Cinco libros para después del fin del mundo
- Marc López-Forn - Gabinete Técnico del PEMB
- 20-03-2018
- 325 Lecturas
'No es hiperbólico sostener que La Ley de la Entropía y el Proceso Económico,
de Nicholas Georgescu-Roegen (1971), representa un hito análoga
al De Revolutionibus Orbium Caelestium, de Nicolás Copérnico (1543)
o en el Origen de las especies, de Charles Darwin (1859) '
(Grinevald, 1996)
'No es hiperbólico sostener que La Ley de la Entropía y el Proceso Económico,
de Nicholas Georgescu-Roegen (1971), representa un hito análoga
al De Revolutionibus Orbium Caelestium, de Nicolás Copérnico (1543)
o en el Origen de las especies, de Charles Darwin (1859) '
(Grinevald, 1996)
Foto: Imagen de la exposición 'Después del fin del mundo' del CCCB
En el marco de nuestros Rincones de Repensar, se organizó una visita guiada a la exposición 'Después del fin del mundo' y un debate previo: 'el futuro no espera: ¿llegaremos a tiempo?', entre la ambientóloga Anna Pérez, y el filósofo Jordi Pigem, moderado por el experto en prospectiva Jordi Serra.
La idea última, tanto de la exposición como del debate, es que el ritmo de consumo actual de recursos naturales y, por tanto, de emisión de gases de efecto invernadero y otras sustancias contaminantes, es insostenible. Bueno, tal vez la idea última es que, dada esta insostenibilidad, hay que cambiar de modelo, de paradigma; de cosmovisión.
En este sentido, el título de la exposición es una provocación, y tiene implícita una oración subordinada. Sería más preciso el título 'Después del fin del mundo, tal y como lo conocemos ahora', porque el mundo seguirá existiendo, con independencia de lo que le pueda pasar a la humanidad. El matiz es importante porque el 'tal y como lo conocemos ahora' no implica una distopía.
Es cierto, sin embargo, que todo apunta a que así sea, sobre todo cuando las previsiones más pesimistas de los diferentes informes del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, se han ido quedando cortas.
El momento es crítico, pero no necesariamente tiene que derivar en algo catastrófico. Etimológicamente hablando, la crisis es la ruptura con el estado anterior de las cosas; una situación crítica es aquella en la que se produce un cambio brusco. Sin embargo, este cambio puede ser favorable o adverso. Según decía Jorge Wagensberg, a quien echaremos, y, como siempre, con una sensibilidad poética extraordinaria: 'la crisis es la manera que tiene la incertidumbre de avisar que tenemos que cambiar de modelo'.
Cambio de modelo en el sentido que le daba Thomas S. Kuhn, es decir; cambio de paradigma. Leemos en el ensayo preliminar de la Estructura de las Revoluciones Científicas que: 'La crisis y los cambios en la teoría van de la mano; las anomalías se vuelven inextricables, y ningún tipo de ajuste las hará meter dentro de la ciencia establecida'.
El consenso sobre el crítico del momento es amplio. Lo que no es tan compartido es el origen y la duración de la crisis. En parte porque, dentro de una misma palabra: 'crisis', estamos encajando su definición etimológica, la crisis económica, la crisis kuhniana, etc. Si aceptamos 'crisis' como el momento en el que hay suficiente 'anomalías' que no pueden ser explicadas por la 'ciencia normal', lo que hace necesaria una 'ciencia revolucionaria', podemos estar hablando de una crisis que dura 200 años , a raíz de la revolución industrial y que ahora se manifiesta con más virulencia.
Ahora bien, si nos liberamos de la posición de privilegio en la que nos encontramos como occidentales, podríamos comprender mejor las palabras de Jordi Pigem, en el seno del debate, cuando decía que lo que está en juego son los últimos 6.000 años del ser humano. Una experiencia vital colectiva que arrasa con todo lo que encuentra, y con todo el mundo a quien encuentra por el camino.
