Ser o no ser... metropolitanos?
- Lluïsa Guàrdia - Relaciones Institucionales del PEMB
- 26-06-2019
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Los debates sobre cultura siempre son interesantes. Más aún si se dan en el marco del aniversario de un centro de estudios comarcales como el del Baix Llobregat, el CECBLL, que celebra el trabajo realizado durante 45 años para promocionar la comarca y contribuir a cohesionarla a través de la cultura, el conocimiento y la defensa del patrimonio.
En el primer acto conmemorativo, el CCBLL invitó el director del máster en Gestión Cultural de la Universidad de Barcelona, Lluís Bonet, para que hablara de la cultura como herramienta de cohesión social. En su intervención, Bonet recordó un hecho que -por obvio - a menudo olvidamos: 'La cultura es un elemento inherente a los seres humanos y a las comunidades a las que estos pertenecen'. Es gracias a la interacción individuo-colectividad que se consigue crear el sentimiento de pertenencia y cohesión necesario para crecer juntos.
La dimensión intrínsecamente social de la cultura, sin embargo, no sólo genera sentimiento de pertenencia sino que va mucho más allá. Favorece la creación de valores a través de las experiencias compartidas. De este modo, cohesiona las sociedades y fortalece la autoestima colectiva, creando una identidad propia que la diferencia de otras y las empuja a trabajar por un bien común. Esta es - o debería ser - la base de toda sociedad.
Por desgracia, pasar del sentimiento de pertenencia a la creación de una identidad compartida parece más fácil de lo que es en realidad. Podemos sentirnos muy arraigados al territorio en el que vivimos (barrio, pueblo o ciudad) pero resulta difícil generar esta pertenencia a un territorio tan amplio y abstracto como el metropolitano, con el que cuesta generar vínculos emocionales. Si bien es cierto que la ejecución de proyectos supramunicipales o el aumento de la movilidad en el área metropolitana ha favorecido la interrelación entre los ciudadanos y la sensación de pertenecer a una comunidad que rebasa los límites de nuestro municipio, con ello no basta.
Consciente de la necesidad de reflexionar sobre identidad metropolitana, el PEMB le dedicó hace ya algún tiempo el ciclo de #LaMetro 'Barrio, municipio o metrópoli: cuestión de identidad'. Un debate muy interesante que se realizó en diversos municipios (Santa Coloma de Gramenet, Sant Feliu de Llobregat y Sant Cugat del Vallès) pero con un resultado poco alentador. Se evidenció que aún no hay - o no había entonces - una identidad metropolitana sólida.
A pesar de la necesidad expresada por algunos municipios de construir esta identidad metropolitana que se sustente en un relato común, aún quedan algunas cuestiones por resolver: ¿cuáles son los límites 'reales' de la metrópoli? ¿qué entendemos por identidad metropolitana? ¿significa lo mismo para toda la ciudadanía? ¿qué debemos compartir y qué debemos conservar en el ámbito municipal? ¿cómo se conforman las identidades territoriales? ¿cómo encontrar el equilibrio entre identidad local e identidad metropolitana? ¿cómo encajar intereses, a veces divergentes, en favor de un desarrollo conjunto? ¿cómo consensuar sin imponer unos rasgos identitarios metropolitanos que permitan a todos los municipios sentirse cómodos? ...
En definitiva. ¿Qué falta para construir esta identidad compartida? Es decir, para sentirnos (ser) metropolitanos. Esta es la cuestión.
De todos modos, podemos ser optimistas porque cada vez son más frecuentes las voces que piden afrontar el futuro con mirada metropolitana. Así quedó patente en el ciclo que el PEMB dedicó a la gentrificación, uno de los fenómenos urbanos con mayor repercusión metropolitana. En el cine-foro con el que inició el ciclo, la profesora de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, Mariona Tomás, expresó esta necesidad mientras que en la segunda sesión se evidenció la ambivalencia de los ciudadanos metropolitanos cuando expresan su procedencia (con qué territorio se identifican). La respuesta aún no es: # soymetropolitano.
Quizá deberíamos releer con atención la Agenda 21 de la Cultura que en el 2004 aprobaron un conjunto de países que ponían el foco del desarrollo en la cultura y que supervisa la comisión de cultura de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU). Barcelona es una de las ciudades líderes y el profesor de la UOC, Jordi Pascual, asume la coordinación.
En el punto 29 del apartado de compromisos dice que las ciudades y gobiernos locales que suscriben la Agenda 21 de la Cultura se comprometen a 'promover, sobre todo, la coordinación entre las políticas culturales de los gobiernos locales que comparten un mismo territorio, en un diálogo que dé valor a la identidad de cada uno, su contribución al conjunto y la eficiencia de los servicios puestos a disposición de la ciudadanía '.
Estamos cumpliendo con este compromiso? Si las acciones realizadas hasta el momento, por diversos motivos, no han conseguido crear esta identidad metropolitana, no sería el momento de afrontar este objetivo desde la transversalidad del ámbito cultural?
Así pues, no parece posible construir una metrópolis cohesionada sin este trabajo conjunto que se sustente en valores compartidos que a la vez convivan con otros particulares (municipales). Llegar a un punto de equilibrio entre dimensión local y metropolitana no siempre es fácil pero si hay voluntad, todo es posible. Debemos que ser capaces de construir una forma de hacer metropolitana o, incluso, de crear un modelo metropolitano a semejanza del de ciudad que ya nos resulta tan familiar. Quizás sólo sea cuestión de tiempo porque voluntad no falta.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.