Entrevista a María José LaRota-Aguilera

Ganadora de la Beca Santacana 2019 e investigadora de sistemas socioecológicos e infraestructura verde

  • 01-03-2021
  • Actualidad del PEMB
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Un desarrollo metropolitano resiliente y una gobernanza transversal. Esto es lo que plantea María José LaRota-Aguilera, en su proyecto 'Análisis Socioecológico Integrado (SIA) de la infraestructura verde metropolitana de Barcelona'. La estudiante del doctorado en Ecología Terrestre de la Universidad Autónoma de Barcelona fue la ganadora de la Beca Santacana 2019 otorgada por el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB). Su estudio ya ha sido publicado en la revista Landscape and Urban Planning y en el anuario metropolitano del IERMB. Le hemos pedido que nos explique en qué consiste su trabajo y qué implicaciones tiene en la región metropolitana de Barcelona esta herramienta que pretende generar horizontes factibles y viables en términos de infraestructura verde. Hablamos de aquellos usos del suelo que son considerados “suelo no urbanizable”, que incluso podrían potencialmente constituir un sistema agrario funcional en el sentido amplio de la palabra. Esto incluye, no sólo las áreas forestales y los parques naturales, sino también los suelos agrícolas, los corredores fluviales, los espacios intersticiales, las playas y los parques urbanos.  

LaRota-Aguilera es estudiante del doctorado en Ecología Terrestre de la UAB
LaRota-Aguilera es estudiante del doctorado en Ecología Terrestre de la UAB

Estamos en un momento de muchas transiciones como la digital, la económica o la climática. ¿Qué debemos entender cuando nos referimos a la transición socioecológica de las metrópolis? 

Nos referimos al desarrollo e implementación de una serie de acciones sistemáticas y transformadoras de los diversos sectores de actividad metropolitanos interconectados (por ejemplo, sistemas energéticos, alimentarios, industriales, transporte y los usos del suelo), lo que puede sintetizarse en lo que hoy se conoce como economía circular. 

Nosotros proponemos que la clave para pensar estas transiciones es primero, no caer (nuevamente) en el error de pensar la actual crisis y sus posibles salidas desde una aproximación meramente económica (clásica), sino social y ecológica. Se debe adoptar una perspectiva integral, desde la economía ecológica, para entender y afrontar esta crisis. Esto es, concebir las metrópolis como sistemas socioecológicos complejos en los que no todas sus interacciones y procesos son conmensurables en términos económicos, sino que, por el contrario, requieren del entendimiento de su dimensión biofísica. Y, en segundo lugar, pensar en el tratamiento de las metrópolis como sistemas, lo que lleva a la necesidad de una gobernanza transversal. La ausencia o desestimación de estos dos enfoques ha llevado a una importante pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos asociados, a la vulnerabilidad al cambio climático, a la degradación de los recursos naturales y a la desigualdad social. 

 

¿Cuáles crees que son los condicionantes o los elementos más críticos a la hora de transitar hacia una economía más circular en el contexto metropolitano?  

Estudios recientes han evidenciado la relación entre la aplicación —todavía existente— de el modelo lineal en la agricultura metropolitana con la insostenibilidad de la región y el detrimento de una economía circular. Por ejemplo, basados en los últimos resultados del Análisis Socioecológico Integrado (SIA) que venimos desarrollando en el Laboratorio Metropolitano de Ecología y Territorio de Barcelona (LET), se sugiere que se pueden lograr mejoras radicales mediante la disposición de los flujos físicos (energía, materia, nutrientes, agua) hacia un modelo más cíclico, gracias a la integración de los subsistemas agrícolas, ganaderos y forestales.  

En este sentido, algunos de los condicionantes de este tránsito son, en primer lugar, la alta dependencia de insumos externos (fertilizantes, pesticidas y piensos) y, en segundo lugar y desde una perspectiva de la agroecología del paisaje, la evidente necesidad de recuperar los nutrientes del suelo a través del cierre de ciclos de nutrientes. Estos dos condicionantes requieren enfocarnos en optimizar los procesos de reutilización de biomasa (subproductos agrícolas, excreta animal o residuos sólidos urbanos) y la integración entre los diversos usos del suelo de la región metropolitana (cultivos, ganadería, viviendas, industria). Aquí es especialmente relevante el acoplamiento de las interacciones urbano-rural. Esto implica la integración de diversas escalas socio-territoriales; desde las locales (productores y consumidores y explotaciones agrícolas), hasta escalas regionales, por ejemplo, a través de la mejora en el manejo de residuos orgánicos y la conexión rural-urbana. Al fin y al cabo, las ciudades y metrópolis históricamente siempre se han localizado en entornos agrarios.  

