100 platos y un preámbulo: La Carta Alimentaria
- Marta Pons Cabanes - Coordinadora general de Food Coop Bcn
- 12-07-2019
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Tenemos mucho que aprender de las hormigas, en el sentido de (re)plantearnos qué significa interaccionar con la tierra y con la producción de alimentos. La alimentación como derecho universal deviene ineludiblemente una cuestión política. Desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB) impulsamos la Carta Alimentaria de la Región Metropolitana de Barcelona (CARM), un instrumento de concertación estratégica para el desarrollo de políticas alimentarias en clave de región metropolitana. En esta entrada avanzamos el preámbulo de la CARM y mostramos 100 comidas que nos transportan a cuando éramos niños y niñas.
¿Cuál es tu plato favorito de la infancia? Con esta pregunta arrancábamos el taller ‘Sobre la mesa' en el contexto del encuentro Fixing the Future. Un prototipo de herramienta participativa articulada sobre Instagram, elaborada con el apoyo de Teamlabs, en la que un centenar de personas evocaron un recuerdo de infancia relacionado con la alimentación. La propia experiencia personal es el punto de partida para un recorrido a través de los cinco principios metodológicos que articulan el proceso de elaboración de la CARM, que son los mismos que regirán el Nuevo Plan Estratégico Metropolitano 2030:
- Escala Región Metropolitana de Barcelona
- Alineamiento con las agendas internacionales – ODS
- 100% colaborativo
- Participación de la quíntuple hélice (administración, empresa, academia, ciudadanía y medios de comunicación)
- Relato positivo y propositivo
Podéis ver la recopilación fotográfica de la intervención en el perfil de Instagram @carta_alimentaria. Observaréis que los platos realizados por abuelas y madres tienen un papel destacado, reforzando la necesidad de un reconocimiento del papel de las mujeres en el ciclo alimentario, tal como apuntaba en el artículo anterior. También se observa la convivencia de recetas locales y de proximidad y recetas más lejanas que ponen de relieve la diversidad cultural como elemento de cohesión social, así como la fuerza afectiva de la cocina tradicional en la era del fastfood. Éstas son algunas notas cualitativas que pueden reforzar o inspirar líneas de acción-investigación o proyectos vinculados a la CARM, como el proyecto de FoodMapping.
De la misma manera que en el Fixing the Future, donde personas de diferentes ámbitos sin tener conocimiento previo pudieron establecer vínculos entre los principios metodológicos del PEMB y la CARM, es clave superar la dicotomía entre las personas “que saben” y “las que no”. La gente sabe lo que pasa en su calle, a su alrededor y en sus cuerpos, pero estos saberes no están codificados. Hay que incorporar la complejidad de estas otras narrativas de los agentes que Antonio Lafuente, investigador del CSIC y director del Laboratorio Pro-Común de MediaLab Prado, denomina “expertos en experiencias”, en relación a la alimentación, que es también política y que interpela al ámbito más personal de nuestras vidas. De alguna manera, revitalizar las memorias de la alimentación nos permite romper con el ciclo “alineante” del modelo alimentario actual y reconectar con el territorio a diferentes escalas. Desvelar una “intuición alimentaria” que nos permite explicar quién somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
El horizonte de la CARM es una presentación pública que esperamos próxima, el proceso de adhesiones y la constitución del grupo motor para la elaboración de un plan de acción 2030. Avanzamos el preámbulo en el que están recogidos los principios marco y faltará dar a conocer los compromisos que ya están trabajados. Para estar al día de próximos pasos, podéis mandar un correo a cartaalimentaria@pemb.cat.
PREÁMBULO
En un entorno globalizado, de cambio acelerado y grandes desafíos como la lucha contra el cambio climático y la preservación de la biodiversidad, o el reto de garantizar la seguridad alimentaria y las necesidades de recursos de una población creciente y cada vez más concentrada en las zonas urbanas, surgen nuevas tensiones y demandas a escala territorial, especialmente hacia zonas agrícolas y naturales.
En Cataluña desaparecieron 6.800 fincas agrícolas de pequeña y mediana escala entre el 2006 y el 2016; la proporción de población activa agraria es sólo de un 1,6% (2015) y la contribución de la agricultura al PIB del 0,86% (2015). En la Región Metropolitana de Barcelona entre el 1990 y el 2012 se ha perdido entre un 30 y un 50% de la superficie y la capacidad de producción agrícola, haciendo crecer la dependencia y reduciendo la resiliencia de nuestro sistema alimentario.
En contraposición, la industria de productos alimentarios y bebidas tiene un peso económico específico importante. Así, el sector agroalimentario en la demarcación de Barcelona supone un volumen de negocio del 68,8% respecto a la facturación total en Cataluña y es donde se concentran un 57,2% de las empresas del sector, la mayoría en el área metropolitana de Barcelona, que suponen un 66,8% de la ocupación total catalana.
Nos encontramos con el reto de ajustar este decalaje entre la reducción de espacios agrarios, la calidad de la ocupación y el crecimiento económico agroindustrial; es necesario establecer nuevos vínculos que faciliten la reconexión entre el mundo urbano y el rural a través de repensar cómo nos alimentamos. Frente a la evidencia de que la metrópolis no es autosuficiente, la pregunta de partida es ¿Cómo se alimentan las ciudades?
Se estima que en 2025 la mitad de la población mundial vivirá en las ciudades. Son muchas las voces que subrayan el protagonismo de las metrópolis como grandes núcleos de consumo y por lo tanto de transformaciones. Esta centralidad no tiene porqué ir en detrimento de la calidad de vida en los territorios rurales, sino al contrario. Si la ciudad cuida el campo, el campo cuida la ciudad.
