Seis aprendizajes de un año de pandemia

Un año ha pasado ya de aquella fatídica semana en la que el mundo prácticamente se detuvo debido a la covid-19. En cuestión de pocos días pasamos de tomar medidas simbólicas a la paralización total del país, preludio de la “primavera perdida”. El desconfinamiento dio paso a un verano atípico en el que unas semanas de cierta alegría nos condujeron a una segunda ola. El baño de realidad se hizo patente en octubre con una nueva tanda de restricciones que nos ha acompañado hasta la fecha haciéndonos abandonar cualquier esperanza de retorno rápido a la normalidad hasta que la vacunación llegue a una parte importante de la población, con permiso de las nuevas cepas. 

Calle de Sants. Autor: Edu Bayer. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona

Esta situación ha tenido importantes consecuencias personales, económicas y sociales, y un impacto a corto plazo únicamente comparable con el de la Guerra Civil. La actividad económica se ha reducido más de un 11%, cerca de 200.000 personas tienen los contratos suspendidos como consecuencia de un ERTE, la esperanza de vida se ha reducido un año y la ciudad de Barcelona ha perdido en pocos meses 13.000 habitantes con un cambio importante de tendencia en los flujos migratorios. Al mismo tiempo, esta situación ha generado una serie de circunstancias que han permitido analizar numerosos fenómenos sociales y generar incontables aprendizajes. Recién iniciado el confinamiento escribí sobre algunos de los posibles efectos que la covid-19 podía conllevar, centrándome mucho en aspectos económicos. Un año después he querido repasarlos. Aquí tenéis seis reflexiones:

1. La necesidad de devolver el centro de Barcelona a la ciudadanía 

En cuestión de pocos días la ciudad de Barcelona vio como casi un millón de personas se evaporaban de sus calles. Si el miércoles 11 de marzo se contabilizaban 2,6 millones de personas, la cifra cayó a 1,7 millones a finales de abril. Esta diferencia se mantuvo durante el verano, tradicional temporada alta turística en Barcelona, y no fue hasta finales de año que la diferencia se redujo, quedando alrededor del cuarto de millón de personas. 

Esta caída poblacional se ha hecho especialmente evidente en el centro de la ciudad, que durante meses ha sido una verdadera zona 0 y que ha puesto en evidencia un proceso de desaparición del tejido residencial y económico local que se había ido gestando a lo largo de las últimas décadas por diferentes motivos. 

Carrer de Ferran. Autor: David Rodríguez

Es probable que en pocos meses volvamos a tener un centro vibrante y una Rambla en la que cueste volver a andar si no es a ritmo de paseo tranquilo. No obstante, si queremos evitar algunas de las disfunciones que ya se habían detectado antes de la pandemia, seria necesario ir pensando en como llevar a cabo la necesaria revitalización del centro, tanto de tejido residencial para usos permanentes como de actividad económica desligada del turismo. 

En este sentido, hay que poner en valor la propuesta articulada por Barcelona Global para regenerar la actividad económica en el centro utilizando espacios en desuso desde hace años. Así mismo, cobran más importancia acciones que el Ayuntamiento de Barcelona ya estaba desarrollando para regenerar el tejido residencial y comercial, como las restricciones en la actividad residencial turística o la promoción de nuevas formas de vivienda asequible como los Aprop. Finalmente, se tendrá que ver si el impulso que había tenido la actividad de los coworkings en los últimos años, que había atraído nueva actividad económica, se consolida, o bien fue sólo un espejismo temporal.

2. ¿El retorno a las periferias? 

La soledad del centro de Barcelona durante estos meses ha contrastado con la vitalidad de muchas áreas periféricas, tanto la de la propia ciudad de Barcelona, como la de muchos municipios y ciudades del entorno metropolitano. Por ejemplo, la actividad de los ejes comerciales periféricos no se ha resentido en exceso y en algunos casos incluso ha crecido, pese a las restricciones a la actividad comercial que han existido en este periodo.  

También se ha despertado el interés por residir fuera de los núcleos urbanos más densos. La restricción de actividades y las diferentes modalidades de confinamiento, así como también la generalización del teletrabajo, han hecho repensar o acelerar cambios en el lugar de residencia. Este hecho ha provocado un movimiento del padrón ciertamente atípico en la ciudad de Barcelona y que tiene derivadas espaciales y sociales. Analizando la geografía de las destinaciones parece tratarse de un fenómeno de clases medias-altas en el que la tendencia ha sido desplazarse a municipios más periféricos del entorno metropolitano: en el Maresme, el Penedés, o los extremos del Vallés.  En este sentido, la dinámica de Barcelona no difiere demasiado de la de otras metrópolis como Nueva York o París.  

