El peatón, nuevo centro de la movilidad en las ciudades: el mensaje del último encuentro de la red CIDEU

Ensanchamiento de aceras, creación de carriles bici o pacificación de las calles son algunos de los ejemplos del cambio de paradigma

Durante sus casi treinta años de existencia, el PEMB ha tenido, metafóricamente hablando, tres criaturas. La primera de ellas, por orden cronológico, fue la red CIDEU, que se creó para aprovechar la experiencia adquirida con el Plan Estratégico de Barcelona y que numerosas ciudades del ámbito iberoamericano replicaron durante la década de los noventa. Con el tiempo, esta red fue adquiriendo vida propia y actualmente agrupa 123 ciudades de una veintena de países. (1)

Encuentro anua del CIDEU en Oaxaca; Movilidad para la convivencia

Una de las principales actividades del CIDEU es la realización de encuentros anuales donde, además de los aspectos formales de funcionamiento de la red -oficialmente, una asociación-, también se realiza un intercambio de conocimiento estratégico mediante la presentación y discusión de proyectos estratégicos alrededor de una temática. En esta edición, celebrada entre el 17 y 19 de mayo en la ciudad mexicana de Oaxaca, el eje de trabajo ha sido la movilidad, y más concretamente, el cambio de paradigma que ha puesto al pearón en el centro de la movilidad de las ciudades. La elección de la ciudad no ha sido casual; Oaxaca cuenta con un centro histórico muy amigable para los peatones y los sitios de reunión han podido cubrirse mediante desplazamientos a pie.

Durante el siglo XX el peatón fue prácticamente expulsado de las calles, las cuales se destinaron mayoritariamente al tránsito motorizado, bien para la circulación, bien para el aparcamiento. Esta situación se ha visto agravada en muchos países y, en especial, en los americanos, por un crecimiento de la extensión de las áreas urbanas muy superior al crecimiento de la población, lo que ha hecho inviable no sólo muchos desplazamientos a pie, sino también el uso del transporte público. Finalmente, la zonificación rígida de las ciudades ha generado, también, flujos de movilidad obligada que, a su turno, han generado mayor tensión en la red y han provocado la expulsión del peatón. Como consecuencia de todo esto, las ciudades se enfrentan actualmente no sólo a importantes problemas de carácter medioambiental o de salud, sino también de carácter social debido a la expulsión de los ciudadanos de las calles.

Pero esta dinámica ya ha sido superada en todas partes. Las ciudades, con independencia de su medida o de su grado de desarrollo, están adoptando medidas para volver a situar al peatón en la punta de la pirámide de la movilidad cediéndole mayor protagonismo en las calles del que dispone ahora. Esta política pasa necesariamente por limitar, en la medida de lo posible, el uso del automóvil privado, lo que se traduce en una promoción implícita del transporte público y la bicicleta.

Durante las jornadas se nos presentaron numerosas experiencias de cómo ir en esta dirección. Por ejemplo, la ciudad ecuatoriana de Cuenca ha aprovechado la construcción de una línea troncal de tranvía para hacer cambios en la distribución modal de movilidad en el centro de la ciudad. Culiacán, una ciudad del norte de México, nos explicó cómo ha aprovechado una zona de parque fluvial por desarrollar para potenciar la movilidad a pie y en bicicleta. Y Santiago de Chile nos explicó de qué manera se ha intentado dar mayor peso al peatón en el centro histórico mediante actuaciones de bajo coste de “prueba y error”.

En general, las tácticas para conseguir este cambio de patrón suelen ser comunes: ensanchamiento de las aceras y creación de carriles bici en detrimento de carriles para el automóvil o pacificación de las calles reduciendo la velocidad máxima autorizada o, incluso, alterando la prioridad en favor de los peatones y turistas, por citar algunos ejemplos. Otro denominador común ha sido la gestión de las resistencias, a menudo provenientes de grupos de comerciantes temerosos de los efectos que pueden suponer las mayores dificultades en el uso del vehículo privado en el centro de las ciudades. El liderazgo político, la búsqueda de consensos tanto a nivel político como a nivel de los principales actores de la ciudad, así como los procesos de participación ciudadana se apuntan como factores que han permitido solucionar algunos de estos posibles obstáculos. También, y no menos importante, la necesidad de gestionar el cambio cultural.

En este sentido, Barcelona lleva los deberes bien hechos desde hace tiempo. En una de las ponencias, Jaume Barnada, del Ayuntamiento de Barcelona, nos recordaba que el primer diseño de las superislas tiene fecha de 1986, cuando se realizó una completa jerarquización de los viales urbanos. Ya en aquella época el alcalde Maragall apuntaba a un modelo de movilidad con menos coche privado y más transporte público y a pie, lo que se tradujo, después, en la eliminación de algunos de los scalextrics existentes y la pacificación de vías como la calle Aragón o la Meridiana. También en ese momento, TMB promovió un estudio para hacer pasar el tranvía por toda la Diagonal. Desafortunadamente, y como en muchos otros ámbitos, algunos de estos proyectos han llegado demasiado tarde o todavía duermen en cajones después de discusiones inacabables que a menudo poco tienen que ver con los proyectos. Saber qué hacen nuestros vecinos, más o menos lejanos, ayuda a sacarnos los miedos y a ver que vamos en la dirección correcta. El cambio de paradigma de la movilidad no es un capricho de un alcalde o el hipsterismo de unos técnicos de movilidad, sino una demanda global que ha venido para quedarse.

 

(1) Los otros dos proyectos nacidos a raíz del PEMB son el  Pacto Industrial y Barcelona Global

Las opiniones de los autores y las autoras no representan necesariamente el posicionamiento del PEMB.

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