¿Cómo debería ser o cómo cambiar la cuestión del humanismo tecnológico para alcanzar una metrópoli inteligente en 2030?

Metrópoli Inteligente

La digitalización es un elemento crucial para consolidar una metrópoli inteligente en 2030, al igual que la innovación digital sólo generará sociedades más justas, inclusivas y resilientes en la medida en que se enmarque en el humanismo tecnológico. El propósito de este documento es aportar elementos para la reflexión crítica en torno a la necesidad de capacitar digital y tecnológicamente a la población sin dejar a nadie atrás.
La relevancia social de la eliminación de las brechas digitales es imprescindible para una ciudadanía llena en el siglo XXI, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Sin embargo, la capacitación o alfabetización digital no puede estar desligada de unas arquitecturas sociotécnicas que garanticen los derechos humanos en los entornos digitales así como una gobernanza justa, ética e inclusiva. A la capacitación digital y el manejo de instrumentos digitales, podríamos añadir la ambición de capacitar para vivir en la era digital, que requiere de habilidades transversales como por ejemplo la adaptabilidad al cambio constante, el aprendizaje (y desde aprendizaje ) a lo largo de la vida, unos buenos hábitos digitales (por ejemplo gestionando el equilibrio entre tiempos de conexión y desconexión), la empatía, la prosumición (consumo y producción) responsable y consciente. Para ello es imprescindible la implicación de todos los actores y fomentar un rol proactivo de la ciudadanía en las fases de diseño, testeo, implementación y evaluación de cualquier acción, pública, privada o consorciada.

¿Cómo debería ser o cómo cambiar la cuestión del humanismo tecnológico para alcanzar una metrópoli inteligente en 2030?

La digitalización es un elemento crucial para consolidar una metrópoli inteligente en 2030, al igual que la innovación digital sólo generará sociedades más justas, inclusivas y resilientes en la medida en que se enmarque en el humanismo tecnológico. En la llamada cuarta revolución industrial, caracterizada por narrativas que fomentan el solucionismo tecnológico, se hace necesario un retorno a la escala humana, resituando a las personas en el centro y las tecnologías a su servicio. Si bien el dilema entre técnica y humanidad no es nuevo, esta propuesta ha resurgido en con mayor fuerza todavía a raíz de la digitalización acelerada y casi obligatoria a la que hemos asistido a consecuencia de las medidas de confinamientos y distancia física derivadas de la pandemia por la COVID19. El tráfico de internet creció un 40% entre febrero y abril de 2020, traduciéndose también a una mayor dependencia de las plataformas y herramientas digitales para todas las esferas de la vida: profesional, personal, familiar, salud , ocio y entretenimiento, etc. Con la misma fuerza han quedado al descubierto las desigualdades preexistentes, exacerbando otras. Una de las más importantes es la brecha digital, en la que profundizaremos más adelante.

El propósito de este documento es aportar elementos para la reflexión crítica en torno a la necesidad de capacitar digital y tecnológicamente a la población sin dejar a nadie atrás. Antes, la metrópoli inteligente debe revisar de forma crítica y consciente qué concepto de humanismo digital impulsa para evitar superioridades morales de unas personas por delante de otras o de la especie humana por encima del impacto ambiental que pueda ocasionar. El humanismo digital redunda pero en la noción actualizada de una visión antropocéntrica, apoyada en el “hombre de Vitruvio”, situando a las personas en el centro y como medida de todas las cosas. Propuestas críticas apuestan por superar el humanismo que sitúa en superioridad moral a las personas, separando naturaleza y cultura - por ejemplo Rosi Braidotti -, o incluso planteamientos cercanos a una ecología de las máquinas como propone el filósofo Yuk Hui cuando habla de tecnodiversidad.