En cualquier caso, y dando sentido al título de la entrada; si pudiéramos simplificar (de manera burda) el cambio de paradigma que supuso La Revolución Científica, por ejemplo, a una suma de mentes y obras espaciadas en un intervalo, de aproximadamente 150 años, que podrían ir desde el De Revolutionibus Orbium Caelestium (1543), de Copérnico, en la Philosophiae naturalis principia mathematica (1687), de Newton, pasando por el Novum Organum (1620), de Francis Bacon, o por el Discurso del método (1637), de Descartes; mi tesis es que podríamos proponer que se está cuajando una nueva revolución, que tiene, como componentes básicos:
- Sensibilidad medioambiental
- Igualdad de derechos entre humanos y con otras especies animales
- Inteligencia colectiva
- Democratización y participación
- Coste marginal cero
- Sobiranías y autosuficiencias
- En base a estos elementos, propongo mis cinco libros por el cambio de paradigma:
Mi concepción del mundo (escrito entre 1925 y 1960), de Erwin Schrödinger. Más que por el contenido, que también, escojo esta obra por quien la escribe. Si necesitamos argumentos de autoridad, quien mejor que un premio Nobel. Especialistas que dentro de su campo, se atreven a ir un poco más allá, alegando en favor de superar el individualismo, y de ser cada día mejores personas. Sin miedo a no usar el lenguaje matemático y la lógica. Sería nuestro nuevo discurso del método.
Primavera silenciosa (1962), de Rachel Carson. La primavera silenciosa es uno de los libros de divulgación científica más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Se considera la semilla de la toma de conciencia ecológica en torno a los peligros que el uso de determinados productos químicos pueden causar al medio ambiente. Y, además, el libro fue el impulso des de las luchas para poder sacar del mercado algunos de estos productos nocivos, tanto para el medio ambiente como para las especies animales que la habitan. Lectura obligada para cualquier historiador de la ciencia y por cualquier científico ambiental.
La Estructura de las Revoluciones Científicas (1962), de Thomas Kuhn. La obra de Kuhn es compleja, pero da las herramientas para identificar la necesidad de revisar nuestro sistema de creencias y maneras de entender el mundo. No es tanto que gracias a su obra se manifieste algo de los ámbitos antes mencionados, pero sí da el marco conceptual para estar poniendo a prueba continuamente lo que creemos. El conocimiento no es lineal, y, resumiendo mucho, Kuhn nos dibuja el proceso por el que una cosmovisión es sustituida por otra. De la 'ciencia normal' a las 'anomalías' que generan la 'ciencia revolucionaria', que, cuando se consolida, pasa a ser la nueva 'ciencia normal'. Y así sucesivamente. Siempre alerta.
La Ley de la Entropía y el Proceso Económico (1971), de Nicholas Georgescu-Roegen. Las dos grandes aportaciones de Nicholas Georgescu-Roegen son: la primera, situar el proceso económico (lo que, de alguna manera entra en la cadena: extracción, transformación, intercambio, consumo, residuos) dentro del flujo entrópico (la materia y energía usadas en el proceso, nunca tendrán una capacidad de crear trabajo igual o superior. Pierden capacidad de generar trabajo). La segunda, hacer una crítica definitiva a la confianza en la lógica deductiva, a través de la diferenciación entre los conceptos aritmomòrfics y los conceptos dialécticos (en otra entrada podré parar a él más tiempo), apostando por estos últimos.
La sociedad del coste marginal cero (2014), Jeremy Rifkin. Podríamos poner toda la bibliografía de Jeremy Rifkin. O la de Naomi Klein, por ejemplo, pero por motivos diferentes. Ambas personas tienen la capacidad comunicativa suficiente como para sintetizar el sentido de una época, y dotarla de un marco conceptual. He elegido esta obra, sin embargo, porque enlazaría con los componentes de inteligencia colectiva, democracia y participación, coste marginal cero y soberanías y autosuficiencias que comentaba que tendría el cambio de paradigma. El Internet de las cosas, las impresoras en 3D, la figura del procomún colaborativo o los Cursos Masivos Abiertos en Línea son ejemplos de tendencias que representarán un cambio de 180º en las relaciones sociales y económicas.
Con todo, os recomiendo visitar la exposición si no lo habéis hecho todavía, y os animo a darnos unas cuantas referencias que nos ayuden a entender el mundo en el que vivimos, y a orientar nuestros pasos para hacer de la metrópolis un ecosistema vivo, que sea resiliente, que esté cohesionado y en la que haya dinamismo entre las diferentes partes que lo forman.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.