Humanismo digital como estrategia post-covid
- David Úbeda - Gabinete técnico del PEMB
- 11-12-2020
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Las últimas décadas se han caracterizado por un aumento de la digitalización como nunca habíamos visto. Una digitalización que está cambiando la política, la información, las fronteras, la comunicación y más aún, la dimensión de los problemas sociales. Y es que ya son varios actores, tanto gobiernos como instituciones, los que están poniendo el foco sobre los retos de esta transición digital.
De hecho, la crisis sanitaria derivada del Covid no ha hecho más que acentuar todo tipo de desigualdades en el territorio metropolitano. Muchas de ellas ya presentes desde hace tiempo y otras completamente nuevas o que habían pasado desapercibidas hasta el momento. Dentro del nuevo paradigma de la necesidad de transitar a hacia un proceso de digitalización extrema debido a la pandemia, existe una parte importante de la ciudadanía que no ha podido hacerlo o a la que le ha sido realmente difícil, debido a la existencia de desigualdades digitales.
Por ello, si debemos plantear una futura región metropolitana de Barcelona más cohesionada, resiliente y justa, estamos obligados a pensar conjuntamente una estrategia de humanismo digital como respuesta a la pandemia.
Antes de empezar a hablar sobre las desigualdades, es importante aclarar qué entendemos por “humanismo digital”. De la misma manera que en el siglo XV apareció el concepto de humanismo renacentista con el objetivo de poner al ser humano en el centro de todo, ahora aparece la necesidad de dar valor a las personas por encima de la tecnología. Dicho de otro modo, el humanismo digital considera humanizar la tecnología y ponerla al servicio de las personas con el objetivo de mejorar su bienestar personal.
Puede sonar paradoxal que las herramientas digitales que supuestamente han nacido para mejorar nuestra vida sean en algunos casos ejemplos de barreras y segregación. Del mismo modo que siempre se ha dicho que el conocimiento es poder, el acceso a la tecnología resulta igual o más importante para no acabar fuera de la rueda tecnológica que vivimos.
Por poner unos ejemplos, la digitalización ya de por sí, implica riesgos desde puntos de vista como las ciberamenazas, la vulneración de la privacidad e intimidad o la manipulación de la opinión pública a través de las famosas “fake news”. Pero, además, encontramos que puede provocar un incremento de la desigualdad entre la ciudadanía como sucede con la famosa brecha digital. La brecha digital, entendida como la desigualdad en el acceso a internet y a las nuevas tecnologías digitales, se hace cada vez más presente en nuestro mundo. Aunque pueda parecer que la tecnología ha llegado a todas partes, la realidad es que solo un 58,7% de la población mundial tiene acceso a internet, y de ésta, más del 85% pertenece a las regiones más desarrolladas.
Porcentaje de penetración de Internet a nivel mundial
De la misma manera que la brecha digital hace palpables las diferencias entre regiones, también encontramos desequilibrio digital dentro de las grandes urbes -entre zonas con un nivel socioeconómico superior e inferior-, o entre zonas rurales versus urbanas. Por esta razón, hace tiempo que el Comité Europeo de las Regiones (CDR) hace hincapié en la necesidad de abordar la brecha digital y promover la alfabetización digital para todos los ciudadanos y ciudadanas a nivel regional y local con el objetivo de ofrecer las mismas oportunidades para todo el mundo sin dejar a nadie atrás.
¿Qué pasa en nuestro entorno? (¿Qué pasa en la RMB?)
Como hemos podido ver anteriormente, las desigualdades digitales entre territorios son un hecho consumado que también podemos encontrar en nuestro territorio metropolitano. La pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto distintas desigualdades sociales y económicas a lo largo de la RMB que necesitan de una reflexión en clave de región metropolitana para poder revertir la situación y conseguir un ecosistema más justo.
Actualmente existen muchos retos que el humanismo tecnológico debe afrontar en nuestra Barcelona metropolitana, pero destaco tres grandes focos a los que se debería prestar especial atención.
Desigualdades educativas: La pandemia ha dado lugar a la “normalización” de los modelos híbridos de presencialidad en las aulas y clases telemáticas. Este cambio que muchos centros, estudiantes y familias se han visto obligados a hacer, ha demostrado la existencia de desigualdades en el acceso a la educación. El Departamento de Educación de la Generalitat detectó que en Catalunya había 55.000 familias que presentaban dificultades para seguir una educación telemática en condiciones y el estudio “Confinamiento y condiciones de aprendizaje”, liderado por Sheila González y Xavier Bonal del Departamento de Sociología de la UAB, ha demostrado que durante el confinamiento se ha producido un aumento de las desigualdades educativas entre los y las menores (educación formal e informal), causado por la brecha digital, la capacidad de respuesta de las escuelas y factores económicos. De hecho, el estudio ha servido para demostrar que el acceso a dispositivos digitales está relacionado positivamente con las horas dedicadas a las tareas escolares[1].
