Alimentándonos podemos cambiar el mundo

La Oficina Conjunta de la Alimentación Sostenible, una herramienta innovadora de Gobernanza para la transformación del sistema alimentario

Las últimas revueltas del sector campesino han puesto de relieve una realidad que ya hace tiempo que vemos y conocemos: el funcionamiento actual de nuestro sistema alimentario tiene muchos retos que afrontar para conseguir ser más sostenible a nivel ambiental, pero también a nivel social y económico, en especial para garantizar la supervivencia y la viabilidad del modelo agrícola, ganadero y pesquero basado en las pequeñas y medianas producciones.

Parada con pastas de varios cereales y frutas y verduras. Autora: Mariona Gil

Podemos entender el sistema alimentario como todos aquellos procesos, gestión de recursos, interacciones sociales y económicas que suceden desde que un alimento es producido hasta que llega a nuestro plato. En este artículo repasaremos los principales impactos de nuestro sistema alimentario y apuntaremos algunas de las propuestas o iniciativas que buscan transformarlo para hacerlo más sostenible para las personas, el planeta y nuestro territorio, especialmente en la escala metropolitana. Entre ellas, herramientas fruto de la colaboración conjunta entre las diferentes administraciones públicas a nivel local, metropolitano y de país: la Oficina Conjunta de la Alimentación Sostenible, organismo creado entre la Generalidad de Cataluña (Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural y PRODECA), el Ayuntamiento de Barcelona y el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB).

Los impactos de nuestro sistema alimentario

Nuestro sistema alimentario se basa en un modelo industrializado y globalizado de producción, distribución y consumo de los alimentos, heredero de la revolución verde, enfocado sobre todo a garantizar el abastecimiento de alimentos a un número creciente de población.

Este modelo centrado en garantizar la disponibilidad suficiente de comida, a menudo ha descuidado las consideraciones sobre la calidad del mismo y ha dejado de lado la sostenibilidad integral del sistema (ambiental, económica, y social). Estos aspectos de la sostenibilidad resultan vitales hoy en día ante la situación de emergencia climática en la que nos encontramos.

Esto ha provocado una serie de impactos a diferentes niveles que es importante que abordemos como sociedad, transformándolos en retos a afrontar colectivamente:

  1. La pérdida de suelo agrario disponible y la falta de relevo generacional, que impacta directamente en el nivel de autosuficiencia actual de nuestro sistema alimentario. Como ejemplo, en la provincia de Barcelona (que acoge el 74% de la población del territorio catalán), el suelo agrado disponible es solo del 10%. [1]

  2. La pérdida de competitividad y la dificultad para sobrevivir de las pequeñas y medianas explotaciones agrarias, que ha favorecido una mayor concentración de las tierras, de las explotaciones agrarias, ganaderas y pesqueras y, por lo tanto, de los beneficios, en pocas empresas de la industria alimentaria. Esto ha configurado un sistema con cada vez menos campesinado y con más trabajadores y trabajadoras asalariados del campo en situaciones de precariedad laboral.

  3. El predominio de modelos de producción intensivos e industrializados que provocan la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los subsuelos y los acuíferos y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como unos altos niveles de desperdicio alimentario. Se calcula que un tercio de los alimentos que consumimos se derrochan. Modelos que son 'pan para hoy y hambre para mañana', ya que explotan los recursos naturales más allá de sus límites para producir mayores cantidades de alimentos a costa de reducir la capacidad de producir alimentos saludables y sostenibles en un futuro.

  4. La desregulación y la globalización general de los mercados, que afecta a la alimentación y fomenta la existencia de cadenas largas de distribución y predominio de los intermediarios y las grandes cadenas de distribución, en detrimento de unos precios justos para el campesinado y de unos precios asequibles para las personas consumidoras. La falta de acceso a una alimentación sana y saludable para toda la población, en especial para las personas en situación de vulnerabilidad, es un impacto especialmente grave de este modelo.