Fuente: Departamento de estadística del Ayuntamiento de Barcelona

La duda es si estos cambios se consolidaran una vez normalizada la situación y cómo afectaran a medio plazo. Puede pasar perfectamente que tengan un impacto limitado porqué el cambio de residencia haya sido la mera formalización de una realidad preexistente. En otros casos, puede abrirse una nueva dinámica en la que municipios más o menos pequeños de la periferia metropolitana reciban un influjo de nuevos residentes, con las derivadas que ello conlleva. Puede también ser una oportunidad para generar nueva actividad económica, mantener servicios o hacer viables equipamientos y servicios municipales. Pero también puede ser, aunque parezca paradoxal, un riesgo para la cohesión social si acaba tensionando el mercado de la vivienda local o el acceso a determinados servicios.

3. La metamorfosis del comercio 

Muy probablemente la covid-19 haya actuado de catalizador de un cambio que ya se estaba produciendo durante la última década: el comercio digital ha pasado de ser un nicho a ser una parte importante del mix del comercio minorista. Pese a que hace 25 años que el comercio electrónico está presente en nuestras vidas, no ha sido hasta ahora que ha dejado de ser un canal minoritario y empieza a ser visto como una amenaza importante para los actores tradicionales. En cambio, la pandemia y alguna de sus consecuencias han llevado al fortalecimiento de segmentos que eran nichos hasta ese momento, basados en el comercio de proximidad. Y también ha empujado a la digitalización al pequeño comercio de una manera diferente a la que podíamos entrever años atrás. Probablemente sea ésta la última opción de salvación de un pequeño comercio que hasta la fecha no había encontrado su lugar en el mundo digital. 

Al mismo tiempo, la digitalización está implicando también una metamorfosis a nivel territorial. Como en el caso de la banca comercial, los grandes operadores están apostando por formatos basados en grandes tiendas en detrimento de una amplia red de establecimientos, lo que está suponiendo una sangría de locales situados en calles principales de los ejes comerciales de segundo nivel. A su turno, el modelo de centros comerciales, que había florecido alrededor del cambio de siglo, parece que ya hace tiempo que llegó a su máximo y muy probablemente en pocos años asistiremos a su declive, con las implicaciones urbanísticas que ello pueda derivar teniendo en cuenta su ubicación mayoritariamente periurbana. 

4. Metrópoli de ferias y congresos 

La Feria de Barcelona fue una de las primeras damnificadas por la covid-19 cuando se vio obligada a suspender la edición del Mobile del 2020 a mediados de febrero del año pasado. Desde entonces, la actividad ferial se ha mantenido bajo mínimos, situación que también se ha repetido en el campo de los congresos y las convenciones que, o bien se han transformado con mejor o peor fortuna en reuniones virtuales, o directamente se han pospuesto para una mejor época. Paradoxalmente, el mundo ferial será también el que marque el punto de inflexión con el retorno de los grandes eventos. Está previsto que en junio se retome el MWC y que unos días antes también se celebre la primera edición del ISE, una feria de electrónica de primer nivel que hasta el año pasado se llevaba a cabo en Ámsterdam. 

Pese a la fuerte sacudida que ha supuesto, la pandemia ha mostrado sin quererlo la vigencia del modelo de reuniones presenciales y la inviabilidad, como mínimo a corto y medio plazo, de convenciones totalmente virtuales. En este sentido, ha corroborado aquello que los responsables feriales ya habían predicho cuando las primeras aplicaciones de videoconferencia salieron a la luz: estas herramientas pueden ser muy útiles para ahorrar reuniones presenciales, pero incluso refuerzan la necesidad de mantener encuentros presenciales puntuales. 

Lo cual es una muy buena noticia para Barcelona, que desde hace décadas había apostado fuertemente por un turismo de ferias y convenciones que la había catapultado a los primeros puestos del ranquin mundial. Se trata de una actividad con un elevado ingreso por persona y día, que facilita la conectividad de larga distancia (muy tocada postpandemia y a la cuál probablemente le costaría mucho recuperarse en otras condiciones), y que, además, es complementaria con el resto de actividad turística.

Fuente: Departamento de estadística del Ayuntamiento de Barcelona

5. ¿Siguen teniendo sentido los “distritos de negocios”? 

