¿Cómo integrar los nómadas digitales a la vida de la ciudad?

No es la primera vez que hablamos aquí del incipiente fenómeno del nomadismo digital, entendido como el colectivo de profesionales que persiguen un estilo de vida desatado de una ubicación concreta, y que gracias a la tecnología pueden viajar y trabajar remotamente desde cualquier lugar del mundo. El pasado septiembre la Oriol Estela ya escribió una primera reflexión sobre el nomadismo digital, a raíz del atractivo que suscita la ciudad entre este colectivo, bastante similar al que tiene entre otros residentes temporales, como son los turistas, los estudiantes foráneos o los expatriados. Algunas de estas características son bien conocidas y forman parte de los activos naturales (como las playas, el sol o la climatología benigna). Otros, sin embargo, son menos evidentes para la ciudadana media, pero no menos importantes, como el empuje tecnológico o la escena cultural.

Imagen del debate organizado por el PEMB sobre nómadas digitales

Fruto del interés pensamos que, a raíz de la colaboración que mantenemos regularmente con el máster GLOCAL (donde la UB es una de las universidad participantes), sería una buena idea que un grupo de estudiantes realizara un análisis del fenómeno del nomadismo digital para el conjunto de Barcelona. El objetivo era tener una visión más precisa de la importancia del movimiento, así como también conocer qué aportan a la ciudad y que nosotros desconocemos, así como aquellas cosas que demandan y que no tienen respuesta. En cierta medida, queríamos intentar descubrir lo que hemos ido aprendiendo de los turistas, los estudiantes o investigadores extranjeros en estancia en nuestras universidades, los expatriados que son enviados a las filiales de las multinacionales que hay en nuestra región, o los emprendedores.

Hace unas semanas nos presentaron el fruto de su investigación. Algunos datos y resultados nos sonaban bastante conocidas. La excesiva burocracia y las dificultades de acceso a la vivienda aparecieron como las dos necesidades más insatisfechas. En el primer caso, esta afecta tanto a los nómadas digitales extracomunitarios (donde la obtención de visados para este tipo de perfiles puede ser muy complicada), pero también a los intracomunitarios, en trámites aparentemente tan sencillos como abrir una cuenta bancaria o dar de alta una línea de teléfono, que pueden resultar eternos. De los problemas de acceso a la vivienda, no es necesario añadir demesiada cosa nueva, ya que los diferentes submercados del alquiler en la metrópoli presentan importantes disfunciones suficientemente conocidas.

Otros, sin embargo, son menos evidentes a simple vista. La que probablemente nos impactó más fue que lamentaran la falta de integración con la comunidad local. Evidentemente la barrera idiomática tiene algo que ver (y aquí el bajo nivel de dominio de lenguas extranjeras por parte de amplias capas de la población, incluso de las generaciones más jóvenes no ayuda), pero otros factores contribuyen a ello. En este caso, la música les resulta familiar, ya que si hace o no hace era una historia similar a la que aparecía en L'Auberge Espagnole (traducida aquí como 'Una Casa de Locos'), donde se mostraba la vida de un grupo de Erasmus en la Barcelona de finales del milenio. Pese nos creemos que esta ciudad tiene poco que ver con aquella (donde apenas el 3% de la población residente había nacido en el extranjero), algunas inercias parecen persistir.

Las posibles soluciones al primer grupo de problemas hace tiempo que están sobre la mesa. Y de hecho, los mismos estudiantes nos dieron algunas pistas. Por ejemplo, mediante la creación de visados específicos para digital nómada, al estilo de lo que ha implementado Estonia. Este también debería servir para facilitar aspectos relativos como el pago de impuestos o satisfacer otras necesidades burocráticas. Muchas de estas soluciones escapan a la competencia local o metropolitana, pero estas administraciones sí pueden actuar como facilitadores para que la administración responsable, en este caso la estatal, adapte las normativas, ya que se trata de una oportunidad que se presenta no sólo a una ciudad en concreto, sino a muchos territorios de España, empezando por las islas.

Más complicado parece a priori ofrecer soluciones a la dificultad de encaje de los nómadas digitales en la vida cotidiana de la ciudad. En este punto, habría que construir puentes entre esta comunidad y el resto de residentes, permanentes o temporales, basados en el respeto y el aprendizaje mutuo. Se trataría de buscar situaciones de win-win para acoger mejor a esta comunidad en la vida de la ciudad. En este sentido, el papel que pueden jugar los espacios de trabajo compartido (los coworking) puede ser clave. Este es uno de los hábitats naturales de los nómadas digitales y algunos de ellos (como por ejemplo, el espacio donde estamos actualmente) combinan diferentes tipologías de trabajadores. Si bien es cierto que en muchos de ellos ya se están llevando actividades de este tipo (desde afterworks hasta vermuts, pasando por visitas culturales) o que también les ayudan a resolver ciertos trámites burocráticos, lo cierto es que son iniciativas aisladas y donde a menudo falta masa crítica.

Esta puede ser una buena oportunidad para estos espacios de trabajar conjuntamente, ofreciendo a coworkers que vienen de fuera la posibilidad de una mejor integración en la ciudad, al estilo de lo que ya hace un par de décadas desarrolla el Barcelona Centro Universitario, un aspecto que no sólo generaría externalidades positivas en la ciudad, sino que también puede ser un elemento de valor añadido a los negocios. Asimismo, las administraciones públicas contarían con un interlocutor, lo que puede facilitar encontrar soluciones a ciertos elementos que pueden entorpecer la acogida de nómadas digitales (o de otros residentes temporales).

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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