalmente, aunque sea mediante fórmulas “blandas”. Una nueva visión que tiene que ver no sólo con cuestiones de límites territoriales o competenciales, sino de entender (y hacer entender) el espacio metropolitano como un espacio de equidad dentro de la heterogeneidad. Que no puede haber un centro y una periferia. Que la vida de unos 5 millones de personas se encuentra tan interrelacionada en la cotidianidad que no puede tratarse de manera diferenciada la realidad de quien reside en Montgat, de la de quien trabaja en Polinyà, de la de quien compra en l'Hospitalet o de la de quien se divierte en el Eixample, porque podrían ser incluso la misma persona.
Y ese es sin duda es el gran proyecto (o, si se quiere, meta-proyecto) que tenemos enfrente: el salto de escala física y mental metropolitana. Porque si tenemos capacidad para adoptar esta óptica territorial, económica y social, la de la metrópoli real, podremos abordar con mucha más fuerza cualquier posicionamiento estratégico, impulsar de manera más efectiva cualquier medida o proyecto y ejercer mayor presión ante quien deba hacer los cambios legislativos correspondientes o activar las inversiones necesarias.
Durante los próximos meses tendremos que ser capaces de dejar definida la agenda metropolitana para el largo plazo y de movilizar todas las energías y todos los recursos disponibles para activar este espacio de gobernanza e impulsar el proyecto colectivo que resulte.
Si lo hacemos sobre estas bases, desde el PEMB tenemos toda la seguridad de que podremos celebrar un buen 2030.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.