Brecha digital: La Fundación Mobile World Capital de Barcelona, publicó en febrero de 2016 un informe sobre la brecha digital en la ciudad de Barcelona en el que se detectaron diferencias relevantes entre barrios sobre todo en función del nivel de renta. Diferencias que se ven agravadas cuando se combinan con variables de edad, ocupación y nivel de educación. Además, el informe evidenciaba la necesidad de mejorar la situación de los barrios con renta más baja en cuanto a su relación con internet, donde el principal reto no está en las infraestructuras sino en las personas, que precisan de educación digital, acompañamiento y apoyo en competencias digitales para no quedar excluidas.
Teletrabajo: El teletrabajo surge como otro de los grandes retos a los que se enfrentan el humanismo tecnológico y la RMB. De hecho, el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), establece en su informe “El teletrabajo como herramienta y escenario laboral” que el 57,18% de la población catalana, podrían ser potenciales trabajadores y trabajadoras no presenciales. A pesar de los beneficios que a priori pueda traer consigo el trabajo a distancia (menos contaminación por desplazamientos, reducción de la masificación, etc…), también comporta una serie de riesgos a tener en cuenta: las jornadas intensivas, la conciliación familiar, la adecuación del espacio para trabajar, etc., y todos los que derivan directamente de la brecha digital ya comentada, que hay que tratar desde el punto de vista ético, económico y social. Pero es muy importante no incidir únicamente sobre los efectos de la transición digital en los trabajos que se han podido realizar de manera remota, sino fijarnos, también, en aquellos que no han tenido la misma oportunidad y en lo cuales se ha experimentado un aumento de la precariedad.
Mirada metropolitana (o mirada 2030)
A partir de los datos comentados anteriormente, hemos podido evidenciar que los retos a los que se enfrenta el humanismo digital tienen un componente metropolitano. Las desigualdades digitales, generadas en gran medida por la brecha digital, no conocen fronteras y se extienden a lo largo de todo el territorio de la RMB. Por esta razón, si queremos conseguir una metrópolis cohesionada y que transite hacia una digitalización plena sin dejar a nadie atrás, necesitamos de herramientas de planificación territorial transversales que agrupen a todo tipo de actores y tengan en cuenta a los sectores más vulnerables de la región.
Con visión a largo plazo, aparte de impulsar las medidas recomendadas por la Unión Europea, creo que también es necesario poder establecer un nuevo pacto digital, un nuevo contrato social que agrupe a los diferentes actores de la quíntuple hélice (sociedad civil, administración pública, academia, sector privado y medios de comunicación) y que garantice, por una parte, el uso correcto de las herramientas digitales en beneficio de la ciudadanía, y por otra, que la transición digital no sea un factor de desigualdad social. Por último, me gustaría plantear que para conseguir una futura estrategia de humanismo digital eficaz debemos hacer antes una reflexión sobre el concepto real de brecha digital y lo que comporta. Vemos que existe un factor socioeconómico que influye muy directamente sobre el acceso a la digitalización y, en mi opinión, éste debería ser el punto de partida para establecer en un futuro las bases de una ciudad inteligente y cohesionada.
Para dar respuesta a todos estos debates, en el Plan Estratégico Metropolitano (PEMB) estamos inmersos de lleno en el proceso Barcelona Demà, que dará como resultado el nuevo plan estratégico visión 2030, el Compromiso Metropolitano 2030. Un plan que recoge los retos metropolitanos en coordinación con la Agenda 2030 y tiene en cuenta a la metrópolis de los 5 millones. El PEMB, por su singularidad y su visión metropolitana, puede ser una herramienta clave para generar una estrategia común de humanismo digital en la era post-covid. A partir de las diferentes visiones de metrópolis (resiliente, cohesionada, próspera, inteligente, multinivel y abierta) que establece el proceso Barcelona Demà, estamos trabajando los grandes retos digitales y las desigualdades existentes para conseguir la metrópolis que todos deseamos y nos merecemos.
[1] Precisamente sobre desigualdades educativas y brecha digital trataba el último webinar que celebró el PEMB, “Wifi, tabletas y covid-19, combatir la brecha digital en la educación”. Lee las conclusiones.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.