Educación y estrategia (de futuro)
- Maria Cortada - Gabinete técnico del PEMB
- 19-12-2017
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Un ámbito tan importante para el presente y el futuro de las sociedades como es la educación, debería ser objeto de consensos políticos y sociales que aseguren su estabilidad y el mantenimiento de una estrategia de construcción social. Una estrategia con modelos docentes definidos por la evidencia científica pedagógica, lo cual ya se da en algunos países europeos, y, a la vez, adaptada a la realidad social. Como ha sucedido en otros ámbitos, el sistema educativo reglado hace años que ha perdido el monopolio de la educación. Es necesario, entonces, aceptarlo y adaptarnos a ello.
De todos es sabido que la educación es un aspecto fundamental, tanto en la vida de una persona como en la de una sociedad: contribuye a la solidez del pensamiento y de la capacidad de análisis, y en la capacidad de actuación y de socialización. Así como, a nivel social, influencia directamente la capacidad de construcción social y el bienestar de la ciudadanía. Por lo tanto, es lógico que la educación haya sido y siga siendo objeto de la planificación estratégica cuidada del futuro de cualquier sociedad -o al menos así debería ser.
Dejando aparte el debate político e ideológico que genera la educación -un debate de mucha transcendencia por sus efectos sobre la construcción de la sociedad-, en los últimos años ha crecido mucho otro debate relacionado: el cuestionamiento del modelo docente tradicional. Que no es otro que ese modelo basado en clases magistrales de transferencia de conocimiento teórico en que la comunicación educativa es básicamente unidireccional, del profesor erudito al alumnado aprendiz. Este modelo, presente en todos los estados del mundo occidental desde hace siglos, y adoptado por los sistemas públicos y privados de educación desde principios del siglo XX, se pone en duda por diferentes motivos:
- Falta de adaptación a la variedad de formas de aprendizaje de los niños, lo cual provoca frustración vital en aquellos que no encajan, además de bajo rendimiento y pérdida de potencial.
- Competencia que ofrece internet en el acceso a los conocimientos, lo cual provoca poco interés e incomprensión en las tascas de memorización y el sistema de exámenes.
- Competencia que ofrece el mundo del entretenimiento en relación a los estímulos externos, lo cual provoca falta de atención en las clases magistrales tradicionales.
- Y, sobre todo, por un motivo muy simple pero obvio: han cambiado muchos aspectos clave de la sociedad (mayor urbanización, mayor alfabetización, cambios en la estructura económica y el mercado de trabajo, cambios culturales, etc.) y, por el contrario, la esencia del modelo docente sigue siendo la misma. Ya no nos encontramos en una sociedad industrial que requiere formar trabajadores, sino en un modelo de sociedad del conocimiento que requiere formar personas creativas, autónomas y proactivas.
En definitiva, y según cierto consenso pedagógico, se debe permitir que los niños se desarrollen a su ritmo de aprendizaje, permitiendo el desarrollo de su iniciativa, autonomía y curiosidad, y su empoderamiento natural, con un aprendizaje basado en competencias y habilidades.
Es necesario no olvidar que las premisas de este “cierto consenso pedagógico” de lo que debería ser la Nueva Educación ya se definieron desde principios del siglo XX en el marco de otros modelos docentes alternativos. Modelos que no llegaron a imponerse ni extenderse demasiado, aunque cuentan con muchos centros alrededor del mundo occidental. Desde el método de Maria Montessori, la escuela democrática de John Dewey, la escuela activa de Pierre Bovet y otros, se apostaba por unas prácticas educativas que, bajo el paraguas de la pedagogía científica del momento, contribuían al crecimiento natural del niño y al desarrollo de la propia personalidad sin imposiciones forzadas. No hace falta insistir en que estas prácticas alternativas, hoy en día, también tienen sus críticas y, obviamente, requieren de las actualizaciones que los seguidores de cada momento van aportando.
