Cultura: ¿un elemento clave en la divulgación de la ciencia?
Metrópoli Inteligente
- Pau Alsina - Profesor e investigador de la UOC
- 29-06-2022
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Lo primero que debemos tener en cuenta es justamente la propia definición de Cultura. ¿Qué incluye y qué excluye lo que llamamos “Cultura”? Esta cuestión siempre ha sido tema de debate, pues según cómo la definas o acotes obtendrás unos u otros resultados, relegando al ostracismo ciertas prácticas y entronando otras como hegemónicas y dignas de tener en cuenta. Existe un largo historial de definiciones y oposiciones tales como alta o baja cultura, central o periférica, popular o hegemónica, alternativa o tradicional, artística o científica, comercial o deficitaria, y también seria o banal. Pero cuando hablamos de definición no nos referimos a la mera descripción académica o teorética sino especialmente a lo facto que se define sobre el terreno, en todas partes donde la cultura se supone que debe estar presente. Y de ahí nos lleva a otra cuestión, ¿dónde es que debe estar presente la cultura? ¿Es sólo en los espacios que llamamos como espacios de cultura? Y de nuevo aquí nos encontramos con el juego solipsista de que en los espacios de cultura se practica una u otra definición de lo que es cultura, y que según la defines verás cultura en más o menos espacios, del tipo que sean como por ejemplo los centros sociales , los espacios de educación, o los espacios de entretenimiento. Por tanto, podemos decir que justamente mediante un simple vistazo a la programación de uno u otro espacio o centro de cultura, podremos ver cómo se materializa una u otra definición de cultura, que excluye a unas prácticas e incorpora otras. Y a veces nos encontramos con que la cultura está o aparece donde menos uno se la espera, en otros lugares que justamente los espacios propiamente dichos de cultura. Y es cuando uno no puede dejar de preguntarse sobre el enrevesado juego de inclusiones y exclusiones de nuestra sociedad a lo largo de su historia.
Así que la siguiente pregunta que nos podemos hacer es hasta qué punto tenemos asumido que la ciencia y la tecnología es parte consustancial, inherente e insoslayable de nuestra cultura, y que, por tanto hoy hablar de cultura pasa indefectiblemente por hablar de ciencia y tecnología. Si hoy podemos asumir esta premisa es porque nos hemos dado cuenta de que la ciencia y la tecnología, a su manera y con sus métodos, procesos y engranajes, nunca ha dejado de tratar las cuestiones que nos afectan de raíz a todos y en múltiples direcciones. Las respuestas a las grandes preguntas pueden ser muy variadas según las disciplinas desde las que se parten, pero justamente porque son grandes preguntas (oa menudo pequeñas y con consecuencias de todo tipo) nos apelan a todos de una u otra manera .
La naturaleza, el espacio, la humanidad, la vida, la materia, el universo, la tierra, etc... nos implican a todos, y hoy somos conscientes de que no existe sólo una respuesta parcial a problemas globales, sino que se demandan respuestas de la más amplia magnitud para hacer frente a los retos complejos a los que nos enfrentamos como sociedad contemporánea. Y en las respuestas posibles deben estar convocados tanto los expertos como los no expertos, tanto los científicos propiamente dichos como la ciudadanía, pues todos estamos implicados. La comprensión progresiva de nuestra sociedad hacia la apertura y diversidad de los agentes implicados en la producción del conocimiento mediante procesos como la ciencia ciudadana, el conocimiento abierto, la cultura libre o tantos otros fenómenos vigentes como ejemplifica la propia wikipedia, deja claro que la visión que hoy se tiene del conocimiento va más allá de la torre de marfil encerrada en sí misma para adentrarse en un fenómeno coral, múltiple, abierto, en permanente construcción y diálogo con oa través de la sociedad y formando parte consustancial de la cultura.
