Una mirada personal sobre mi paso por los 'Diálogos a la orilla del Besós'

Los Diálogos a la Orilla del Besós nacen en el 2018 en Santa Coloma de Gramenet por iniciativa de dos entidades, Fòrum Grama y Casal del Mestre, con el asesoramiento y el apoyo técnico del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona desde su creación. Se constituye como un espacio de pensamiento crítico, abierto y plural sobre la ciudad en el contexto metropolitano. Ésta es una reflexión personal sobre mi paso por los Diálogos como dinamizadora de los debates realizados durante 2020.

Diálogos a la orilla del Besós

La primera sesión de los Diálogos 2020 se realizó a principios de febrero, un mes sorprendentemente cálido en el que una pandemia parecía todavía un cuento distópico. Mirando en retrospectiva, ese febrero parece tan lejano como lo era entonces una enfermedad llamada covid-19. Sólo un mes más tarde, la ciudad de los 10 minutos de la que nos habló Carme Miralles en la primera sesión de los Diálogos 2020, el 6 de febrero, sería vista más como una obligación que como un modelo a seguir, confinadxs en la unidad emocional llamada barrio, casa, incluso soledad para una enorme cantidad de personas.

La ciudad de los 10 minutos, el barrio percibido, se despojó de su principal valor: el vínculo con lo próximo, la sensación de conocer y ser conocido. Las ciudades, decía Miralles, son relaciones de vecindad y esta es una característica esencial de los barrios vitales. No es suficiente con la mera presencia, sin vínculo no hay vitalidad. “Nosotrxs somos también el barrio en el que vivimos”, nos decía nuestra primera invitada del año. Y nos quedamos tan enmudecidos y apagados como nuestros barrios.  

La segunda sesión de los Diálogos, a finales de febrero, se centró en la construcción de la ciudad desde las semejanzas y diferencias entre barrios. Se habló de desigualdades y de identidad, de luchas sociales, del tejido asociativo y las redes comunitarias, de multiculturalidad, de cambios urbanísticos, de espacios de centralidad y de equipamientos de cohesión, de nuevas luchas urbanas centradas en la vivienda, de ciudad compacta y identidad de barrio. La panorámica de la ciudad se compuso de fotografías de unos barrios contextualizados histórica, social, cultural y económicamente.

El periodista e historiador Marc Andreu introdujo la mirada metropolitana, poniendo de relieve las vulnerabilidades del Besós, pero también toda su potencialidad, remarcando el vínculo y las continuidades entre escala metropolitana y barrios. Andreu afirmaba con contundencia que “los barrios generan cultura metropolitana”, a través de sus producciones musicales, literarias, prácticas deportivas y de cultura popular, pero también imaginarios, relatos compartidos, puntos de partida con futuros abiertos.

Diálogos a la orilla del Besós

Únicamente 15 días después nos quedamos absolutamente perplejxs cuando, aquel sábado 14 de marzo, nos confinaron en casa en medio de un ritmo de vida desenfrenado. Llegó el tiempo de pararse y, con él, de reprogramar y más allá, de repensarnos en nuestro contexto. Así llegó la tercera sesión de los Diálogos, esta vez a través de canales online, haciéndole frente al hecho (o prejuicio) de que sin la presencia física nos perdíamos algún elemento esencial.

La realidad fue más bondadosa, incluso provechosa. El espacio en línea abrió la puerta a más de 300 visualizaciones en un encuentro resignificado en tiempos de pandemia. En vez de pensar qué pasaría en el futuro, nos centramos en lo que estaba pasando y lo que queríamos que pasara. Hablamos de la importancia de acompañarnos en el final de la vida y nos preguntamos, atónitxs, como podemos cuidarnos en la distancia, nosotrxs, que pertenecemos a la cultura de las distancias cortas, en la que dar las gracias va casi intrínsicamente ligado a un abrazo.

Pero curiosamente, este confinamiento nos ha abierto un poco más a reconocer a nuestros vecinos y cenas, nos ha hecho más conscientes de que somos seres fundamentalmente sociales y que nos necesitamos. Hemos tenido que verlo por contraste, por falta de acceso, producido de golpe y radicalmente. Así, como empezaba la primavera a florecer ahí fuera y volvían los animales a la ciudad, en medio de un entorno sorprendentemente descontaminado, así también florecían las redes de solidaridad y las iniciativas sociales. Empezamos a respirar aire fresco, a descomprimir el aislamiento pese al coste altísimo que se empezaba a entrever para muchas familias.

Este coste ha sido especialmente alto para algunos colectivos, y los más pequeños han sido uno de ellos. La cuarta y última sesión de los Diálogos a la Orilla del Besós antes del verano se produjo en medio de un debate generalizado sobre la educación en Cataluña. Para abordarlo, invitamos a diferentes agentes de la comunidad educativa que nos hablaron de gestión de emociones dentro del hogar, de segregación e impacto desigual, de la dificultad de lidiar con necesidades básicas, falta de conocimientos e inseguridades sanitarias; pero también de la enorme necesidad de trabajar en red, de corresponsabilidad y, por qué no, de atreverse a repensar la escuela como institución educativa.

Diálogos a la orilla del Besós

El sistema educativo lucha por adaptarse (o por resistir) a un siglo XXI convulso que arrastra una pesada carga de retos aún sin resolver que, en vez de disminuir su ritmo y crecimiento, responden a la lógica de bola de nieve: el aumento progresivo de la brecha de la desigualdad, la aceleración exponencial de la destrucción humana del medioambiente, la multiplicación de las voces de intolerancia y culpabilización de colectivos sociales, la intensificación de personas refugiadas en todo el mundo, el incremento de la sensación de impotencia y descrédito frente a las instituciones, el miedo a la irrupción de nuevas pandemias, el impacto de la irrupción tecnológica en el mercado del trabajo…

En este marco, ¿Cuáles son las funciones esenciales que debería alcanzar la educación del siglo XXI? ¿Cómo deberían dialogar los centros educativos con su entorno en una sociedad en la que la digitalización y robotización se vuelve omnipresente y pretensiosamente omnipotente? ¿Cómo asumir la corresponsabilidad en el aprendizaje de los niños y niñas desde las familias? ¿Qué cambios se requieren por parte del mundo laboral? No tengo respuestas rápidas ni contundentes para estas preguntas.

Es evidente que, para algunas personas, familias y grupos sociales, lo que han vivido estos últimos meses dejará una huella imborrable: familias confinadas en espacios mínimos, negocios cerrados, trabajos perdidos, personas queridas que se han ido sin un adiós… Pero ojalá este maldito virus, pese a todo, nos deje también una huella colectiva, compartida, que no sólo contabilice pérdidas, y nos ayude a salir (como sociedad, entre todxs) de la normalización de la desigualdad social y la devastación ambiental, entendidas en la cultura dominante que nos rodea como efectos colaterales inevitables y, por lo tanto, incuestionables más allá de la retórica. Ésta debería ser, creo, la función de la educación del siglo XXI.

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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