Ciudadanía digital en una metrópoli digital

Es imprescindible que la ciudadanía esté capacitada digitalmente para poder participar de pleno derecho en todas las áreas vitales y colectivas. Las conexiones entre capacitación o alfabetización digital, ciudadanía digital y derechos digitales son estrechas pero son tres miradas sobre cómo las personas aprenden a vivir y desarrollarse en sociedades mediadas por las tecnologías digitales. Sin embargo, la capacitación o alfabetización digital no puede estar desligada de unas arquitecturas sociotécnicas que garanticen los derechos humanos en los entornos digitales así como una gobernanza justa, ética e inclusiva. Es necesario comprender que los entornos digitales no son simples herramientas o instrumentos, sino que su existencia se enmarca en unas dinámicas económicas y geopolíticas determinadas, que conllevan nuevas oportunidades pero también nuevos riesgos como: la invasión de la privacidad, la normalización de la vigilancia (por parte de corporaciones, administraciones o entre personas), la explotación de la atención como recurso escaso y diseño persuasivo, el impacto de los algoritmos y la toma de decisiones automatizadas, o las plataformas que generan la disrupción del trabajo en numerosos sectores. Confluyen, en definitiva, diversas dinámicas técnicas, económicas, políticas e ideológicas que acaban configurando los ecosistemas que habitamos digitalmente, cómo y quién los habita y cómo esto determina oportunidades presentes y futuras. No se puede concebir pues una metrópoli digital sin velar por una ciudadanía plenamente digital.

En este sentido, han surgido diversas iniciativas para definir cuáles son los derechos digitales, se han llamado los derechos humanos de cuarta generación, centrados en torno al acceso a Internet como derecho básico. Hay una serie de principios que podrían orientar esta metrópoli digital, que impulsa y vela por una ciudadanía digital que garantice los derechos humanos fundamentales también en la mediación digital y tecnológica:

  • Apropiación social de la tecnología: utilizarla para propósitos de relevancia social.
  • Uso consciente de las tecnologías digitales para fortalecer la democracia y plantear nuevas formas de representación y participación cívica.
  • Acceso universal y asequible a la red de conexión, a dispositivos y la información, y servicios que se ofrecen digitalmente.
  • Vencer la exclusión digital desde la perspectiva interseccional, y brechas históricas de tipo cultural, económico, territorial, racial, de edad o de capacidades entre otros, que suponen trabas al ejercicio de una ciudadanía digital plena.
  • Aproximación a los datos como recurso común a disposición de políticas públicas y otros usos orientados al beneficio social y colectivo, en lugar de considerarlos como un activo explotable.
  • Promoción de políticas de inclusión digital, en términos de acceso pero también en términos de
  • participación efectiva como inteligencia colectiva para insertar personas y comunidades.
  • Garantizar la posibilidad de utilizar y beneficiarse de los servicios de gobierno electrónico que tengan que ver con la gestión pública.
  • Impulsar los bienes comunes digitales que fomenten la inclusión social así como la soberanía tecnológica de la metrópoli, protegiendo el acceso, las redes, los dispositivos, la información y los servicios digitales de las leyes del mercado y del arbitrio de los grandes fondos de inversión.
  • La apuesta por el software libre, el conocimiento libre y otras formas de creación de conocimiento para consolidar un espacio digital interconectado y equitativo.
  • Es relevante también contemplar el derecho a poder participar en el diseño de tecnologías que afecten a sus propias vidas en dinámicas de co-creación y co-diseño, que permitan incorporar la diversidad desde los primeros estadios de la innovación tecnológica, así como evaluar de forma preventiva las posibles consecuencias no deseadas de su implantación.
La capacitación digital, una condición sine qua non

Es clave que la metrópoli inteligente afronte el camino hacia el 2030 con brecha digital cero entre los 5 millones de habitantes pero también, para paliarla, primero hay que entender que hay tres niveles[9]:

  • Brecha de acceso: se refiere al acceso a dispositivos ya la red. Dentro de ésta hay secundarias como la velocidad de la red o el acceso a internet únicamente desde dispositivos móviles en lugar de ordenadores. Es una brecha de tipo predominantemente material y aporta autonomía a las personas en la medida en que pueden acceder desde el propio hogar.
  • Brecha de uso: tiene que ver con usos de distintos dispositivos y con finalidades diversas. Es el primer nivel de capacitación necesario, ya que disponer de hardware y conectividad no tienen relevancia si no se saben utilizar.
  • Brecha de calidad de uso: ésta es la más frecuente, ya que implica, más allá de los usos instrumentales, la capacidad de aprovechamiento de las oportunidades digitales orientadas al propósito vital.