Durante muchos años ha existido una fuerte demanda de espacios de trabajo en “distritos de negocios” o parques de actividades. Justo antes del estallido de la pandemia, la demanda de espacio de oficinas era tan grande que empezaba a generar problemas para poder ser atendida, en especial en distritos como el 22@. Éste, concebido a finales del siglo pasado, ofrecía por primera vez una visión global, con universidades y centros de investigación que actuaban de tractores de los diferentes ecosistemas (energía, media, etc.) que se iban instalando alrededor. El modelo original se fue ajustando a lo largo de los años para dar cabida a nuevas tendencias como, por ejemplo, la emergencia de los espacios de coworking, no contemplada en los planes iniciales, pero que se ha acabado adaptando hasta el punto de ser uno de los tractores en la contratación de espacios en estos últimos años. 

Durante los meses más duros de la pandemia surgió la duda de si tenían sentido los grandes edificios de oficinas corporativas en un perfil de actividades con alta propensión a teletrabajar. La realidad es que un año de teletrabajo más o menos forzado ha puesto de manifiesto sus virtudes, pero también sus defectos y limitaciones. Existe un amplio consenso en que el modelo laboral del futuro será menos presencial, pero en ningún caso se pasará a una situación de teletrabajo total más allá de las ocupaciones en las que éste ya se producía de manera habitual. 

La pandemia también ha puesto sobre la mesa las debilidades de un modelo urbanístico que aún mantiene una importante segregación de usos. Parques de actividades localizados en las afueras de las ciudades o distritos como el 22@ se han convertido en barrios fantasma incluso meses después del desconfinamiento. Si el modelo de las actividades vinculadas a estos distritos transiciona a un híbrido de presencial y teletrabajo es previsible que esta sensación se cronifique, con los efectos que esto conllevaría para el tejido comercial o de servicios de apoyo.  

Todo parece apuntar a que, tal y como preveían muchos urbanistas, los distritos de negocios del futuro deberán ser menos segregados e incluir una base mínima de actividad residencial para que los tejidos comerciales sean más resilientes. Precisamente, el ejercicio de repensar el distrito 22@ que recientemente llevó a cabo el Ayuntamiento y que generó cierta polémica incidía en esta línea. 

6. Una movilidad necesariamente diferente 

La pandemia ha tenido efectos directos, pero también indirectos, en la movilidad de la metrópoli. Por una parte, veíamos un interés creciente en desplazarse de manera no motorizada (a pie o en bicicleta), pero también vivíamos la eclosión de los patinetes como forma de desplazamiento para distancias cortas alternativa al transporte público. Este hecho ha puesto en tensión un espacio público en competencia con los usos actuales, muy centrados en el tráfico y el estacionamiento de automóviles, y ha acelerado, no sin controversia, el cambio de usos mediante el urbanismo táctico.  

Precisamente el transporte público colectivo ha sido el gran damnificado en todo este proceso. Pese a que la oferta incluso a aumentado para asegurar unas distancias inexistentes en la era prepandemia, la demanda se sitúa entre un 40 y un 50% por debajo a la de hace un año. El factor miedo probablemente haya alterado bastantes desplazamientos relativamente cortos, pero el grueso de la caída corresponde al efecto que han tenido los ERTE o el teletrabajo, el paso a online de la formación universitaria y la práctica desaparición de la movilidad ligada al ocio o al turismo. Es muy probable que una parte importante se vaya recuperando a corto plazo cuando vayan desapareciendo las restricciones aún existentes. 

Estación de Sants. Autor: Edu Bayer. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona

Por el contrario, hay un importante factor de riesgo de trasvase entre el transporte público y el vehículo privado y que paradoxalmente puede venir propiciado por el teletrabajo. Un crecimiento sostenido del teletrabajo híbrido puede acabar provocando este cambio modal, especialmente si la política tarifaria no tiene en cuenta esta nueva realidad. En este sentido, puede ser que los cambios tarifarios implementados a principios del año pasado, y que en aquellos momentos significaban un avance hacia la movilidad más sostenible, hayan quedado obsoletos. 

Por el contrario, la digitalización a marchas forzadas de amplias capas de la sociedad abre nuevas posibilidades para el transporte público a la demanda, un aspecto que puede posibilitar grandes mejoras en la oferta en las áreas más periféricas y, al mismo tiempo, contribuir a la sostenibilidad medioambiental y económica.  

Todos estos aprendizajes, y algunos más que por razones de espacio me reservo para un artículo más adelante, han coincidido en el tiempo en la fase inicial de definición de retos del proceso “Barcelona Demà. Compromiso Metropolitano 2030”. Aunque no es previsible que alteren notablemente los grandes retos y misiones a plantear en un horizonte 2030, sí que probablemente influyan en la granulación de las propuestas que de ellos se deriven. En todo caso, esperamos poder contrastarlo a partir de las próximas semanas, cuando se comience un segundo nivel del proceso con la participación de centenares de actores de la cuádruple hélice.  

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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