El urbanismo de la era de la tecnología: la renovación urbana
- Nel·la Saborit - Gabinete técnico del PEMB
- Irene Navarro - Gabinete técnico del PEMB
- 05-09-2017
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Uno de los grandes retos que los gestores del territorio tienen delante es el de definir la dirección y la idea de las llamadas Smart cities -las ciudades inteligentes-, más allá de los sensores y los datos. Este concepto tiene varias definiciones pero se refiere, sobre todo, al papel de la tecnología digital y el uso de los datos generados por sus habitantes en las ciudades del presente y del futuro. Este tema tan central, sin embargo, no es una solución por sí misma, si no una manera de obtener más datos y facilitar el trabajo a la hora de encontrar soluciones. Las futuras o actuales ciudades inteligentes, pero, será necesario que se enfrenten con problemas nuevos y no tan nuevos, que no sólo se solucionan con la aplicación de tecnología y el análisis de datos. Pobreza, crisis de refugiados, la presurización social, inmigración, paro crónico, la contaminación (por tierra, mar y aire), exclusión social, estrés vital, cambio climático, abstencionismo, corrupción, control social, soledad, individualismo, o el envejecimiento son algunos de los problemas a afrontar y resolver en las zonas urbanizadas del territorio, o en un amplio sentido del concepto, los asentamientos urbanos.
Uno de los grandes retos que los gestores del territorio tienen delante es el de definir la dirección y la idea de las llamadas Smart cities -las ciudades inteligentes-, más allá de los sensores y los datos. Este concepto tiene varias definiciones pero se refiere, sobre todo, al papel de la tecnología digital y el uso de los datos generados por sus habitantes en las ciudades del presente y del futuro. Este tema tan central, sin embargo, no es una solución por sí misma, si no una manera de obtener más datos y facilitar el trabajo a la hora de encontrar soluciones. Las futuras o actuales ciudades inteligentes, pero, será necesario que se enfrenten con problemas nuevos y no tan nuevos, que no sólo se solucionan con la aplicación de tecnología y el análisis de datos. Pobreza, crisis de refugiados, la presurización social, inmigración, paro crónico, la contaminación (por tierra, mar y aire), exclusión social, estrés vital, cambio climático, abstencionismo, corrupción, control social, soledad, individualismo, o el envejecimiento son algunos de los problemas a afrontar y resolver en las zonas urbanizadas del territorio, o en un amplio sentido del concepto, los asentamientos urbanos.
Ante todos estos nuevos o persistentes problemas, el urbanismo se encuentra en un proceso de reformulación de las técnicas o herramientas y postulados, que esta disciplina utiliza.
Desde la Carta de Atenas (1941) hasta ahora, las grandes directrices de urbanismo han sido la zonificación segregada por usos, las grandes zonas públicas separadas del viario urbano, y un espacio viario o de conexión sin lugar para el comercio o la encuentro, un simple espacio de paso, un no-lugar. Esta modernidad dio lugar a espacios urbanos sin personas, un idea completamente contradictoria con el concepto que entendemos de ciudad.
Este urbanismo y la pretensión o creencia del crecimiento ilimitado, permitieron desarrollar dos tipologías de zonas urbanas en las que actualmente podemos encontrar la mayoría de problemas antes mencionados. Estos dos tipos son los polígonos de vivienda y el urbanismo disperso, productos de esta declaración de principios.
La crítica de Jane Jacobs hacia este tipo de urbanismo durante los años 50 'y 60' s fue una de las pocas voces que, aparte de los movimientos vecinales, pusieron un punto de duda en este urbanismo de crecimiento planificado y segregado. La visión de Jacobs, la construcción de un relato urbanístico mediante la observación del transcurrir de la vida en diferentes barrios de grandes ciudades estadounidenses, promueve un urbanismo más centrado en las personas y en el uso de todos los espacios públicos por parte del sus ciudadanos. También de esta manera actuaron los movimiento vecinales de la Barcelona de los 70 s, a través de las necesidades de las personas que viven en ella. Seguramente, la diferencia es que Jacobs fue más allá y describió las problemáticas futuras de los nuevos barrios y de la segregación barrio - infraestructura-servicio; predicciones irrefutables a estas alturas.