Pero, si bien no hay un consenso absoluto en cuales de estas prácticas docentes alternativas hay que dejar atrás y cuales incorporar, sí que se ve claro que se debe mantener el desarrollo personalizado del niño en el centro de la actividad educativa y los proyectos de reforma educativa van en esta dirección. En este punto, la investigación pedagógica y la neurociencia del aprendizaje ya han explicado el rol de la curiosidad y la emoción en el aprendizaje, y definido diferentes prácticas educativas que respetan y aprovechan estos aspectos. Por lo tanto, reiterar que las nuevas propuestas docentes surgidas de estos estudios no son “las nuevas formas despreocupadas de educar”, sino que son modelos validados que respetan el desarrollo neuronal y la evolución de la persona y hay que incorporarlos de forma institucionalizada al sistema educativo, con especial énfasis en la etapa inicial, de 0 a 3 años, que tanto se reclama. Si se piden políticas basadas en evidencias científicas, en política educativa corresponden estas prácticas, y si resultan chocantes para una parte de la población, es una buena oportunidad para hacer las campañas de información y concienciación que sean necesarias.
Por otra parte, más allá del sistema educativo reglado, si nos paramos a pensar, de toda la educación que hemos recibido ¿Cuántos aprendizajes han tenido lugar dentro del sistema formal y cuántos fuera? Desde cursos de formación no homologados por la autoridad educativa correspondiente (con o sin pretensión de serlo), hasta los contenidos formativos que se encuentran en internet en prácticamente cualquier materia imaginable, hay todo un abanico de opciones educativas no regladas: cursos en centros cívicos, en centros privados, talleres de makers, MOOCs, etc. La variedad temática, así como la variedad en la calidad docente y de contenidos, hace que la oferta sea muy heterogénea. Lo que tienen en común todas ellas es su intención formativa, por este motivo todas ellas deben poderse reconocer como Educación, porqué de hecho, lo son.
Es lo que, desde el sector educativo o quizás desde sus periferias, se denomina educación expandida: esa que “mezcla elementos de la educación formal, la enseñanza informal y las nuevas tecnologías, de manera que apuesta por un aprendizaje permanente a lo largo del día”, y acostumbra a ofrecer aprendizajes muy diferentes, no sólo los conocimientos, sino también, y, sobre todo, las habilidades. Su relativo crecimiento social está íntimamente relacionado con internet, ya que la red permite que la información provenga de múltiples fuentes variadas, y las herramientas colaborativas que en ella se encuentran posibilitan que cada persona se construya un itinerario formativo a medida que responda a sus intereses y aptitudes. Esta nueva concepción ampliada de la educación está, entonces, centrada en el que aprende y no en el profesor, el cual ya no dispone del monopolio del conocimiento, sino que su rol se centra en devenir un facilitador o acompañante en el desarrollo del alumno. En Barcelona y su entorno metropolitano se están produciendo múltiples y variadas experiencias en este ámbito. De hecho, hasta se habla de la “primavera educativa” que se está viviendo. Experiencias como Edcamp, La tribu Sugurú o Fab Lab Barcelona, son algunas de las que han sido recogidas y analizadas en un trabajo que hemos llevado a cabo desde el PEMB en colaboración con Juan Freire y Paco González y sobre el que abriremos algún debate en los próximos meses, después de la primera aproximación que ya hicimos en el marco del Ouishare Fest BCN 2017.
Una de las conclusiones de este trabajo realizado es que “el sistema educativo puede ser mejorado desde sus márgenes”, refiriéndose a la capacidad de innovación educativa que tienen muchas de estas experiencias en relación al sistema reglado de educación. Claramente, para que esto pase, la institución educativa, entendida como autoridad, centros, docentes, etc., debe ser más flexible, aceptar más diferencias de proyectos educativos y ser permeable a la innovación validada. Que no pasen más de 10 años desde que se realiza un descubrimiento en neurociencia o una aplicación pedagógica y que el sistema educativo comience a reaccionar al respecto. Debe ser una institución más ágil y adaptada a la sociedad.
En definitiva, las propuestas tanto de las nuevas prácticas o modelos docentes como de la concepción más ampliada de la educación son apuestas para la formación de personas más autónomas, ciudadanos más exigentes y responsables y trabajadores más colaborativos que no obedientes. Un cambio radical de paradigma de la sociedad, pero coincidente con algunos de los escenarios que se dibujan para el futuro. Y, pese a que la educación sola no pueda generar todos estos cambios sociales, sí que incide mucho en ellos. Como decíamos al principio, la educación es estratégica.
Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.