¿Cómo debería ser el humanismo tecnológico para alcanzar una metrópoli inteligente en 2030?
Metrópoli Inteligente
En 2020 se han acelerado una serie de transformaciones ya apuntadas en la conceptualización de la 4a revolución industrial. La aceleración del proceso de digitalización a partir de su irrupción en todas las esferas de la vida cotidiana ha permitido poner de manifiesto las enormes desigualdades de acceso, uso y aprovechamiento de los recursos digitales que se expresan en el conjunto de la ciudadanía. Estas brechas digitales tienen su origen en condicionantes de carácter social, pero al mismo tiempo tienen la capacidad de impactar en estos mismos condicionantes ampliándolos y reforzando las desigualdades de origen. La inclusión social pasa hoy por el abordaje de las desigualdades digitales. Para su mitigación es necesario tener en cuenta la interseccionalidad de los ejes de desigualdad y ajustar los abordajes a los diferentes colectivos, desde una perspectiva crítica y tecnoética y desde una aproximación interinstitucional. En este documento apuntamos algunos elementos para el debate sobre la urgencia de la capacitación y el acompañamiento digital, para conseguir la inclusión social.
El año 2020 ha sido el año de la pandemia, un año de profundas transformaciones en nuestras formas de vivir, de las que todavía no hemos terminado de constatar el impacto a largo plazo. Este año hemos experimentado la globalidad, como probablemente nunca habíamos experimentado. Y al mismo tiempo han emergido fronteras en las que no habríamos imaginado que se podía erigir un límite. Seguramente, el impacto más claro y (con mayor continuidad) en nuestra cotidianidad ha sido el que se ha producido a partir de la aceleración de la digitalización de todos los procesos de la vida cotidiana. La aceleración de la digitalización se ha experimentado en la esfera relacional, en la educación, en el trabajo, en el consumo, en el ocio, en el ámbito participativo, etc.
Estas transformaciones conllevan enormes oportunidades. Uno de los principales impactos de este proceso es que redibuja el concepto de proximidad.
Por lo que respecta al ámbito participativo, muchas administraciones han entendido que las herramientas digitales suponen una oportunidad para acercarse a los ciudadanos/as. La crisis de confianza en la política y en las instituciones, y el desapego que comporta, debilita la democracia representativa. Varias leyes, tanto a nivel catalán como estatal, regulan la obligación de transparencia y de información de las administraciones, para hacer un reapropamento a la ciudadanía[1]. Pero más allá de este esfuerzo por convertirse en transparentes, hay que avanzar en la capacidad de la ciudadanía de incidir en lo público a partir de abrir espacios de participación ciudadana efectivos, con capacidad de incidencia sobre aspectos que tengan relevancia en su entorno o en sus condiciones de vida. Es necesario sin embargo, que los procesos de participación puestos en marcha por las administraciones tengan presentes los requisitos de calidad democrática.[3] Aunque la herramienta por sí sola no garantiza que la ciudadanía quiera, ni sepa participar. Que la ciudadanía esté motivada para participar (quiera), que existan las opciones de participación y los canales (pueda) y que esté capacitada para participar (sepa), serán las condiciones necesarias para que se produzca una participación efectiva.
A pesar de las oportunidades que ofrece la aceleración de la digitalización y su extensión en muchos de los ámbitos de nuestra experiencia, los riesgos también se han puesto de manifiesto con claridad. Tal y como apunta Olearte, a pesar de las innegables oportunidades que representan las TIC, incluso en relación a la mejora de vida generalizada, éstas por sí mismas no constituyen un remedio para las grandes fracturas sociales, sino que, al contrario, pueden incidir en un agravamiento de las brechas sociales preexistentes [4] .En este mismo sentido, el Banco Mundial apunta que la economía digital no está reduciendo la desigualdad, e incluso podría estar haciéndola mayor [5]. La experiencia de 2020 ha permitido poner en evidencia y situar en la agenda pública la necesidad de abordar las desigualdades digitales.
