Entrevista a Mariana Mazzucato
''Si no tienes una buena definición del sector público, entonces la colaboración público-privada no funciona''
- 17-02-2021
- Actualidad del PEMB
- 299 Lecturas
Mariana Mazzucato es profesora de Economía de la Innovación y del Valor Público en la University College London (UCL) y una de las pensadoras en innovación más importantes del momento. Es también directora fundadora del Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP) y autora de The Entrepreneurial State: Debunking public vs. private sector myths y The Value of Everything: making and taking in the global economy y recientemente ha sido nombrada presidenta del nuevo Consejo sobre la Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El pasado mes de diciembre tuvimos la suerte de poder contar con su participación en el último Consejo General del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona donde nos explicó una nueva manera de hacer frente a la complejidad de los retos actuales. La propuesta de Mazzucato pasa por emplear una nueva metodología trabajando los proyectos a través de misiones, que es como se planteará el nuevo plan estratégico para la región metropolitana de Barcelona: el Compromiso Metropolitano 2030.
'Barcelona Demà. Compromiso Metropolitano 2030' es el proceso que se ha lanzado en la región metropolitana de Barcelona para abordar colectivamente los retos urbanos actuales con visión a largo plazo. ¿Cómo? Inspirándose en el modelo de innovación orientado a misiones del cual eres la principal referencia. ¿Como experta en el tema, nos puedes explicar en qué consiste este enfoque?
No partimos de cero, las misiones empiezan por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que van desde objetivos muy genéricos (los 17 ODS) hasta objetivos muy concretos (169), y lo que hacen las misiones es crear el espacio intermedio entre unos y otros. Si fijamos objetivos muy claros como, por ejemplo, sacar el plástico de los océanos o tener una ciudad neutral en emisiones de carbono, podemos decir si lo hemos logrado o no. La clave es, además, tener tantos actores implicados como sea posible y alejarse de la idea de hacer una lista por sectores o tipos de empresa. Cada objetivo necesita la implicación, interacción y colaboración de los actores públicos, privados, la ciudadanía, universidades, etc.
Las ciudades son territorios con problemas muy concretos: como ir del punto A al punto B, el tema de la vivienda, el transporte o la movilidad futura. Lo que hace falta es cambiar la manera en que está todo enmarcado y cómo lo abordamos, es decir, alejarnos de una visión sectorial como 'vivienda' o 'movilidad', tener una visión más amplia y plantearnos, por ejemplo, ¿cómo convivimos todos juntos? ¿Cómo trabajamos? ¿Qué es una plaza pública? Que sea un espacio para caminar no significa que sea público.
Son problemas muy concretos que tienen como base los derechos humanos, es decir, el derecho a tener un techo o ir a trabajar o a la escuela. Se pueden reformular de una manera participativa como ha hecho muy bien Barcelona, que ha sido capaz de reinventar el estado del Bienestar. Pero los derechos humanos requieren estructura, una infraestructura social y física. Barcelona lo tiene muy fácil porque es una ciudad cercana y cuenta con la colaboración necesaria en todas las misiones que se basa en hacer que el compromiso ciudadano sea auténtico. El problema es que si no hay liderazgo, no funciona.
Tu enorme tarea, así como la del Institute for Innovation and Public Purpose que has fundado y dirigido, y que te ha hecho ganar numerosos premios y reconocimientos, pone un gran foco en el papel emprendedor del Estado y la forma en que deviene promotor esencial de la innovación. Pero hoy las ciudades se consideran los espacios de innovación más importantes, desde una perspectiva más 'de abajo arriba'. ¿En qué momento coinciden el estado emprendedor y la metrópoli innovadora?
Bueno, se encuentran desde el comienzo mismo porque el estado emprendedor por definición no es el gran estado con aquella visión de arriba a abajo, el estado dictador. Es un estado descentralizado con todo tipo de instituciones públicas que, conjuntamente con instituciones privadas y cada vez más instituciones de tercer nivel, están cocreando los mercados. El problema es que si no tenemos un marco, una definición del estado que vaya más allá de su papel como reconstructor de las piezas cuando hay problemas, es muy difícil activar el estado emprendedor. De modo que, ya sea a nivel nacional, regional o de ciudad, la pregunta real que se plantea es, ¿cuál es la función del sector público?
Tenemos una visión muy aburrida y estrecha del sector público. Hay quien piensa que está para arreglar cuestiones del ámbito privado que van mal, ya sea a nivel nacional o local. Pero lo que es interesante es que inversiones como internet o el GPS las hizo el estado para resolver un problema. Por tanto, las ciudades son un lugar fantástico para experimentar con estos papeles diferentes del estado como un laboratorio, no sólo un estado que arregla mercados sino un estado proactivo, que mira lo que hay que resolver y aporta todos los actores posibles para codiseñar la manera en que enmarcamos una dificultad y cómo la abordamos. Pero sin el liderazgo del sector público no se puede hacer, lo sabemos por experiencias del pasado como la revolución de las tecnologías o la revolución verde. Si no tienes una buena definición del sector público, la colaboración público-privada no funciona.