Por último, si bien es cierto que como consumidores debemos transitar hacia adaptaciones en nuestras dietas buscando fortalecer las redes alimentarias locales y comunitarias, este transito debe estar respaldado por una voluntad política, e ir de la mano de la ciencia y la participación ciudadana.  


Cuando pensamos en infraestructura verde pensamos en conservación o protección, pero ¿qué otras funciones podría cumplir ésta dentro del conjunto del territorio de la región metropolitana de Barcelona? 

La infraestructura verde se caracteriza por ser multifuncional. Tiene la capacidad de proveer diversos servicios ecosistémicos entre los que se encuentran la provisión de alimentos y materiales, la purificación del aire, la polinización o el soporte a la biodiversidad y la regulación de ciclos biogeoquímicos, entre muchos otros, además de prestar servicios culturales, estéticos y recreativos para la sociedad. Estos servicios no solo benefician a las poblaciones locales que directamente interactúan o usan estos espacios, sino que tienen influencia a escalas regionales e incluso globales (regulación climática).  

La función de la infraestructura verde metropolitana de Barcelona es, sin ninguna duda, de gran importancia para la conservación de la biodiversidad y la calidad ecológica del territorio (por ejemplo, a través de la mejora de la conectividad ecológica). Pero adicionalmente, lo que hemos podido empezar a documentar a través de nuestro análisis multicriterial es que la infraestructura verde, en particular la asociada a los espacios agrarios, también puede tener una función clave sobre algunos aspectos de la cohesión social (generación de empleo o educación ambiental). Esto lo podemos observar a lo largo del parque agrario del Baix Llobregat, un espacio que aporta conectividad ecológica a la región, es hábitat de cientos de especies, provee alimentos a la población metropolitana y genera empleo. Esto es muy importante pues hasta hace poco tiempo existía una fractura entre la conservación de los espacios no urbanizados y el desarrollo económico de las regiones. 

Finalmente, en el contexto actual de crisis sanitaria, numerosos estudios relacionan la conservación de la biodiversidad con el control de epidemias y demuestran los beneficios de las áreas verdes en la salud y el bienestar de la población. 

 

¿Cómo podemos conseguir que el potencial de la infraestructura verde metropolitana (actualmente el 55% de la superficie) y sus servicios ecosistémicos se integren de manera coherente con otros sistemas agrícolas o industriales de la RMB? 

Es importante entender la función de cada sector de actividad y su posible relación con la infraestructura verde metropolitana, así como los procesos que allí ocurren (reciclaje de nutrientes, eficiencia energética, consumo de agua, generación de empleo, retención de carbono, emisiones de gases de efecto invernadero, etc.). Esto redefiniría la infraestructura verde en su funcionalidad, más allá de la determinada por el tipo de uso del suelo y nos permitiría entender los roles que se deben potenciar o revisar si buscamos avanzar hacia una transición socioecológica y adaptarnos al cambio climático.  

Lo siguiente es integrar ese conocimiento a diversas herramientas de planificación. Una correcta planificación de los usos del suelo en el área metropolitana de Barcelona nos permitiría potenciar el papel de la infraestructura verde. En este sentido, desde el LET hemos venido trabajando junto con el Plan Director Urbanístico metropolitano (PDU) para aplicar el SIA a la infraestructura verde metropolitana y comprender desde una perspectiva multicriterial las interacciones de los diferentes espacios y subsistemas, no sólo bajo las actuales condiciones, sino en escenarios futuros (de transición ecológica, planeación territorial o cambio climático).  

También deberíamos tener en cuenta la recuperación de áreas agrícolas que se han ido perdiendo en los últimos decenios, que son espacios que podrían contribuir a la heterogeneidad de los paisajes metropolitanos con importantes efectos sobre la prestación de servicios ecosistémicos y que, en general, aportarían la multifuncionalidad requerida a la infraestructura verde metropolitana, necesaria para la sostenibilidad territorial y la resiliencia frente a los cambios globales.  