  5. La desconexión de la ciudadanía urbana respecto al mundo rural y la producción de alimentos, junto con los estilos actuales de vida, que han configurado unas dietas basadas en productos procesados, kilométricos, alejados de la temporada y de los patrones de la dieta mediterránea. Esto provoca cada vez más problemas de salud asociados a la mala alimentación, además de una pérdida progresiva de los saberes y culturas relacionados con la cocina y la alimentación.

¿Cómo nos alimentamos puede cambiar el mundo?

La manera en que producimos los alimentos, los elaboramos, los distribuimos, los cocinamos y los consumimos es crucial en la configuración del funcionamiento de nuestro ecosistema natural y nuestro paisaje, pero también de nuestro sistema social y económico. Y obviamente, también es determinante para nuestra salud.

Podemos atrevernos a decir que alimentarnos es un acto político, por muchas razones:

  • Cuando decidimos si consumimos un alimento convencional o ecológico; proveniente de monocultivos industriales o de policultivos con sistemas de producción sostenibles; de ganadería industrial o extensiva (o incluso si escogemos no comer carne); de pesca extractiva o sostenible..., estamos determinando qué impactos sobre el suelo, la biodiversidad, los ríos, mares y nuestros animales queremos provocar.

  • Cuando decidimos si consumimos un alimento de proximidad y de temporada o uno que proviene de lejos; de grandes explotaciones industrializadas o de pequeño y mediano productor/a... no solo determinamos la huella ambiental que queremos provocar, sino también si queremos que siga existiendo un modelo de campesinado en nuestro territorio imprescindible para mantener una economía local diversificada y un equilibrio territorial y para cuidar el paisaje y del territorio. 

  • Cuando decidimos si nuestra compra la hacemos en una gran superficie, en un mercado o tienda de barrio, en una cooperativa de consumo o le compramos directo al campesino... estamos contribuyendo a configurar un modelo económico determinado: más orientado a la concentración de la riqueza y los beneficios en pocas manos, o más equitativo y justo.

  • Cuando decidimos cuanto tiempo dedicamos a cocinar y el reparto de las tareas reproductivas en los hogares... estamos apostando por un modelo de sociedad centrado en la revalorización de los roles de cuidados, que pone a las personas en el centro, o en uno productivista, donde el bienestar de las personas se ve supeditado al crecimiento económico.

  • Cuando decidimos, si consumimos según patrones de la dieta mediterránea alimentos frescos y de temporada o alimentos procesados ricos en azúcares, grasas y sal..., estamos incidiendo sobre nuestra salud individual, y sobre el sistema de salud pública que debe cuidar una población donde cada vez es más alarmante el número de enfermedades causadas por una mala alimentación.

Una pescadería del Mercado de San Andreu donde se ve dos
trabajadoras atendiendo dos clientas. Foto: Mariona Gil

 

Estas decisiones no son únicamente una responsabilidad individual, sino que forzosamente deben estar abordadas en colectivo y soportadas por unas políticas públicas que favorezcan y faciliten modelos de consumo responsables, saludables y sostenibles.

  • Políticas que pongan al alcance alimentos saludables y sostenibles a unos precios asequibles para la mayoría de la población, favoreciendo hábitos y entornos alimentarios saludables.

  • Políticas que faciliten el acceso a la tierra y el relevo generacional para el campesinado

  • Políticas que protejan los espacios agrarios y la existencia de la tierra necesaria para aumentar los niveles necesarios de autosuficiencia alimentaria.

  • Políticas que equilibren el poder de decisión y los beneficios de manera justa y equitativa a lo largo de la cadena alimentaria.

  • Políticas que promuevan una revalorización de la función de proveedora de alimentos sostenibles y saludables que ejerce el campesinado, así como de los servicios ecosistémicos y de cuidado del territorio que presta.

  • Políticas que generen vínculos estrechos entre los entornos rurales y urbanos, aumentando el interés y la comprensión de estos segundos sobre el funcionamiento de nuestro sistema alimentario.

  • Políticas que promuevan sistemas de producción más sostenibles y resilientes.

  • Políticas que, a través de la compra pública alimentaria, dinamicen demanda de productos de proximidad y sostenibles. 