Según el último estudio sobre la brecha digital de la ciudad de Barcelona, un 40% de la población disfruta de una calidad de uso de los entornos digitales . Y ese perfil de usuarios se situaría en edades jóvenes, con buen nivel de estudios, en barrios de rentas medias y altas.

La reducción de las brechas de uso y calidad de uso deben ir ligadas a propósitos vitales y figuras de acompañamiento. Por ejemplo, en los contextos educativos de menores está claro, pero aceleraría el proceso si se puede contar con mentoría digital cuando la falta de habilidades supone no poder buscar trabajo, acceder a la atención sanitaria u optar a trámites esenciales con la administración electrónica. Es imprescindible realizar una buena diagnosis de las diferencias entre entornos rurales y urbanos, en función del género, la edad, el nivel socioeconómico y las condiciones de vida que condicionan fuertemente quien tiene acceso y en qué condiciones para aprovechar las oportunidades que brindan los entornos digitales. Las soluciones de “talla única” pueden fracasar si se obvia la diversidad en todo el territorio de la RMB.

A la capacitación digital y el manejo de instrumentos digitales, podríamos añadir la ambición de capacitar para vivir en la era digital, que requiere de habilidades transversales como por ejemplo la adaptabilidad al cambio constante, el aprendizaje (y desde aprendizaje ) a lo largo de la vida, unos buenos hábitos digitales (por ejemplo gestionando el equilibrio entre tiempos de conexión y desconexión), la empatía, la prosumición (consumo y producción) responsable y consciente.

Dibujando la misión: Una metrópoli inteligente con brecha cero en 2030

La relevancia social de la eliminación de las brechas digitales es imprescindible para una ciudadanía llena en el siglo XXI, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.

Un objetivo que debería ser alcanzable es la eliminación de la brecha de acceso, proporcionando conectividad de calidad a todo el territorio de la RMB, y la de primer nivel de uso. Es preferible un despliegue más lento donde la provisión de acceso sea indisociable de un mínimo acompañamiento en los usos instrumentales básicos. En cuanto a la brecha de calidad del uso, sería un buen horizonte la brecha cero, aunque debería medirse como ambición realizable. Se puede contar con numerosos marcos de competencias digitales para priorizar los programas por distintos usos. Es crítico articular un robusto programa de capacitación para personas adultas en el entorno educativo (familias, docentes, educación en el ocio, etc.) para evitar el fenómeno de los “huérfanos digitales”. 

¿Cómo debería ser o cómo cambiar la cuestión del humanismo tecnológico para alcanzar una metrópoli inteligente en 2030?

¿Qué puede aportar la quíntuple hélice? A continuación se apuntan algunas nociones:

Administración:

  • Fomentar, a través de la contratación pública, soluciones tecnológicas, infraestructuras y servicios alineadas con la brecha digital cero y los derechos digitales por una metrópoli inteligente, conectada, inclusiva y justa.
  • Impulsar un mapeo territorial de las diferentes iniciativas existentes en todo el territorio que ya están orientados a la capacitación (Òmnia, Red Puntos TIC, Barcelona Activa/cibernàrium) o bien que podrían ser vectores para estar presentes en la cotidianidad de la ciudadanía (bibliotecas, ludotecas, museos...).
  • Participar en comunidades de aprendizaje con redes nacionales e internacionales, aprender de las buenas prácticas realizadas en otros países tanto a nivel de capacitación[13], como de gobernanza basada en datos, la creación de repositorios descentralizados, seguros y anonimizados, con un planteamiento donde los datos se conviertan en recurso común y no activo.