La conceptualización de las brechas digitales ha ido avanzando a medida que se extendía su uso. Aunque inicialmente se ha asociado el concepto de brecha al acceso a dispositivos ya conectividad (brecha entendida como “la separación entre aquellos que tienen acceso a las nuevas tecnologías y aquellos que no”[6]) se ha tendido a una conceptualización que incorpora la importancia de generar las oportunidades para su uso (“el acceso a la tecnología es inútil sin las habilidades, los conocimientos y el soporte para utilizarla de forma eficaz”, Selwyn, 2004[7] ), hasta una tercera conceptualización que pone el énfasis en la capacidad de apropiación de las herramientas y los aprovechamientos que se derivan (“lo más importante sobre las TIC no es la disponibilidad del dispositivo informático o la línea de Internet , sino la capacidad de las personas para hacer uso de este dispositivo y línea para participar en prácticas sociales significativas”[8]. Actualmente hablamos de 3 dimensiones de la brecha digital: la brecha de acceso, la brecha de uso y la brecha de calidad de uso o de aprovechamiento [9].
En cuanto al acceso, aunque en los últimos años se ha generalizado el acceso a las TIC, principalmente a través de los smartphones, no podríamos hablar de una brecha de acceso superada. En 2020 en el 99% de los hogares catalanes se tiene acceso a un smartphone, mientras que el porcentaje que cuenta con ordenador es del 86% y del 65% en los hogares con ingresos inferiores a los 900€. Lo mismo sucede si nos fijamos en el acceso a la red (un 3% del total de hogares no tiene acceso, un 12% en el caso de los hogares con menores ingresos), esto es especialmente visible también en los hogares monomarentales[10] ].
Pero más allá, observamos que tener acceso a las nuevas tecnologías no reduce las desigualdades, por sí solo; sino que existen otros elementos que actúan como barreras y que impactan en los usos digitales como los conocimientos y destrezas necesarias para poder utilizarlas. Estas destrezas son el resultado de la capacitación digital. Y a su vez, la capacitación está vinculada a diferentes formas de capital (económico, cultural, social), de forma que frente a un acceso igualitario a dispositivos y conectividad, encontraremos grandes diferencias en relación al grado de competencias y habilidades individuales oa la disposición ( motivación) a invertir esfuerzo (condicionado éste por la edad, el género o las experiencias previas).
La tercera brecha digital hace alusión a las desigualdades en los beneficios (sociales, culturales, económicos, personales, políticos) que se pueden obtener al realizar unos usos determinados de las TIC y las redes. Así, la brecha digital de calidad de uso o de aprovechamiento hace referencia a las diferencias en los rendimientos del uso de Internet, a la falta de capacidad de traducir en resultados favorables el uso de Internet.
La teorización de la tercera brecha digital apunta a que el capital digital está condicionado, como hemos apuntado, por el capital económico, social y cultural, pero al mismo tiempo el capital digital produce una serie de actividades que a su vez pueden impactar en el capital social, cultural y económico, a partir de una relación circular y de interconexión. Así podemos decir que las brechas digitales, lo son sólo superficialmente porque, en la práctica, observamos que son una nueva expresión de las desigualdades sociales, que las retroalimenta y amplifica.
Llegados a este punto, y dada la trascendencia de los impactos que puede tener a largo plazo, es necesario poner en la agenda pública y desarrollar políticas para su abordaje. El abordaje de la brecha digital es complejo, porque en su configuración inciden los elementos de la estratificación social (recursos económicos, capital cultural, capital social, etc.) cuyo impacto es complejo neutralizar. Sin embargo, es necesario que la nueva derivada que supone el hecho digital se aborde de forma específica, sin dejar de tener en cuenta la necesidad de abordar estos otros aspectos de carácter más estructural.
Centrados en la atención de las desigualdades digitales, por un lado habría que explorar y avanzar en todas aquellas medidas que faciliten el acceso a la red; es necesaria una transformación de la concepción de Internet como bien de consumo a una concepción que le sitúe como bien público, como un bien esencial; es necesario entender el acceso y el uso como un derecho a garantizar. Es necesario estudiar y desarrollar la propuesta de los bonos sociales, como ya existen experiencias con la luz o el agua o el desarrollo de redes de acceso a Internet asequibles.