  • ...

Las políticas y la acción conjunta de las instituciones para afrontar los retos de nuestro sistema alimentario

El primer paso para sacar adelante políticas transformadoras para afrontar los retos descritos, es preguntarnos ¿qué modelo de sistema alimentario queremos?

El Plan Estratégico de la Alimentación de Cataluña establece en su misión la voluntad de trabajar por un sistema alimentario 'competitivo, arraigado territorialmente en el país y basado en su diversidad, que produzca unos alimentos saludables, accesibles y de calidad, reconocidos por los consumidores y consumidoras'. También define, entre otros atributos que debe tener este sistema alimentario, que debe ser sostenible, entendiendo por tal 'El crecimiento equilibrado y regenerador, en términos sociales, ambientales y económicos, (...) capaz de garantizar la protección del medio ambiente, la oferta de alimentos saludables y la calidad de vida de las personas, sin comprometer los recursos disponibles para las generaciones futuras'.

Por su parte, La Estrategia para una alimentación saludable y sostenible de la ciudad de Barcelona, plantea una visión compartida de un sistema alimentario 'con modelos de producción y consumo más sostenibles. Un sistema alimentario transparente, participativo, resiliente, seguro, con relaciones justas y equitativas, inspirado en la agroecología, que haga frente a la emergencia climática y la crisis de extinción, y que prevenga las pérdidas y el desperdicio alimentarios. Queremos que todo el mundo tenga acceso a alimentos saludables, ecológicos, de temporada, de proximidad, de pesca sostenible, que garanticen el bienestar animal y que se distribuyan prioritariamente en cadenas más cortas, justas y equilibradas'

Y a escala metropolitana, la misión de alimentación saludable del Compromiso Metropolitano 2030, impulsada por el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, se define como la voluntad de 'Garantizar el acceso a una alimentación más saludable y sostenible para todos y en todo el mundo', estableciendo como hito que 'En el año 2030, la dieta de la población de la región metropolitana de Barcelona se basará,  en un 60 %, en alimentos de proximidad'. A partir de la Carta Alimentaria de la Región Metropolitana (CARM), la proximidad se ha identificado como el elemento a partir del cual se puede ir profundizando en el resto de transformaciones del sistema alimentario para hacerlo más sostenible, saludable y justo, a la vez que se convierte en una actividad económica más relevante y un factor de cohesión territorial.

En el marco de estas visiones que comparten la voluntad de un sistema alimentario que sea bueno para las personas, bueno para el planeta y bueno para el territorio y el conjunto de la cadena alimentaria, nace la Oficina Conjunta de la Alimentación Sostenible: OCAS.

La OCAS es el fruto del esfuerzo compartido de las administraciones para alinear y coordinar sus políticas para transformar el sistema alimentario en un modelo más sostenible.

Los organismos que hacen posible la OCAS son:

La Oficina nace desde el convencimiento de que las políticas alimentarias requieren de enfoques sistémicos y transversales, así como trabajar desde diferentes niveles administrativos y territoriales. Se hace imprescindible colaborar a través de una oficina compartida desde donde continuar llevando a cabo los proyectos en materia de alimentación sostenible de las diferentes estrategias e impulsar nuevos, aprovechando al máximo las sinergias que se puedan generar.

En este sentido, la OCAS dota a las administraciones que forman parte de una estructura de coordinación a través de la cual articular las respectivas estrategias en alimentación sostenible, e impulsa proyectos de alimentación sostenible, compartiendo las agendas, los recursos y los conocimientos de las instituciones para amplificar su impacto, a nivel municipal, metropolitano y de país, buscando la complicidad con el resto del territorio.

Es, pues, una herramienta innovadora de gobernanza que tiene su eje de actuación central y máximo potencial en fomentar el restablecimiento de los vínculos urbano – rural en el sistema alimentario, elemento central para impulsar una transformación del mismo.  

 

[1] Tastets de Dades, Barcelona Smart Rural. Diputación de Barcelona.

 

 

 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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