Sector Privado:

  • Ofrecer información sobre las capacidades necesarias en los distintos puestos de trabajo por orientación laboral presente y futura de la ciudadanía.
  • Orientar la innovación de productos y/o servicios a los retos de digitalización e inclusión identificados en la RMB.
  • Utilización del diseño persuasivo de forma ética y apostando por el diseño accesible y universal, permitiendo el disfrute de las interfaces digitales para personas con diversidad funcional, de todas las edades y con lenguaje sencillo para personas recién llegadas que no esté socializadas en las lenguas oficiales .
  • Las empresas fabricantes de dispositivos pueden impulsar el reciclaje o la recuperación de dispositivos para fomentar su redistribución.
  • Las compañías de telecomunicaciones deben apoyar la conectividad en todo el territorio.
  • Las empresas y start-ups basadas en plataformas pueden poner a disposición de forma segura, protegida y anonimizada información relevante sobre el pulso y los hábitos (consumo, movilidad, etc.) de los habitantes de la RMB que pueda ser relevantes a la hora planificar mejor la gestión de los recursos monetarios e intangibles.

Academia:

  • Fomentar la investigación interdisciplinar con el foco en los impactos de la brecha digital y las oportunidades sociales, económicas y ambientales de su reducción.
  • Las acciones investigadoras necesitarán comprender los impactos de las distintas capacidades en dimensiones como la salud, la participación democrática, el acceso al mundo laboral o la promoción en el entorno profesional, la educación, etc.
  • Profundizar en los estudios sobre el aprovechamiento de las herramientas digitales en condiciones de calidad del uso, generar nuevos marcos para abordar los espacios de conexión más allá de la visión cuantitativa (horas de uso, o tipos de uso) y generar nuevo conocimiento sobre las actitudes, valores y dinámicas digitales en distintos colectivos de acuerdo con condiciones socioeconómicas de vida.
  • Áreas como el diseño de conductos, la inteligencia artificial, etc., que actualmente están muy orientadas a la innovación del sector privado, vincularlas a proyectos orientados a los comunes digitales, el Internet centrado en las personas y la realización de pilotos y prototipos que permitan involucrar a la ciudadanía en el diseño y/o la evaluación preventiva.

Sociedad Civil, tercer sector:

  • Involucrarse en iniciativas donde el vínculo de confianza con las personas atendidas es fundamental para poder hacer llegar las acciones de los otros actores de la hélice.
  • Poner en valor los proyectos existentes en pro de la inclusión digital (como Guifinet o Colectic)
  • Aportar información y conocimiento sobre las realidades cotidianas de distintos colectivos y colaborar en el diseño de las estrategias de implementación de las acciones orientadas a reducir la brecha digital (por ejemplo: cuándo dar dispositivos a familias que no entienden sin crear nuevas problemáticas?).
  • Existen recursos digitales accesibles sobre capacitación digital, las entidades del tercer sector podrían formarse para después realizar acompañamiento y/o crear comunidades de práctica y aprendizaje con las personas atendidas.

Medios de comunicación:

  • No alimentar a las narrativas tecnosolucionistas.
  • Crear programas y espacios específicos que apoyen las acciones de capacitación digital en todo el territorio (en formato informativo o lúdico).
  • Dar cobertura a las alternativas tecnológicas que apuestan por softwares libres y comunes digitales.

Las alianzas:

Hacerlo de forma coordinada, en alianzas público-privadas, con participación del ámbito académico y donde la propia ciudadanía tome un rol relevante y activo tanto en el diseño como en la implementación de políticas, tecnologías o servicios, será primordial.

La innovación y la investigación en toda la cadena de innovación son fundamentales para cumplir esta misión de capacitación inclusiva. Las colaboraciones entre la investigación básica, la investigación aplicada y la innovación emprendedora serán esenciales. Estas actividades investigadoras deben ir en la medida de lo posible ligadas a la regulación y la gobernanza en relación a la inclusión digital, teniendo en cuenta los marcos de acción a nivel catalán, provincial o municipal.

Para saber más, puedes encontrar otros documentos relacionados con la metrópoli intel·ligente aquí, donde también podrás consultar el paper original entero de este artículo. 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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