¿Esto se puede aplicar a la región metropolitana de Barcelona?
Por supuesto, es que ya se está aplicando y es crucial utilizar Barcelona (y la RMB) como un laboratorio. El hecho de tener un legado tan importante de un programa progresista que realmente pone a la gente, a la ciudadanía, en el centro de las políticas, creo que hace que sea aún más interesante. En Estados Unidos, donde ha habido tantos problemas a nivel federal como nacional, las ciudades lideran —y los estados también—. Nueva York ha sido líder en temas climáticos y también en cuestiones de fondos públicos. Creo que las metrópolis tienen, cada vez más, un papel experimental y de liderazgo que a veces falta a nivel nacional.
Ahora que todo el mundo habla de fondos europeos, como NextGeneration EU, ¿qué relación tiene este enfoque orientado a la misión con las políticas de la Unión Europea y qué papel tendrá en sus programas de financiación?
En primer lugar, tenemos que estar muy contentos de que, por primera vez en mucho tiempo, tenemos fondos de recuperación en Europa que ya no tienen que ver con la austeridad, como lo fueron después de la crisis financiera, sino que están relacionados con la inversión. Son programas de recuperación de la covid-19 para invertir, principalmente, en dos ámbitos: digitalización y cambio climático. Ahora bien, es necesario que las administraciones públicas de todos los estados miembros tengan un plan en estas áreas pero también que puedan gestionarlo todo sin tener que recurrir a empresas de consulting.
Pienso que el obstáculo más importante que teníamos y que tenemos en Europa es el hecho de que hay diferentes fondos, algunos gestionados directamente como Horizone Europe, Digital Europe, Connecting Europe Facility y otros de gestión compartida con los estados miembros que también incluyen esta recuperación de la covid-19, así como fondos estructurales y fondos agrícolas. Yo creo que las misiones —que me ha encantado poder escribir para Europa y que se han convertido en un instrumento legal—, se deben poner en la parte de arriba del todo para crear cohesión y alineación entre estos diferentes fondos europeos porque, sino, es una oportunidad perdida. Estaremos yendo todos y todas en direcciones diferentes, dispersos, y no vamos a crear un cambio estructural que realmente sea transformador para Europa. En China tienen un problema muy urgente con la contaminación y allí sí han alineado su sistema invirtiendo 1,7 trillones de dólares en diferentes innovaciones tecnológicas y sociales para hacer la transición y ¡algunos países de Europa les ayudan a hacerlo! Dinamarca es su proveedor número uno de servicios verdes digitales sofisticados tecnológicamente.
Lo que se necesita en Europa es alineación entre estrategias para poder ser un nodo de innovación, aprender unos de otros, y poder poner la ciudadanía en el centro de este cambio.
Finalmente, formas parte de un selecto grupo de mujeres economistas que están abriendo camino en esta disciplina tan masculinizada y poco amiga de la heterodoxia. Tú misma has sido nombrada una de los veinticinco líderes que configuran el futuro del capitalismo por la revista WIRED. Podemos mencionar a tus compañeras Carlota Perez, Kate Raworth, Hilary Cottam o Stephanie Kelton, que están haciendo grandes contribuciones a cuestiones clave como la innovación, la sostenibilidad, el estado del bienestar o las finanzas públicas. ¿Conseguirás, finalmente, abrir una brecha en el pensamiento económico monolítico dominante?
El problema de la economía no se debe sólo a la falta de mujeres, sino a que se asume equivocadamente cómo funciona la economía. Los mercados son resultados de cómo los gobernamos, cómo gobernamos el sector público, el sector privado y las relaciones entre uno y otro. Creo que lo que las mujeres pueden aportar es que a menudo —y en la historia lo hemos visto durante mucho tiempo— hemos estado en el centro del cuidado, de la familia, de la gente mayor, de los vecinos y vecinas. Podemos transformar Europa para que sea líder en innovación y utilizar este momento de la pandemia para poner el cuidado, la atención, en el centro. Como tenemos cuidado del planeta, como cuidamos unos de otros en la calle, como hacemos que la asistencia esté en el centro del sistema sanitario y conseguimos que no sólo la gente aplauda a los sanitarios y sanitarias, sino cuidar de ellos y ellas haciendo que tengan buenos sueldos. En definitiva, las mujeres pueden hacer que haya un crecimiento inclusivo.