La destrucción de la ciudad informal en Barcelona y su sustitución por barrios aislados de polígonos donde no hay mixtura, y que han acabado siendo las zonas con mayores problemas sociales y económicos de la ciudad, son algunos ejemplos. En cambio, otras zonas de nivel económico bajo, donde se pusieron en marcha proyectos de reforma o renovación desde otra visión urbanística, se convirtieron en verdaderos barrios, con una mayor cohesión social y más comercio. En definitiva: barrios agradables y vitales. Un ejemplo de éxito de este otro urbanismo fue la adecuación y cubrimiento de la Riera d'Horta en 1992, la que actualmente se conoce como Rambla Prim. Proyecto surgido de la reivindicación vecinal, y que poco tiene que ver con el gran urbanismo barcelonés de la época, más preocupado por la monumentalización de la periferia y la desindustrialización, que para las herramientas de renovación o reforma urbana.
Cabe destacar, sin embargo, en este periodo una nueva herramienta, surgida del Plan General Metropolitano de Ordenación Urbana (1976): los Planes Especiales de Reforma Interior. Esta herramienta de planeamiento está pensada para la mejora, reforma y/o renovación del tejido urbano existente y de sus infraestructuras o equipamientos, rehuyendo de las grandes actuaciones, grandes promociones o grandes nuevas infraestructuras. Sin embargo, la influencia de este urbanismo de las grandes obras también llegó a los Planes Especiales de Reforma Interior (PERIs); para poner un ejemplo, el desarrollo de Plan Central del Raval, es decir, el derribo de una parte del barrio y construcción de la Rambla del Raval.
Después ya vinieron los grandes años de la burbuja inmobiliaria, la desaparición del parque público de vivienda, y la aparición de los Planes de Acción Integral (PAI s) valencianos, y de las áreas residenciales estratégicas (ARE s) en Catalunya. Un ciclo que se cierra o se abre, según se mire, con más proyectos de reforma / renovación de espacios, o apertura a otros usos, como son las estrategias gentrificadoras: los programas de pacificación del tráfico (peatonalización) de los centros urbanos , los grandes equipamientos dentro de las ciudades, y las estrategias de conexión entre barrios (cubrimiento de vías y generación de espacios urbanos continuos).
Finalmente, la falta de proyecto o herramientas planificadores útiles ante la crisis de modelo hicieron surgir otras voces, provenientes de muchas otras disciplinas, más allá del urbanismo, que claman por una nueva manera de hacer ciudad. Una ciudad mucho más centrada en sus habitantes y sus problemas que en la planificación urbanística, la de las líneas, los dibujos y los grandes proyectos de zonas y zonificaciones. Un urbanismo basado también en los datos, un urbanismo de oportunidades, y sobre todo, un nuevo urbanismo, flexible y resiliente, capaz de afrontar los cambios y los nuevos retos, con adaptabilidad, con contornos abiertos y zonas de conexión urbano-rural, capaz de estar en un tiempo indefinido de manera productiva, el mientras tanto, y sin rotura social ante un cambio económico.
A destacar, por precursores y dentro de un ámbito territorial y cultural cercano, serían los trabajos de Zaida Muixí y Jordi Borja sobre el diálogo y la necesaria conexión del espacio público y los ciudadanos en El espacio público, ciudad y ciudadanía (2000), los 10 años de trabajos sobre el urbanismo de género (urbanismo, reforma e integración) del Colectivo Punto 6, donde entre otros también colabora Zaida Muixí, u otros escritos más recientes como: las reflexiones de Oriol Nel·lo sobre urbanismo, cambios y crisis en La ciudad en movimiento. Crisis social y respuesta ciudadana (2015) o el magnífico trabajo de reflexión de David Estal, Ramon Marrades y Chema Segovia: La ciudad construida: del plan urbanístico al proceso ciudadano (2014) donde desde un punto de vista transversal, se incorporan disciplinas como la economía, la sociología, la agricultura así como conceptos como las estructuras preexistentes, la resiliencia de las ciudades, o las alternativas de usos de un mismo espacio según las necesidades de las ciudades o de sus ciudadanos, son los puntos fundamentales que nos llevan a este cambio de método del urbanismo. Una nueva forma de entender la disciplina, con pilares fundamentales como la contención, la renovación, la mixticidad o los usos alternantes, la eficiencia, la sostenibilidad del modelo y las necesidades de quienes habitan el espacio. Después de muchos tiempo se empieza a vislumbrar un nuevo urbanismo, que tiene en cuenta el proceso vital de las personas y las épocas, y no unos objetivos finales futuros, que como toda predicción nunca son como se esperan.