Y si seguimos el hilo de las preguntas que nos podemos hacer es, aceptando esta primera premisa en torno a la insoslayibilidad de la ciencia y tecnología en la cultura, entonces hasta qué punto la ciencia y la tecnología está integrada en los programas de los espacios que llamamos de cultura y, de hecho, en nuestra cultura como un todo. Aparentemente y quizás por inercia uno podría responder rápidamente que está presente en todas partes, pero ¿es cierto? ¿Es así en todas partes? ¿Somos capaces de integrar los distintos conocimientos en nuestra cotidianidad? ¿Podemos ver las matemáticas de nuestro día a día, en la calle, en los museos, en las escaleras y las plazas de los barrios? ¿O la biología en las plantas que nos rodean a los vecindarios? ¿O la física en las obras artísticas de las exposiciones que vamos a visitar o en los conciertos que solemos escuchar? ¿O al revés? ¿Podemos ver el arte de las matemáticas tanto como las matemáticas del arte? Si nos fijáramos, y hubiéramos recibido una formación integrativa para poder hacerlo, seguro que aprenderíamos a ver estas conexiones por todas partes, pero el conocimiento sigue fragmentado en parcelas de conocimiento compartimentadas y separadas en diferentes edificios, programas, departamentos y audiencias con funcionalidades y aproximaciones muy diversas sin aprovechar justamente el valor de los intersticios, de los espacios liminares, las fronteras borrosas y difusas, donde la intersección, la hibridación o el mestizaje se convierte justamente en toda superación de compartimentaciones sui generis, que han prosperado por razones históricas, de poder, y por ejemplo de economía o sociales de variada índole.
Las artes precisamente son prácticas transversales y al mismo tiempo transversalizadoras, conocimientos integrativos que parten de una flexibilidad epistemológica y adaptabilidad inherente a su praxis. Está en la base de la formación para artistas poder contar con estas competencias y ésta es la razón por la que las artes siempre se han considerado como un espacio de libertad, de creatividad libre en su relación constructiva tanto con los diferentes materiales como con los distintos discursos y ámbitos de conocimiento. Cualquier material, así como cualquier discurso, del ámbito que sea, puede ser objeto de una práctica artística creativa, pues tenderá a integrar conocimientos y prácticas en pro de una idea artística vertebradora que incorpore, asimile o haga uso de todo aquello que sirva para los propósitos artísticos planteados. Por eso, hablar de las intersecciones entre arte, ciencia y tecnología es hablar del presente, del pasado y del futuro de las artes en todas sus dimensiones, pues esta interrelación ha estado siempre presente a lo largo de la historia de manera implícita o explícita . Así ha sido, y así sigue siendo, sólo hay que prestarle atención y saber verlo, de la misma manera que poder aprender a ver y entender la presencia de la ciencia y tecnología en nuestra cotidianidad más cotidiana.
Lo que sí es cierto que ha sucedido en las últimas décadas, con un proceso importante de aceleración en el área metropolitana de Barcelona en los últimos años y al mismo tiempo a nivel Europeo e internacional, es una tendencia hacia una mayor concienciación de la interdependencia y necesidad de interrelación de los diferentes ámbitos del conocimiento, desde su diferencia pero a la vez desde su complementariedad y enriquecimiento mutuo. Y lo que es realmente interesante y esperanzador es que se produzca esta concienciación desde diferentes instancias, sean éstas las administraciones a diferentes niveles, como las instituciones artísticas y culturales, centros de investigación científica y tecnológica etc...pero también en la calle, en la forma en que los jóvenes y la ciudadanía en general se dirige a las diferentes prácticas epistémicas, a las artes, las ciencias y las tecnologías, donde cada vez más se entienden menos las compartimentaciones estancas.
Hoy hablar de la “tercera cultura”, ese denostado término que durante décadas sirvió para nombrar la necesidad de la superación de la separación entre la cultura artístico-humanística y la cultura científico-tecnológica, resulta del todo anacrónico pues más que dos culturas diferenciadas, o incluso opuestas, lo que se percibe progresivamente en la calle es una multiplicidad de culturas, una explosión de perspectivas, disciplinas interconectadas que a menudo se hace difícil ubicar y donde las fronteras entre lo que es y no es no tienen tanta importancia como solían tener en tanto en cuanto se genera justamente cuando son señaladas como tales. La superación de las compartimentaciones ocurre cuando una visión más compleja, heterogénea e interconectada del conocimiento se convierte en el impulso de una realidad que se va materializando de facto mientras atraviesa nuestra cultura contemporánea.