 

¿Qué cambios deberíamos introducir al modelo agrícola y ganadero del territorio metropolitano para su transformación hacia un modelo sostenible a largo plazo? 

Se habla mucho de la agricultura orgánica, pero por lo que hemos podido aprender en los modelos desarrollados en el LET, incluso en escenarios hipotéticos en los que la agricultura orgánica aumentara, ésta no conllevaría necesariamente a una reducción significativa de la dependencia a insumos externos, los cuales representan un costo energético y ambiental importante en aspectos como, por ejemplo, la generación de gases de efecto invernadero. Especialmente si queremos mantener la superficie agrícola actual o aumentarla. Por lo tanto, pensar en transitar hacia modelos más sostenibles a largo plazo debería considerar formas de agricultura agroecológica y no sólo orgánica, es decir, debemos ecologizar la agricultura y la ganadería. Basados en los análisis que hemos realizado, estaríamos hablando de optimizar el cierre de los ciclos de nutrientes de los agroecosistemas a escala de paisaje, así como de la integración de los flujos internos (de energía, materia, nutrientes, agua) y fondos (la ganadería, la agricultura, la población y la mano de obra) a través de una correcta planificación de usos del suelo. Esto implicaría la recuperación de los mosaicos agrícolas, la integración o articulación de los subsistemas ganaderos a los agrícolas para aprovechar los diferentes flujos de energía y nutrientes, reduciendo así la necesidad de insumos externos (fertilizantes y pesticidas) y el aumento del uso de fuentes energéticas renovables.  

Lo anterior llevaría a replantearnos los sistemas agrícolas intensivos e industriales que caracterizan, en gran medida, la agricultura metropolitana actual, para avanzar hacia una agricultura ecológica metropolitana proveedora no solo de alimentos de proximidad sino también de múltiples servicios ecosistémicos para la sociedad. Estos cambios, aun cuando sean graduales, tienen el potencial de reducir los impactos sociales y ecológicos del modelo convencional de producción y consumo —caracterizado por la sobredimensionada ganadería industrial actual o el uso masivo de agroquímicos y sus efectos en la biodiversidad y la calidad ambiental— no solamente a escala local, regional y nacional, sino también a escalas globales y en otras regiones del planeta.  

 

¿Qué sectores o agentes principales habría que involucrar para mejorar la sostenibilidad de la infraestructura verde metropolitana? 

La colaboración entre la academia y los tomadores de decisiones es primordial. Iniciativas como la Beca Francesc Santacana, por ejemplo, para apoyar la investigación y retornar los resultados a la ciudadanía y a tomadores de decisiones, son fundamentales y muy valiosas. 

De la misma forma, la reciente crisis de la covid-19 ha evidenciado la necesidad de actuar a múltiples escalas y trabajar de la mano con la gente. Por ello, es importante que el trabajo “por la sostenibilidad” de la infraestructura verde metropolitana articule múltiples actores a diferentes escalas territoriales. Refiriéndonos a la dimensión del sistema agrario, debe incluir desde pequeños productores y sus fincas (escalas locales) hasta, por ejemplo, a los consumidores, las cadenas de suministro o los supermercados de grandes superficies (escalas regionales), así como a los administradores de recursos naturales. Todos ellos determinantes para transitar hacia estados más sostenibles en la metrópolis de Barcelona. 

Igualmente, los procesos que anteceden a la toma de decisiones políticas deben ser participativos, con el fin de identificar y considerar las necesidades de las poblaciones, en miras de articularlas con las potencialidades de la infraestructura verde.  

Por último, la cooperación entre sector público y privado también debería ser una prioridad. La financiación de living-labs y “experimentos” en las metrópolis hacia la transición ecológica son importantes desde el punto de vista práctico. Así mismo, las alianzas con el sector privado podrían enriquecer los procesos de innovación y desarrollo de tecnologías que puedan contribuir a la sostenibilidad territorial, siempre que sea teniendo en cuenta que la actual crisis ecológica tiene como fundamento la desigualdad social y el desacople de las interacciones entre la sociedad y la naturaleza. Se requiere, por lo tanto, avanzar hacia un nuevo modelo económico que favorezca la transición ecológica y el bienestar social. Para ello no hay otra solución que considerar el territorio metropolitano como un sistema socioecológico. 

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