Aunque el acceso es una condición necesaria, no es una condición suficiente, como hemos apuntado. Es necesario que el acceso esté acompañado de medidas de capacitación digital y de acompañamiento. ¿Qué elementos creemos que es necesario que estén presentes?
Sobre los contenidos:
Hay un primer nivel que implica acompañar a los ciudadanos y ciudadanas en la resolución de sus necesidades básicas a menudo relacionadas a los distintos requerimientos de los trámites administrativos. Para que esto suceda es necesario que estos espacios tengan una mirada comunitaria y sobre todo que estén interconectados con otros servicios que tengan los recursos para dar continuidad a la capacitación y/o al acompañamiento.
En un segundo estadio, hay que tener en cuenta que a menudo se hace hincapié en la capacitación en competencias de carácter instrumental, aquellas vinculadas a cómo utilizar las herramientas, pero, en cambio, hay que hacer hincapié en las competencias sustanciales; las competencias relacionadas con los contenidos, presentan mayor impacto en el uso efectivo de los medios digitales. Es más importante el para el que se capacita, hacia el que se orienta esta capacitación, que la destreza que se adquiere. En el objetivo de la capacitación debe situarse la mejora de las condiciones de vida de las personas, y este objetivo se puede focalizar en el ámbito laboral, en el educativo, en el relacional, etc., en función de cuáles sean las necesidades de la persona que se esté capacitando. En este sentido,
Queremos trasladar también la importancia de que la capacitación digital incorpore elementos de educación crítica, el hecho de que la capacitación digital, en algunos estadios y contextos deba ser básica no significa que deba ser acrítica. Internet no deja de ser la puerta de entrada a una gran industria de software, aplicaciones y plataformas de un gran mercado, en el que unas pocas empresas dominan buena parte del espectro. Las conocidas por el acrónimo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) son las grandes empresas tecnológicas del momento en provisión de contenidos. Estas empresas son omnipresentes en nuestra experiencia digital. A menudo su negocio se basa en el uso de nuestros datos de navegación[11] o en su capacidad de captar nuestra atención y la posibilidad de exponernos a la publicidad (con la que obtienen grandes beneficios)[12 ].
Y la educación crítica en el ámbito de las TIC debería incorporar, muy especialmente, aspectos relacionados con la necesidad de garantizar derechos vinculados al mundo digital, desde los derechos al acceso, derechos de ciudadanía, pero también a la privacidad y la seguridad, entre otros[13]. Es necesaria una reflexión profunda y compartida por el conjunto de la ciudadanía sobre cómo se configura la relación entre el ámbito digital y el ciudadano/a y sobre su gobernanza.
¿A qué colectivos?
Los factores que inciden en las desigualdades sociales son los que inciden en las desigualdades digitales.
Dicho esto, y teniendo presente la enorme heterogeneidad de perfiles y situaciones, resultado de esta interseccionalidad, queremos realizar algunas aportaciones concretas en torno a algunos grupos de población prioritarios. En primer lugar, queremos destacar la enorme necesidad de abordar las brechas digitales en su conjunto, acceso, uso y orientación a los aprovechamientos entre infancia y adolescencia. Los niños y jóvenes en situaciones más vulnerables, disponen en menor medida de acceso al ordenador desde el hogar, tienen menor autonomía de datos y deben seleccionar qué usos hacen con los datos limitados de los que disponen y, a su vez, desarrollan un menor número de habilidades que impactan en unos menores aprovechamientos. Por tanto, destacamos este colectivo en primer lugar, por la importancia que tendrá su desarrollo en capacitación TIC a lo largo de su trayectoria. Si la educación debe convertirse en un mecanismo para igualar las oportunidades, debe incorporar de forma urgente el abordaje de las desigualdades digitales. Una cierta interpretación del concepto de nativos digitales[14] ha provocado que durante mucho tiempo hubiera una cierta sensación de que por el hecho de nacer en un entorno social digitalizado, niños y jóvenes constituían un colectivo que tenía solucionada su relación con las TIC. Nuestros análisis ponen de manifiesto las enormes desigualdades internas dentro del colectivo y no sólo eso, sino también cómo se reduce el acompañamiento en el ámbito digital a partir de la adolescencia (por falta de conocimiento de los adultos, falta de competencia ...), haciéndose este acompañamiento principalmente a través del grupo de iguales. Más que nativos digitales,