El reto pues será darle toda la cabida que seamos capaces en nuestra sociedad, asumir esta complejidad y actuar en consecuencia transformando las instituciones culturales, artísticas, educativas, sociales, o de investigación científica, haciendo que se traslade a los programas culturales y educativos , en los programas de investigación y transferencia, y donde sea necesario para llevar a cabo esta visión. Y esto no quiere decir que ahora todos deberíamos hacer de todo, sino que desde la particular especificidad de cada uno debería trabajarse para la complementariedad de los ámbitos de conocimiento, asumiendo esta tendencia global hacia una comprensión más compleja de nuestra realidad por parte de la sociedad. Las instituciones deben poder transformar sus estructuras para dar cabida, lo que implica tanto el derribo de los muros mentales como de los físicos respecto a las compartimentaciones, sean éstas desde el ámbito de las artes y las humanidades, de lo que se puede y no se puede hablar, como desde el ámbito de la ciencia y la tecnología, de lo que entendemos por divulgación y difusión, de los agentes que intervienen y de los resultados esperados en este proceso. El reto pasa pues primero para derrocar compartimentaciones y limitaciones, o incluso auto-limitaciones, para después construir conexiones, puentes, pasarelas que hagan factible una interconexión natural, fluida y relajada entre lo que, de hecho, siempre ha estado junto al terreno de las preguntas a las que nos enfrentamos.
Para empezar sólo hace falta prestar atención a grandes ejemplos que tenemos muy cerca, tanto de los centros especializados en la divulgación científica como desde centros de cultura que han apostado por una inclusión muy natural de la ciencia y la tecnología en su programación. Por ejemplo, es el caso del CCCB mediante su línea de exposiciones Beta, tratando fenómenos como el cambio climático o la física cuántica desde una mirada omnicomprensiva, hibridando las artes y el pensamiento con las ciencias y las tecnologías. O Museos como el de Matemáticas de Cornellà donde aprender y comprender las operaciones matemáticas básicas se convierte en un juego y toda una experiencia que entra por todos los sentidos y se convierte en transformadora para pequeños y mayores. En el área metropolitana de Barcelona tenemos ejemplos de buenas prácticas que han ido tendiendo a modificar sus estructuras para dar cabida a esta visión, pensamos en la evolución del Festival Sónar que desde los espacios de la Fira a L'Hospitalet y su apartado de Sonar +D ha ido progresivamente incorporando en medio de su actividad a la ciencia y la tecnología no sólo a través de las prácticas artísticas sino también abriendo sus cajas negras, los métodos y procesos, los engranajes industriales que se adhieren en torno a la innovación y la creatividad. El buen recibimiento tanto de la ciudadanía, como de los expertos y de las instituciones de investigación y culturales, durante las dos ediciones de las Bienales de Ciudad y Ciencia es a la vez un indicador claro de la transformación que está haciendo la sociedad en relación a la percepción de la ciencia y la tecnología.
Hay muchos más ejemplos a tener en cuenta pero éste sólo son una muestra relevante desde los que poder observar la evolución e inspirarnos en los cambios a proyectar en el futuro. La reciente creación en Cataluña de Hac Te, el hub de arte, ciencia y tecnología impulsado por 9 instituciones como son la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Fira de Barcelona, el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), el Barcelona Supercomputing Center (BSC), Barcelona Tech City, Hangar, la New Art Foundation y el Barcelona Institute of Science and Technology (BIST) es todo un hito en esta dirección.
Hoy podemos constatar que existe una gran cantidad y diversidad de agentes repartidos por toda el área metropolitana de Barcelona que llevan años activamente trabajando en proyectos de composición de saberes desde la intersección (explícita o implícita) entre arte, ciencia, tecnología y sociedad (ACTS) con perspectivas muy variadas y contextos muy distintos. El camino hacia la difusión de la ciencia y la tecnología pasa fundamentalmente por la integración de éstas en medio de nuestro imaginario cultural, arraigando tanto en conexión con las artes como con la sociedad en todos sus estratos. Pensar la ciencia, sentirla, vivirla, construir discursos, sueños e imaginarios que devuelvan las preguntas que le espolean a la sociedad, abriendo otras y compartiendo el deseo por conocer y comprender el mundo y universo entero.
Ha pasado ya más de una década desde que se publicó el 'Libro Blanco de Arte, Ciencia y Tecnología en el Estado Español' (2007), el informe de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología que realizó una cartografía y análisis de todos los agentes y proyectos implicados en el desarrollo de este ámbito transversal, con sus consecuentes propuestas de acciones a desarrollar. Sin entrar a analizar qué se incluyó y excluyó por aquel entonces en este informe lo cierto es que bastantes cosas se han transformado durante este tiempo, así como han desaparecido muchos agentes y aparecido otros nuevos, renovando la escena estatal, aportando nuevas perspectivas y mostrando la complejidad, diversidad y vitalidad del ámbito.
