Porqué 'el futuro no se prevé, se prepara', también en el AMB

La prospectiva es una actividad de la que muchos han oído hablar, de la que algunos han leído algún informe (seguramente de escenarios de futuro), pero de la que pocos conocen o dominan sus metodologías. Efectivamente, se trata de una disciplina académica, quizás atomizada por los diferentes planteamientos analíticos de base, algunos contrapuestos, y con una gran diversidad de maneras de proceder y metodologías. Pero también se trata de una disciplina que cada vez va cogiendo más forma y ganando más notoriedad. La consciencia de la incertidumbre y el ritmo de cambios constantes que la humanidad está generando hace que recorramos a ella buscando la manera de “predecir el futuro”. Pero, cuando se entra, lo que encontramos no son predicciones, sino posibilidades, y el reconocimiento de que la preparación de hoy será el futuro de mañana. Porqué “el futuro no se prevé, se prepara”, como decía Maurice Blondel. De aquí que a menudo se hable de “prospectiva estratégica”.

Prospectiva y metrópolis

Seguramente, la definición más famosa de prospectiva es la de Gaston Berger: “Es la ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en él”. Por lo tanto, desde sus inicios en los años 50, el estudio académico del futuro se relacionaba con la capacidad de poderlo transformar, modificando la actuación presente y planificando la actividad futura en función de determinados objetivos estratégicos. Es decir, desde los inicios ya se vinculó prospectiva y estrategia, con una idea de imaginación técnica, social, económica y política que se concretaba en estrategias de desarrollo (territorial, organizacional, etc.). Pero la evolución también ha hecho considerar otros elementos.

En los 60, a través de Bertrand de Jouvenel, se incorporó la premisa de la diversidad de futuros posibles, o “futuribles”. Por lo tanto, para los especialistas era necesario abandonar completamente los intentos de predicción y el determinismo sobre el futuro, y trabajar en base a metodologías de escenarios de mayor o menor probabilidad. Posteriormente, se ha incorporado el concepto de la vigilancia prospectiva, en el sentido que la actividad prospectiva debe ser un proceso sistemático y continuado de construcción de las visiones posibles a largo plazo, a modo de observatorio, pero del futuro. Y, finalmente, otro componente es el de la participación y la multidisciplinariedad: únicamente desde la participación de todos los actores involucrados se podrá entender el objeto de estudio con todas las variables que en él intervienen. Y a la vez, desde la perspectiva de la estrategia, hacerlos partícipes de las acciones a desarrollar para alcanzar este futuro deseado.

Particularmente, entiendo que la prospectiva también es, en definitiva, la actividad de presuponer las consecuencias en el futuro medio y lejano de las actividades humanas del pasado, del presente y del futuro inmediato, en conjunción con otras variables de entorno, obviamente. Por lo tanto, en la medida que se trata de estudiar las consecuencias posibles de la huella humana, también en un territorio concreto, veo una obligación en el estudio de este futuro. Sólo cuando ponemos en práctica la prospectiva en todas las grandes decisiones sobre un territorio, estamos valorando realmente las decisiones que se toman y las que no se toman. Y el momento en el que se toman.

En esta línea, considero que la metrópoli de Barcelona se encuentra actualmente en una situación que requeriría el desarrollo de un proceso de prospectiva estratégica a diferentes niveles. Si bien el actual proceso del Plan Director Urbanístico (PDU), como todo ejercicio de planificación territorial, ya conlleva importantes ejercicios de avistamiento a largo plazo, la falta de un proceso concertado previo de prospectiva estratégica puede acabar evidenciando desajustes con las necesidades de determinados actores del territorio. O quizás el desaprovechamiento de oportunidades de desarrollo territorial-urbanístico futuro no planteadas en el plan.

Seguramente los contextos políticos catalán y español no ofrecen ni ofrecerán la estabilidad política deseable para un proceso de estas características. Pero quizás precisamente debido a este contexto es cuando más se debe fortalecer la gobernanza metropolitana llevando a cabo proyectos de este tipo, entre otras medidas.

¿Por qué es necesario, entonces, un proceso de prospectiva estratégica en el ámbito metropolitano de Barcelona?

  1. Como por todos es sabido, y no hace falta insistir mucho más, por la cantidad y la relevancia de los cambios que se deberán llevar a cabo en las próximas décadas para hacer frente a los retos en relación con el cambio climático, al cambió tecnológico (revolución digital e inteligencia artificial), al cambio socioeconómico de la economía circular, etc. Retos muy relevantes de futuro que requieren de respuesta estratégica conjunta y compartida. Y esto no es un deseo, es una necesidad.
  2. Porqué en muchos otros territorios el hecho metropolitano está prácticamente en construcción, y en Barcelona hay que construirlo ya. Las experiencias de gobernanza y de institucionalización metropolitana son relativamente pocas y recientes, y aún no se ha generado un corpus teórico lo suficientemente sólido científicamente que defina fórmulas de gobernanza adecuadas según el tipo de metrópoli a nivel urbano-territorial, social, político, económico, etc. Es necesario establecer un proceso de movilización de la inteligencia colectiva metropolitana para definir y consolidar la gobernanza futura de la metrópoli.
  3. Porqué el AMB, única entidad política del territorio metropolitano se encuentra en una situación de impase. Después de los primeros 7-8 años, se puede decir que la fase inicial de constitución y acoplamiento de las entidades técnicas y los órganos de representatividad prácticamente ya ha concluido, y es necesario pasar a una nueva fase de definición y consolidación de dinámicas puramente metropolitanas. Tener un planteamiento estratégico de futuro para su territorio de bien seguro ayudará a su fortalecimiento y a la consolidación de su capacidad de gobernanza metropolitana.

Y ¿Por qué en un proceso concertado? Como en muchas metrópolis, hay un gran ecosistema de actores involucrados en el futuro del territorio metropolitano: instituciones de gobierno, sociedad civil, empresas y academia (para resumirlo en la cuádruple hélice), y la participación facilitada de todos ellos puede aportar mucho al desarrollo futuro. Las estrategias territoriales conviene que se sostengan en procesos de prospectiva participativa, realizados desde el territorio y con todos sus actores relevantes, para que conjuntamente se comprendan, se haga frente y se preparen para las tendencias, retos, incertidumbres y oportunidades globales de los futuros posibles para Barcelona. 

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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    1 comentario:

    Jordi Sala - 01/11/2018 a las 20:16:06.

    Excel·lència

    Benvolguda Maria Cortada. Et felicito per la lluïdesa, de aquest article, que m'ajuda a suportar el tedi, a la espera de alguna proposta concreta de debat a la AMB, per la estratègia necessària.

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