En relación al género (y todavía focalizados en infancia y juventud), se observa que las chicas consideran tener menores competencias tanto instrumentales, como de creación de contenidos que los chicos, en cuanto a la diversidad de usos con los chicos destacan menor incidencia del juego con videojuegos, y un mayor uso de Internet para tareas escolares[15]. También se recoge una mayor incidencia de experiencias negativas en relación a aspectos de seguridad en Internet, en comparación con los chicos[16]. Internet no es un ámbito exento de las desigualdades de género que operan en el conjunto de la sociedad. Desde una perspectiva amplia, cabe destacar también la escasa presencia de mujeres en las carreras formativas y profesionales STEAM[17], muy vinculadas al desarrollo del sector TIC, y que previsiblemente serán las profesiones más demandadas y mejor valoradas en el mercado de trabajo de la que se está denominando como la 4ª revolución industrial. Es necesario pues un abordaje con perspectiva de género para eliminar las brechas y obstáculos que refuerzan las desigualdades de género también en el ámbito online.
De forma muy breve, también queremos mencionar la importancia de abordar la brecha digital entre las personas mayores. Éstas acceden y cada vez hacen más uso de las TIC; entre 2010 y 2020 el número de personas de 65 a 74 años que habían accedido a Internet en los últimos tres meses se ha incrementado en más de 50 puntos porcentuales. Este colectivo puede mejorar su cotidianidad si incorpora las ventajas que aportan las TIC a sus relaciones, a la comunicación con la administración, al cuidado de su salud, etc. Por eso también lo consideramos un colectivo a abordar de forma prioritaria.
¿Quién debe proporcionarlo?
La complejidad de los factores que inciden en las brechas, la diversidad y la heterogeneidad de los colectivos a atender, las múltiples dimensiones de la brecha digital (las diferentes derivadas del acceso, el uso, el aprovechamiento), condicionan que no pueda identificarse un único agente que pueda asumir la responsabilidad de abordar este fenómeno. Pero esta mirada comunitaria y capacitadora en el ámbito de las TIC debería poder extenderse a aquellos espacios y equipamientos públicos de proximidad en los que los ciudadanos/as, tengan una relación continuada (bibliotecas, centros cívicos, casales, etc.).
Desde la perspectiva de la región metropolitana, el gran reto es el trabajo en red, el aprovechamiento y puesta en común de recursos y la elaboración de una estrategia conjunta que aproveche los enormes recursos que están poniendo en circulación los municipios que en forman parte y las diferentes administraciones que operan de carácter supralocal, así como las iniciativas, y el potencial que aporta, el tercer sector. Abordar desde la política pública la atención a la brecha digital y la capacitación digital implica dirigir recursos y realizar inversión, en equipos de última generación y en su mantenimiento. Y de la misma forma sería deseable que la inversión pública, coordinada en el marco de la región metropolitana, apostara por el desarrollo de software para dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía,
A modo de cierre queremos remarcar que nos encontramos ante un gran cambio de relación con las TIC acelerado por la pandemia, pero este adelanto no deja de ser la crónica de una transformación anunciada a las puertas de lo que se conoce como la 4a revolución industrial, que intensificará la presencia de elementos vinculados a las TIC en nuestra vida cotidiana (con nuevas expresiones como la Inteligencia artificial, el Internet de las Cosas), y nuevas ocupaciones con una estrecha relación con el ámbito digital. Como hemos apuntado, abordar las cuestiones de desigualdad digital resulta imperativo y es necesario entender la urgencia de este abordaje y hacerlo desde el punto de vista de las políticas sociales, es decir, que es clave comprender que la inclusión digital y la inclusión social van de la mano.
Para saber más, puedes encontrar otros documentos relacionados con la metrópoli intel·ligente aquí, donde también podrás consultar el paper original entero de este artículo.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.