A nivel internacional, recientes publicaciones como 'Technology, Design and the Arts- Opportunities and Challenges' (2020), 'Creating ArtScience Collaboration Bringing Value to Organizations' (2019),' Arte, design and technology: collaboration and implementation '(2017) , o informes públicos como 'The Role of the Arts in the Digital Transformation' (2020), el informe mundial GUNI' Humanities and Higher Education: Synergies between Science, Technology and Humanities '(2019) o 'The Grid: connecting artists and Technologists' (2019) y tantos otros aportan nuevos análisis desde un renovado impulso que apuesta por el valor de la inter/multi/trans/anti-disciplinariedad. A nivel estatal, el todavía inédito informe sobre 'Artes, Saberos y Sociedad' (2021) de la Fundación Daniel y Nina Carasso actualiza y extiende el análisis y diagnóstico de ACTS desde nuevas perspectivas, dando cuenta de los cambios producidos y de los retos actuales, así como también arroja una gran variedad de propuestas estratégicas para contribuir a su impulso. Estos son algunos estudios clave que se añaden a la larga lista de análisis e informes de todo tipo que relatan algo que hace décadas que las sociedades complejas han incorporado en su praxis pero que no siempre las instituciones han sabido incorporar adaptando las sus estructuras en las transformaciones en curso.
Han habido muchos aprendizajes y de muchos tipos en este proceso, el primero es la constatación de hasta qué punto se trata de una escena heterogénea en la que hay universidades, centros culturales y artísticos, centros tecnológicos y científicos, colectivos e individuales trabajando en situaciones muy diferentes pero compartiendo a menudo formas de hacer relacionadas. Últimamente proliferan en Cataluña y en el Estado una diversidad de discursos que buscan enmarcar esta heterogeneidad constitutiva. El renovado discurso en torno al Humanismo Tecnológico, la apuesta estratégica para reflexionar sobre el impacto de las tecnologías en nuestra vida, redefiniéndolas desde las Humanidades centradas en los aspectos éticos asociados, representa un impulso discursivo importante desde las administraciones.
El apoyo de estas administraciones, de un lado u otro, ha continuado siendo intermitente, con intervenciones que han potenciado su desarrollo pero sin generar un cambio sustancial en las políticas culturales ni de investigación, aunque la percepción positiva del beneficio de estas prácticas sigue creciendo. Especialmente en Europa podemos ver cómo movimientos como la New European Bauhaus se extiende por doquier recogiendo el ámbito disperso de la creatividad transversal e integradora a la que hace referencia, tal y como hacen otros programas como los programas STARTS europeos, que explícitamente buscan conectar la ciencia con las artes , por poner algunos ejemplos. La propia naturaleza transversal de estas prácticas ha facilitado la proliferación de iniciativas en diferentes contextos, pero siguen siendo necesarios procesos y dispositivos que contribuyan al fortalecimiento de los a menudo frágiles mimbres que configuran y sostienen este tipo de actividades y proyectos.
Así pues, después de estas últimas reflexiones, creemos que los cambios a impulsar para que la cultura metropolitana se convierta en un elemento clave en la divulgación de la ciencia y el conocimiento pasan por 7 diferentes puntos claves que se resumen en una sola palabra - interconexión - en sus distintas vertientes. Interconexión entre conocimientos y disciplinas de las ciencias y tecnologías con las artes y humanidades, para centrarse en las preguntas y retos. Interconexiones entre las instituciones de investigación y difusión científica, culturales y artísticas, docentes e industriales, o sociedad civil, construyendo puentes entre comunidades. Interconexiones entre los distintos ámbitos de la cadena de valor sea difusión, investigación, transferencia, o producción o formación. Interconexiones entre agentes y redes locales y metropolitanas en relación a las estatales e internacionales. Interconexión de estructuras para transformarlas y generar nuevas. Interconexión entre los ámbitos virtuales y presenciales facilitando los formatos y dinámicas híbridas. Pero sobre todo, interconexión entre los distintos municipios del territorio metropolitano en base a la interdependencia de unos y otros, poniendo en valor y potenciando el tejido y agentes ya existentes. Todo un reto con un enorme potencial de transformación estructural de largo alcance e mayor impacto en el territorio y la ciudadanía.
Para saber más, puedes encontrar otros documentos relacionados con la metrópoli intel·ligente aquí, donde también podrás consultar el paper original entero de este artículo.
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