Nuestra relación con el alimento ha sido y es un principio de ordenación fundamental de los lugares que habitamos. El modelo alimentario también influye en el modelo territorial. Frente a la creciente desconexión entre mundo rural y mundo urbano, es necesario repensar urgentemente la relación entre el consumo urbano y la agricultura, generando espacios de confluencia entre la persona que produce y la que consume, para reconocer a la persona consumidora como ciudadanía coproductora. Este vínculo y reconocimiento del valor real de los alimentos refuerza nuestra capacidad de decidir y de devenir sujetos de cambio y bienestar.
La relación entre alimentación y salud es incontestable. El concepto de salud incluye la totalidad e integridad de los sistemas vivos. No se trata sólo de la ausencia de enfermedad, sino del mantenimiento del bienestar físico, mental, social y ecológico de los individuos y sus ecosistemas.
Los desequilibrios alimentarios de la población desafortunadamente son tendencia y un síntoma inequívoco de estilos de vida poco saludables y desvinculados del origen del producto en los que ingerimos más que nos nutrimos. Podríamos decir que la malnutrición es la nueva forma de desigualdad alimentaria. Dieta, salud y cultura gastronómica son activos que hay que universalizar en relación a la alimentación como derecho fundamental.
En este sentido, la innovación tecnológica, social y medioambiental es el motor que nos permite replantear el modelo alimentario actual, que se ha demostrado ineficiente, con altos costes de producción y poco valor de producto. Sobrealimentación y desnutrición en un mismo plano. La alimentación entendida como una mercancía más nos lleva a un callejón en el que las desigualdades se amplían generando una situación de emergencia para la supervivencia del planeta.
La alimentación es una necesidad primaria, uno de los elementos básicos para la vida de las personas y requiere ser elevada al rango de política pública. La alimentación es una cuestión personal y también política con impactos significativos a nivel social, ambiental y económico. Se hacen imprescindibles planteamientos transversales y supramunicipales para dar valor y defender la alimentación como derecho fundamental. En este contexto de la planificación estratégica metropolitana:
Teniendo en cuenta, la voluntad de proponer y promover nuevas visiones territoriales más sistémicas que permitan transformar los potenciales riesgos en oportunidad de cambio través de la cocreación y la cogestión des de la quíntuple hélice.
Teniendo en cuenta el horizonte del Nuevo Plan Estratégico Metropolitano Visión 2020-2030, en el que el eje central es el impulso del progreso social y económico, basado en la innovación y la sostenibilidad como mecanismo para la reducción de las desigualdades y de la segregación espacial en el territorio metropolitano.
Teniendo en cuenta que uno de los grandes pilares del nuevo Plan 2030 es la metrópolis resiliente, la que satisface las necesidades básicas para todas las personas, en todos los lugares y en todo momento para tener aire limpio, agua de calidad, energía sostenible, vivienda asequible y alimentos sanos y justos.
Teniendo en cuenta los compromisos de las diferentes agendas internacionales hacia un sistema alimentario más justo, sostenible y saludable. Especialmente los Objetivos Agenda Desarrollo Sostenible 2030 Naciones Unidas; Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición (2016-2025); Carta Europea de Gobernanza Territorial y Alimentaria (2011); Carta para una soberanía alimentaria desde nuestros municipios (2014); Pacto de Alcaldes y Alcaldesas por el Clima y la Energía (2015); Pacto de Políticas Alimentarias de Milán (2015); Estrategia de impulso de la política alimentaria de Barcelona (2016-2019).
La presente Carta Alimentaria de la Región Metropolitana de Barcelona quiere dar apoyo y reforzar los procesos que se dan a nivel local para la transición a un modelo de mayor soberanía alimentaria desde la revalorización de los criterios sociales, ambientales y de proximidad, con la elaboración de un relato y un marco de acción que interpele de manera directa las lógicas del sistema que alimenta las ciudades y pueblos de la región metropolitana. Esto significa reconocer los procesos locales como motor de cambio y subrayar su vinculación a un contexto regional, europeo e internacional, integral y más amplio, que multiplica sus potencialidades.
La escala metropolitana es relevante. La complejidad de las necesidades sociales requiere políticas de proximidad que no tienen porqué ser localistas; deben articularse a escala de los territorios metropolitanos para incidir en una autentica política de reducción de las desigualdades sociales y de la segregación territorial a través de los ecosistemas alimentarios.
En este sentido los objetivos principales de la presente Carta son:
- Favorecer el consenso y acompañar la transición hacia un sistema alimentario más justo, sostenible y saludable en todo el ciclo alimentario
- Establecer un marco de trabajo común para facilitar espacios de participación, acción y estrategia para el desarrollo de políticas alimentarias en clave de región metropolitana con la implicación de todos los actores de la llamada quíntuple hélice: las administraciones públicas, la empresa y el sector productivo, el mundo académico y de la investigación, la ciudadanía y sus organizaciones, y los medios de comunicación.
- Promover la elaboración de un plan de acción hacia la capitalidad de la Alimentación Sostenible en Barcelona (dentro del periodo 2020-2023) con visión metropolitana.
Links de interés:
- ¿Quién alimenta los barrios? Apuntes de alimentación y vida cotidiana
- ¿12 uvas o 12 gajos de mandarinas?
- Hacia una carta alimentaria metropolitana (El Periódico)
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.