Y ahora qué? El urbanismo que viene debe ser consciente de la limitación de recursos económicos, energéticos, hídricos, y también de suelo. Consciente de las necesidades sociales reales, del derecho a la vivienda digna y los entornos de calidad, de la necesidad de igualdad de oportunidades y de lograr un desarrollo sostenible. Y tiene que estar preparado también para hacer frente al largo plazo, los cambios sociales actuales y por venir, las nuevas profesiones y tecnologías, el big data y las comunicaciones, y la adaptación y resiliencia a los efectos del cambio climático, entre otros. La Nueva Agenda Urbana, documento aprobado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), celebrada en octubre de 2016 en Quito, entre muchos otros acuerdos y compromisos, hace referencia a lo que se está comentando, a potenciar la formulación de estrategias de desarrollo urbano que tengan en cuenta la necesidad de orientar el crecimiento urbano dando prioridad a la renovación urbana mediante la planificación de la provisión de infraestructuras y servicios accesibles y bien conectados, consiguiendo densidades demográficas sostenibles y el diseño compacto y la integración de nuevos barrios en el entramado urbano, impidiendo el crecimiento urbano desmedido y la marginación.
El gobierno de Cataluña, comprometido a iniciar la elaboración de la Agenda Urbana catalana siguiendo los criterios marcados por la ONU Hábitat III, anunció el pasado 1 de agosto el impulso como una de las primeras medidas la elaboración del Pacto Nacional para la renovación urbana de Catalunya. El pacto pretende incidir especialmente en el mantenimiento y rehabilitación de los edificios y en la consecución de entornos urbanos de calidad, con el fin de acabar logrando el objetivo de renovación, mejora y transformación de las ciudades, pueblos y barrios con criterios de sostenibilidad económica, social y ambiental.
En el anteproyecto de la Ley de territorio, publicado en el DOGC 7377 de 25 de mayo de 2017, se ponía de manifiesto que la extensión ha sido un principio de actuación habitual en la planificación. Según palabras de Agustín Serra, director general de Ordenación del Territorio y Urbanismo de la Generalidad de Catalunya 'consumir nuevo suelo devenía más factible que afrontar la transformación o mejora del existente'. Además, el marco legislativo también favorecía esta práctica: leyes que determinan claramente los mecanismos para hacer urbanismo extensión y que, en cambio, se quedan cortas en la creación de mecanismos de gestión urbanística que permitan la intervención en la ciudad consolidada mediante la regeneración urbana. Por tanto, y en este sentido, se propone establecer el marco que permita transformar la existente como forma sostenible de desarrollo, estableciendo una estrategia de reciclaje para los asentamientos urbanos. Priorizando las operaciones de intervención sobre los asentamientos urbanos ya transformados por delante de los crecimientos en extensión.
Y vamos a salir adelante después de toda esta crisis de modelo, de estas reformulaciones basadas en la continencia del consumo humano, del desarrollo sostenible? O simplemente pondremos las directrices para el cambio de fuente de energía (vehículo eléctrico versus vehículo combustión), sin hacer un balance energético correcto, (transporte colectivo versus transporte individual)? Seremos capaces de generar herramientas urbanísticas para la reforma y no para la nueva construcción? De repensar los proyectos de infraestructuras como una solución de los problemas de los ciudadanos y no como grandes proyectos infraestructurales de hormigón y acero? De generar infraestructuras poco rígidas, adaptables de forma rápida a diferentes usos? O aceptar estos criterios y los seguiremos llamando, sin establecer la metodología de aplicación? Porque sin unos nuevos instrumentos abiertos y con aplicación directa en el territorio, una vez consumidos la mayoría de recursos y de suelo, sin saber convivir con espacios no urbanizados, nos vemos abocados a aquellas estructuras que Asimov llamaba Vueltas de Acero, donde los humanos no tendrán contacto con el resto del territorio, y sólo las clases dominantes (una gran minoría), tendrán acceso a la luz del suelo.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.