Comunalizar la ciudad: un reto para la planificación estratégica urbana
- Ana Méndez de Andés - Arquitecta urbanista, Universidad de Sheffield
- 28-11-2023
- 319 Lecturas
Entendemos los comunes como la práctica de autogestión de recursos colectivos por parte de comunidades que se benefician y cuidan de ellos. En las ciudades, estas experiencias son normalmente desplegadas en centros sociales, jardines comunitarios o bancos de tiempo, en procesos de autoorganización que parecen ajenos a la esfera de la planificación institucional. Sin embargo, si entendemos la planificación estratégica de ciudades como una 'intervención con la intención de alterar el actual curso de los acontecimientos', su relevancia social, su razón de ser, se establece a partir de la identificación de qué tipo de acontecimiento, dirección y vector de transformación se desea aplicar. En este momento, tras un verano 2023 que ha dejado inundaciones, olas de calor, incendios y escasez de alimentos (todo consecuencia de una trayectoria de explotación de los recursos naturales que llevará a un aumento en 1,5º C sobre los niveles preindustriales de temperaturas medias del planeta antes del 2027[1]), el curso de los acontecimientos más importante a cambiar es el del cambio climático y sus crisis asociadas.
Fotografia: Daniel Bartolomé
Pero ¿cómo planificar una intervención que nos lleve un futuro distinto del marcado por la deriva hacia la crisis ecosocial? La medioambientalista Julia Steinberger, una de las autoras del Sexto Informe del IPCC, señala un posible vector de transformación en el papel clave de la gestión democrática en la provisión en los servicios que aseguran el acceso a agua, energía, comida, alojamiento o transporte. Según las conclusiones de su proyecto Living Well Within Limits, para conseguir revertir el aumento global de temperaturas y paliar los efectos a corto y medio plazo de los cambios climáticos en marcha, no solo es necesario modificar aspectos biofísicos tales como reducir emisiones, aumentar la vegetación urbana, producir energía limpia o cambiar el modo de producción de alimentos, sino que es necesario poner en marcha sistemas que permitan un reparto radicalmente democrático de los recursos disponibles. Desde una óptica de innovación institucional, esta demanda democrática se puede interpretar como una implementación de los principios de los comunes en la toma de decisiones, acceso a los recursos, sostenibilidad e inalienabilidad de los recursos colectivos.
En los últimos años, a los ejemplos canónicos de comunes urbanos, en su mayoría reapropiaciones de espacios no incorporados a la producción (sean solares no construidos o tiempo de ocio), se han añadido experiencias más complejas que incluyen colaboraciones público-sociales[2] en sistemas de co-gobernanza. Así, el Observatorio del Agua de Terrassa, que incorpora a la sociedad civil en las decisiones políticas sobre el sistema de abastecimiento, o la movilización de los recursos de la ciudad en su conjunto para la provisión de salud y cuidados, como en el caso de las microáreas de la ciudad italiana de Trieste, y otros ejemplos como la expansión de cooperativas de vivienda en cesión de uso en Barcelona, o la red de comunes urbanos de Nápoles contribuyen a entender los comunes como sistemas que van más allá de ejemplos aislados.
Estas experiencias prefiguran un hacer-ciudad desde las instituciones que incorpora elementos que son ajenos, e incluso incompatibles, tanto con la necesidad de crecimiento infinito del mercado capitalista como con las jerarquías, clasificaciones y burocracias del Estado-nación. Además, los comunes son incompatibles con la idea del individuo único, autónomo e independiente. Mientras que los procesos de comunalización sí son compatibles con la articulación, entre otras formas, de lo público y lo privado. Así, la incorporación de los comunes a la planificación tendría como objetivo promover y fortalecer un ecosistema de prácticas con relaciones simbióticas y no parasitarias entre lo común y lo público, lo comunitario y lo privado. Un ecosistema donde lo colectivo no sería una agregación de individuos, sino que cada individuo se pueda considerar una superposición de sus distintos espacios colectivos: una configuración única a partir de la combinación de distintas comunidades. No solo las comunidades de afectos de distinta índole, sino también las comunidades de microorganismos -como las bacterias que llevamos en el estómago- de las que dependemos para vivir, o lxs autorxs de textos, canciones o vídeos de tiktok con lxs que hablamos en nuestra cabeza.
Fotografía: Àlex Losada
En esta ecología de prácticas y comunidades diversas e interdependientes, la planificación estratégica puede jugar un papel clave. En primer lugar, la planificación estratégica es el lugar desde el que definir escenarios de futuro[3], entendidos como descripciones -coherentes, internamente consistentes y plausibles- de cómo un posible estado del mundo puede desarrollarse en el futuro. En la creación de futuros alternativos a la crisis climática, estos escenarios deberán incluir la proliferación de experiencias de comunalización en entornos urbanos y su transformación en un sistema de organización social. En segundo lugar, el enfoque estratégico permite salir del paradigma del proyecto y maximizar la capacidad del planeamiento de 'imaginar un futuro y hacer que suceda'[4]. En tercer y último lugar, la evolución de los sistemas urbanos como ecosistemas complejos, con funciones interdependientes y procesos de desarrollo que vayan más allá del valor inmobiliario del suelo, precisa de una planificación capaz de ir más allá del reparto de cargas y beneficios asociados a las propiedades inmobiliarias y el planeamiento de las formas construidas.
Una de las conclusiones de mi investigación doctoral sobre el devenir-común de lo público, cuyo trabajo de campo se llevó a cabo en Barcelona entre 2021 y 2022, es la posibilidad de entender la planificación como una metodología y no un método, centrada en cómo y el qué, en el proceso y no en el proyecto, evitando la necesidad de generar una imagen final y abriendo la posibilidad de generar estructuras sociales basadas en principios de multiplicidad, superposición, autonomía e interdependencia. Metodologías que se inserten en la corriente comunitaria intrínsecamente imbricada en los modos de organización social del ser humano y den soporte a las prácticas de solidaridad, mutualidad y cuidado colectivo que realmente sostienen la vida en las metrópolis contemporáneas.
[1]'La OMM cifra en un 50 % la probabilidad de que en los próximos cinco años la temperatura mundial supere transitoriamente en 1,5 °C los valores preindustriales'. Organización Meteorológica Mundial, Ginebra, 9 de mayo de 2022. https://public-old.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/la-organización-meteorológica-mundial-cifra-en-un-50-la-probabilidad-de
[2]Estos y otros ejemplos se pueden encontrar en la compilación hecha junto a David Hamou, y Marco Aparicio Wilhelmi (eds), Códigos comunes urbanos: herramientas para el devenir-común de las ciudades, 2020.
[3]Definición de los escenarios de futuro del IPCC Data Distribution Centre: https://www.ipcc-data.org/guidelines/pages/definitions.html
[4]Manfredo Tafuri, Architecture and Utopia: Design and Capitalist Development (Cambridge: MIT Press, 1976), 70.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.